El año 2019 está agonizando. En unas cuantas horas el reloj cambiará y lo que vivimos durante él pasará inexorablemente a ser solo un fragmento de nuestra memoria.
A mis queridos lectores quiero compartirles algunas reflexiones que me han estado rondado por la cabeza mientras paso tiempo con mis seres queridos. Todas ellas en el contexto de la política, del poder, pero también de la felicidad y la infelicidad que manan de esas dos actividades que, en pequeña o gran escala, nos incumben a todos.
Me gustaría abrir esta participación con una cita reveladora del filósofo y matemático inglés Bertrand Russell; la cita es necesaria porque sintetiza en unas cuantas líneas la dicotomía que gobierna al hombre respecto a su relación con el poder y la felicidad o la infelicidad que produce. La idea traduce lo que ha estado sucediendo en nuestro Estado durante los últimos años; cómo pasamos de un falso y aparente orden, al caos, y luego, lentamente pero firme, ha venido surgiendo la luz a partir de la deconstrucción.
Hace un año, antes de la nochebuena, Puebla se sacudió con la pérdida de aquellos que a su manera habían vuelto a detentar el poder. La muerte de los Moreno Valle cambió el rumbo de las cosas, dirigió la flecha del tiempo hacia otra dirección. Por eso es necesario citar a Russell; porque este año fue inenarrable en términos de lo que conocemos como “el orden natural de la cosas”. La historia se trastocó y nosotros cambiamos con ella. Los actores que hoy forman parte de esta trama son distintos tanto en fondo como en forma. ¿Ha sido el mejor o el peor de los años? Todo depende; depende en qué lado del tablero se encontraban las fichas.
“La tragedia de muchos políticos de éxito es que el narcicismo va sustituyendo poco a poco al interés por la comunidad las medidas que defendía”.
Eso le sucedió al grupo que acabó por pulverizarse entre las aspas del Agusta que terminó con la vida de la gobernadora y el senador. Fue increíble ver cómo a unas cuantas semanas del fatal accidente, esa élite de políticos manufacturados en universidades extranjeras, desapareció. Simplemente no hubo escuela, no les dieron el manual en caso de siniestro, no hubo ruta crítica. Hablaron los egos, y esos egos terminaron por auto inmolarse en la plaza pública. Frente a los ojos de todos. El espectáculo fue triste, también patético, y más que eso: una lección que aprender para el futuro…
Acá vuelve a aparecer Russell para explicar lo que realmente pasó con el morenovallismo a principios de este año que hoy llega a su fin: “El megalómano se diferencia del narcisista en que desea ser poderoso antes de encantador, y prefiere ser temido a ser amado”.
Si bien hay que respetar la memoria de los muertos, eso no debe hacernos perder la objetividad de las cosas. Puebla estuvo gobernada más de ocho años por personajes trastornados por la megalomanía y el narcisismo. Se ve en las calles, en sus obras, en las cuentas que han ido saliendo a la luz. ¿Y qué sucedió? El legado de los hombres ultra poderosos debería ser más permanente, en cambio vimos lo contrario: muerto el rey no hubo otro rey que le supliera. ¿Por qué? La respuesta es sencilla y trágica: porque México ya no soportaba más las injusticias de una clase política cortesana y dada a los excesos. Moreno Valle fue un gran estratega, un hombre con una inteligencia indiscutible, pero como dice Russell, nadie puede ser eternamente feliz viviendo en la megalomanía… “Alejandro Magno pertenecía al mismo tipo psicológico que el lunático y el megalómano, pero poseía el talento necesario para hacer realidad su sueño de lunático. Sin embargo, no pudo hacer realidad su propio sueño, que se hacía más grande a medida de sus logros. Cuando quedó claro que era el mayor conquistador de la historia, decidió que era un Dios. ¿Fue un hombre feliz? Sus borracheras, sus ataques de furia, su indiferencia hacia las mujeres y sus pretensiones de divinidad dan a entender que no lo fue”.
Recojo estas reflexiones que hago mías admirando un poco del paisaje que vio pasar al personaje citado. Castillos, grandes avenidas, puentes, túneles, imponentes arcos. Y mientras admiro la belleza de una ciudad imperial, pienso en aquellos que acaban pereciendo en brazos de sus propias pasiones desbocadas. Entonces volteo y miro lo más cercano: una mesa rodeada de la gente que amo, y concluyo que el éxito de un hombre, de cada hombre, radica en no perder nunca ese centro aunque las raíces se extiendan de pronto y crezcan. Y la buena política empieza en este mismo sitio: en la mesa. Y en cómo hacer para que cada uno de los elementos que la circundan sean funcionales y útiles.
El año no termina como comenzó. Desde fuera puedo verlo con mayor claridad, desde la gran perspectiva.
Que Miguel Barbosa haya llegado al fin al poder no fue una situación que rigiera el azar. Le tocaba llegar, le tocaba demostrar de qué está hecho. Por qué y para qué quería gobernar su estado.
La irrupción de la izquierda a Puebla ha sido complicada por varios factores: el primero, y lo he dicho muchas veces en diferentes artículos, es que la alcaldesa Claudia Rivera sí fue asignada por meras causas de la suerte y si algo nos queda claro es que en política sólo puede improvisar el virtuoso. El segundo factor ha sido que lentamente han ido cayendo las máscaras. Ser de izquierda no vacuna a gente contra la corrupción o la estupidez, y al barco de MORENA y aliados del presidente, se subieron muchos parias como polizontes. En Puebla este año quedaron expuestos dos o tres personajes indeseables: José Juan Espinosa, que lleva consigo desde sus inicios el sino de la traición y el rastrerismo, y Felipe Patjane, quien no tuvo talento ni para ser un ladrón de categoría y acabó expuesto, vestido su pijama a rayas, como un vulgar carterista de quinta que hoy pasará año nuevo en el fresco bote.
Esto sin mencionar que existen uno o dos Yagos ocultos por ahí. El problema de ejercicio público es que es un imán para los intrigantes y desafectos; desgraciadamente el buen político a veces se ve en la necesidad de no discriminar a aquel que se presenta de pronto como un converso… Los cambios son así, aquí y en China.
Y qué decir de aquellos que hacen del oficio de comunicar un teléfono descompuesto. 2019 fue el año más alucinante en el tenor de ver cómo los lobos se vistieron de oveja, o como las ovejas de ayer tratan de afilar el diente hoy, poniéndose en la posición de críticos.
En lo personal este fue año en el que, más que volver con ímpetus renovados a la escena pública como vocero de campaña de Miguel, con el paso de los meses fui reforzando mi capacidad de discernir: vi quiénes me quieren, vi quiénes no. La política no es, en esencia, un salón para fumar habanos y hacer amigos, suele ser lo contrario. Sin embargo, hoy más que nunca estoy convencido que el gobernador que eligieron los poblanos, trabaja y ve por los intereses reales de su gente.
Es, y con esto termino, lo que el citado Russell califica como un hombre dichoso, dado que sus apetitos son los de un hombre sano, no los del megalómano, puesto que Miguel sabe (y sabe bien) que perpetuar la pobreza en un estado es aniquilarlo. Pero tampoco pretende hacer rico a todo el mundo (menos a quienes lo rodean), ya que, ¿de qué serviría hacer ricos a todos si los ricos, ya lo vimos, también acaban siendo desgraciados?
Lo digo sin acritud, pero lo digo.
Feliz año nuevo para todos.
mezavcm.abogados@gmail.com