/ viernes 1 de noviembre de 2024

¿A qué vendrían los muertos al mundo de los vivos?

Obviamente nos parece algo muy emotivo pensar que algún ser querido nuevamente pueda convivir entre nosotros estos días, recuerdo claramente cómo mi abuela se sentaba junto a la ofrenda, con la firme convicción de que sus familiares estarían en la mesa. Para un servidor, estas fechas representan una fiesta por el colorido, comida y convivencia familiar, eso fue inculcado por mi familia materna y personalmente prefiero tener reconocimiento más que luto hacia los fallecidos.

La creencia de que somos visitados tiene un origen dual, pero la mayoría de los elementos de Todos Santos viene de Europa, ya que de ahí viene un catolicismo que nos hace creer en otra vida, cielos, infiernos, todo conjugado con un toque prehispánico que tenía una concepción muy distinta de la muerte. Sea cual sea la génesis de estos días, nuestro país se une en torno a estas costumbres, claro está, con la conjunción que se hace con el Halloween anglosajón que indudable se ha vuelto parte de nuestras tradiciones.

La pregunta filosófica la que he puesto al inicio, en el entendido que haya otros mundos o dimensiones a donde estén todos los seres humanos que han existido. Personalmente me quedo con el concepto de Heidegger, en el sentido de que después de la muerte no existe algo más, entendida ésta como la cesación de las funciones cardiaca, mental y respiratoria.

Suponiendo que existiera un mundo de los muertos, cielos, infiernos, purgatorios, Mictlán, etcétera, primero tendríamos que saber cómo sería ese escenario. Honestamente me resulta horrible la idea de estar brincando las nubes, en compañía de una especie de bebés con alas, tocando arpas, en torno a un dios que dista mucho de ser toda bondad, aunque supuestamente nos ame infinitamente.

El ser humano es producto de una evolución de millones de años, donde circunstancias muy específicas dieron como resultado una criatura extraordinariamente rara en el universo, cuya existencia resulta un milagro de milagros, por decir lo menos, ya que la probabilidad de que haya vida inteligente, como la conocemos, es de millones entre millones. Esto lo dicen los expertos en la materia, científicos notables y no los ignorantes o misántropos que creen que los perros, los extraterrestres o alguna otra cosa son mejores que los seres humanos.

Efectivamente la vida está llena de complejidades, tristezas e injusticias, asumir que la historia tiene un sentido y que hay un karma o justicia divina es equivocado, sin embargo, vivir como tal da la oportunidad de “ser”, concepto fundamental en toda filosofía que estudia la ontología.

Si una persona está en la gloria y al lado de dios, considero que no tendría atractivo venir a comerse unas guayabas de la ofrenda, más bien, lo que sería sumamente deseable es volver a “ser”, lo cual implica sentir placer, dolor, hambre, lujuria y, en general, emociones y pulsiones que le dan sentido a la existencia humana.

Pienso ahora en el abstemio que fue alcohólico, cuyo gesto infinito de deseo y frustración que tiene al ver una copa es inconmensurable; el paralítico que algún día fue deportista; o qué decir de esa escena de la película “Gosth, la sombra del amor”, donde el fantasma del metro anhela absolutamente poder fumar, lo cual sería una parte de volver a “ser” un humano.

La vida cobra sentido porque es finita y es una oportunidad de trascender, de crear y de buscar la felicidad, finalidad de la vida que ha sido buscada desde los albores de la raza humana.

En estos tiempos donde el mundo y especialmente México vive malos tiempos, estos días son una oportunidad para gozar en compañía de la familia, recordando a quienes algún día fueron parte de la convivencia cotidiana, para sí gozar de un buen aperitivo y luego degustar platillos cocinados con esmero para honrar el recuerdo y la memoria de quienes ya no respiran, pero que algún día también brillaron en este mundo de los vivos. Hasta la próxima.

@vicente_aven