Se trata de un ícono del viejo régimen que mutó al nuevo; emblema de una singular metamorfosis política; un híbrido que se pasea por los callejones del poder; el gran camaleón de nuestro tiempo.
El pasado fin de semana fue referencia en dos medios nacionales; Proceso y Reforma dedicaron amplios espacios a mostrar pruebas de su enriquecimiento ilícito. En los años de la llamada “Cuarta Transformación” el patrimonio del clan Bartlett ha crecido de manera desmesurada.
Latinus fue el primer medio en evidenciar los negocios de León Bartlett quien bajo el manto de su padre logra obtener contratos con instituciones federales. El junior se pasea en todas las dependencias logrando millonarias ganancias.
Ahora se conoce que la familia Bartlett adquirió -en montos irrisorios-, grandes terrenos que pueden sumar 164 hectáreas en zonas aledañas al Tren Maya.
Incluso con cinismo, jactándose de la influencia e impunidad de que gozan, los Bartlett tienen las propiedades a su nombre; no recurren a terceras personas. Ya sea en la Ciudad de México o en la zona maya abiertamente aparecen León Bartlett o Julia Abdalá Lemus.
Purificado por la mano omnímoda de López Obrador el actual director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz fue exonerado de todo su pasado.
Ya quedó olvidado su paso por la Secretaría de Gobernación desde donde conducía a su amigo José Antonio Zorrilla Pérez, titular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). También quedó borrada su responsabilidad en la caída del sistema durante la jornada electoral de 1988.
Ninguna de las acciones de su pasado llega hasta el presente. Con todo fundamento se puede afirmar que ahora con Morena es más poderoso que en su etapa priista al lado de Miguel de la Madrid o Carlos Salinas de Gortari. Hoy todas las puertas se abren ante su voz.
Las intenciones políticas del ejercicio periodístico son evidentes. Las publicaciones de Proceso y Reforma tienen un indiscutible objetivo: manchar su inminente ratificación al frente de la CFE. En este momento histórico es claro que tanto el mandatario saliente como la presidenta entrante necesitan de la habilidad y perversa astucia del viejo político.
Algunas voces afirman que estamos ante el inicio de un Maximato. López Obrador se propone seguir ejerciendo facultades plenipotenciarias durante el sexenio de Claudia Sheinbaum.
Ante una oposición reducida a su mínima expresión -un panismo enclenque y un priismo desahuciado-, desde este momento se ve con amplias posibilidades un tercer triunfo de Morena en 2030. Simplemente no hay, no existe una oposición que pueda hacerle frente.
La intención es colocarse como un partido hegemónico y absoluto. Cualquier órgano que pueda representar un contrapeso será eliminado, ya sea el Instituto Nacional de Acceso a la Información o la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En este contexto Bartlett es visto como el aliado imprescindible; considerado un “patriota” que defiende la empresa pública como baluarte de la nueva era, aunque en los hechos practique una corrupción aún más salvaje que en pasadas décadas.
Es evidente que Sheinbaum habrá de ratificar a Bartlett. Incluso lo puede nombrar director de Pemex para llevarlo a una posición de mayor influencia. Sin embargo, no importa el cargo que le confieran. Manuel lleva las manos manchadas y nunca podrá lavarlas.
Ya empoderaron a García Harfuch, a Arturo Zaldívar y están a punto de ratificar a Bartlett.
No se puede gobernar con tanta inmundicia.
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