“El que traiciona una vez, traiciona siempre”
(dicho popular)
Esta historia empieza cuando la incertidumbre termina, y como en toda historia hay una heroína y una villana, sin embargo, la trama raya en el “non-sense”, es decir, en el sinsentido; como la extraña aventura de Alicia en el País de las maravillas, en donde no se sabe bien a bien si Alicia soñó que era enana o era una enana que soñó que era Alicia (y al mismo tiempo se creía gigante).
Es una historia ambigua pues la heroína y la villana son la misma persona.
Señoras y señores: escuchen bien esto… ¡Claudia Rivera SÍ cumple!
Nuestra alcaldesa operó políticamente como se hacía en los viejos regímenes: con sigilo y precisión de cirujano. De hecho ha venido trabajando con denuedo desde la campaña pasada… el único bemol de su impecable operación es que ocupó su capital político para favorecer al bando contrario.
Para nadie es un secreto que Claudia Rivera no sólo simpatizaba con Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso, sino que incurrió en las innobles prácticas de la traición y/o de la omisión, dándole espalda al candidato del partido que la llevó (mediante bondades de la inercia y no por méritos propios) a encabezar el gobierno de nuestra ciudad; una ciudad que convulsiona por la inseguridad, la inexperiencia y la corrupción de unos cuantos improvisados; fantasmas éstos que no han sido invitados, que no combinan en absoluto con la cuarta transformación.
Desesperada, Rivera Vivanco hoy ofrece disculpas públicas para justificar los resultados de la elección en la zona metropolitana; una forma de camuflar el desaseo que circunda a su ayuntamiento (muestra clara es la permanencia de un síndico rapaz, mangante y escurridizo).
Ofrece disculpas y aprovecha el momento para “relanzar” su gobierno. La pregunta se impone: ¿cómo se puede re lanzar algo que nunca se lanzó?
Un completo sin sentido. Un despropósito.
A la alcaldesa le debe quedar claro una cosa: la gente quiere paz, armonía, limpieza, seguridad, gobernabilidad y honestidad. El pueblo no votó por una virtuosa en el arte de dominar el balón. Ni por una karateka. Ni por una fan de Joaquín Sabina. Ni por una sedicente lectora de Sor Juana. Ni por una mística trascendida.
Puebla no necesita una villana oblada de heroína. Tampoco una presidenta que juegue al blofeo como si estuviera en una mesa de Black Jack.
Los resultados de la votación en la capital poblana no son otra cosa más que un evidente voto de castigo; una queja manifiesta de la gente ante las deficiencias de los pésimos gobiernos municipales. Aún así, pese a que Claudia le aplicó una especie de quintacolumna franquista, Luis Miguel Barbosa es hoy nuestro gobernador electo.
Si los dichos de Rivera Vivanco son ciertos (y no parte de su trama sinsentido) tendrá que lanzar (y no relanzar) un proyecto que sume y no que reste al plan de reconciliación y progreso de mi amigo Luis Miguel Barbosa. Para que una disculpa sea efectiva, se debe echar mano de la humildad, cosa que a nuestra alcaldesa le ha faltado.
También es lógico que la historia comience por el principio, como debe ser, y no como en un cuento de Lewis Carroll.
Pronto, en este mismo espacio, saldrá a la luz una foto de nuestra alcaldesa con su karategui y su cinta negra (obtenida quién sabe cómo) posando sonriente y feliz junto a su amiga, confidente y asesora, la “Doña” Ana Teresa Aranda.
Claudia: la misma que tuvo varios encuentros con Moreno Valle en lo oscurito para hacer delaciones deshonestas de los acontecimientos en la interna para elegir candidato a gobernador, en la que su preferido era el hoy senador Armenta, quien en un acto de sensatez entendió que sumarse al proyecto de reconciliación era lo mejor que podía hacer.
Claudia: aquella que despotricaba en contra de el hoy gobernador electo desde la campaña pasada que: “lo peor que nos puede pasar es que quede Barbosa”.
Estos asertos los comento porque a mis oídos llegaron como ciertos por parte de algunos colaboradores cercanos suyos (y otros no tanto) para su pérfida traición.
En un alarde de generosidad impostada, Claudia le ofrendó al candidato de “Juntos haremos historia”, el trabajo de campo del más preciado “orgullo de su nepotismo”, es decir, a su hermano Ollín: visible operador de pingües negocios inmobiliarios que recauda los ingresos de los giros negros; coleccionista de motos de alta gama y encargado de hacer el acomodo en un zulo perfectamente acondicionado para preservar pacas de billetes de 500 pesos ( para disfrutar de ellos pasada la elección).
¡Qué asco!
Esa es Claudia Rivera: nuestra inexperta, soberbia y nefasta presidenta municipal.
¡La que sí cumple lo que promete!
Lo digo sin acritud, pero lo digo.
mezavcm.abogados@gmail.com