En 1968 Maxwell E. McCombs y Donald L. Shaw le dieron el nombre de Agenda pública a los temas que la gente consideraba importantes. Comenzaron a analizar qué comunicación consumían las personas y así identificaron los temas más relevantes, surgió la Agenda mediática. Llegaron a la conclusión de que, en la agenda pública como agenda mediática, los medios influían para establecer los temas que las personas consideran importantes. Consideraron que esto es el efecto cognitivo, la influencia de los medios de comunicación hacia la gente en cuanto a la percepción de temas. Se refirieron a los medios, era el boom del mundo mediático, y publicaron “The Agenda-Setting Function of Mass Media” en 1972, afirmando que los medios de comunicación logran instalar los temas para ellos más importantes, además de que tienen la característica de enfatizar algunos aspectos y generar así una agenda de atributos, que finalmente influye en las personas.
Se conoce hasta ahora como Teoría de la Agenda Setting, o sólo como Teoría de la Agenda. Más adelante, en 1977 publicaron "The Emergence of American Political Issues: The Agenda Setting Function of the Press" en el que analizan cómo los medios seleccionaban las noticias más su credibilidad en del debate político. Es decir, cómo presentan los medios la información, los atributos noticiosos, el framing, que los hace tener el impacto para que establezcan la agenda mediática, “que todos hablen de eso”.
En un análisis somero, quiero referirme a esta teoría, pero no como se planteó originalmente, porque no son los medios masivos los que generaron la agenda pública durante el sexenio que termina, en su lugar la tribuna mediática de Presidencia dio la pauta. Sin necesidad de comprar espacios de publicidad o pagar por entrevistas, como muchos políticos han acostumbrado, el fenómeno de “las mañaneras” se repitió 1436 veces (la última, el 30 de septiembre de 2024), “todas conducidas por López Obrador…donde…la improvisación fue el común denominador de un ejercicio que duró - a veces - hasta más de 3 horas y media” que “realmente fueron para servir al mismo gobierno”. (Luis Estrada, spintcp.com).
El riesgo fue alto, pero pesó más la confianza en la popularidad. Así que los medios pasaron a segundo plano, el cuarto poder que existe en países como nuestro vecino del norte, aquí perdieron impacto. El dicho de “el que habla mucho, yerra mucho” aparentemente no mermó la percepción social del presidente que, además, controló a los medios, su ingreso y preguntas, y se generó una nueva clase de medios llamados “independientes”, que no hicieron contrapeso a los medios más importantes de México, por su tradición y su credibilidad. Además, lo que hizo el presidente fue embestirlos, desacreditarlos, incluso implementó desde el 30 de junio de 2021 la sección “Quién es quién en las mentiras” para “exhibir noticias falsas que difundían medios de comunicación convencionales y redes sociales”, en la versión del gobierno y a cargo de Elizabeth García Vilchis.
¿Cómo se puede competir con el poder de un gobierno que finalmente estableció la agenda pública? La configuración del mapa de medios se transformó, con una guerra desigual, no sólo porque la “comunicación circular” fue dudosa porque hubo control absoluto de quienes asistieron, sino porque desde el poder la influencia mediática fue apabullante. Toda democracia necesita de medios críticos para que haya transparencia y equilibrio de poderes, incluso para que la gobernanza cobre realidad, pero también requiere de gobiernos que valoren la libertad de expresión.
*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com