El municipio de Chignahuapan es el ejemplo de la bola de nieve, la espiral descendente que representan los delincuentes enquistados en la política.
Por su propio perfil criminal los hampones no se detienen fácilmente; son sujetos astutos, hábiles para moverse en diferentes ámbitos; siempre buscando formas de presión y coacción social. Tienen una capacidad de inventiva que rebasa a cualquier ciudadano normal. Si no es por una vía buscan por otra hasta que obtienen el botín anhelado.
Chignahuapan es un municipio que ha avanzado notoriamente en la última década. Las creaciones artesanales y la vocación turística le han dado un impulso decisivo y hoy es uno de los puntos más atractivos del estado.
Su faceta agradable y armoniosa no impide que puedan ver la realidad. En la comunidad se sabe quién es Juan Lira Maldonado. Los habitantes saben de sus negocios, nexos y cómplices. Toda la población -aún sus simpatizantes-, saben a qué se dedica.
Aquí el problema es la influencia que puedan ejercer los jerarcas del partido Fuerza por México (FXM) para imponer a Lira contra viento y marea.
Sin embargo -hagan lo que hagan-, no hay manera de lavarle la cara. Propios y extraños; simpatizantes y detractores; adultos y hasta los niños de Chignahuapan saben que Lira Maldonado es un protagonista del crimen. Tarde o temprano esto tendrá severas consecuencias.
Es un caso muy semejante al de Quecholac donde Antonio Martínez Fuentes “El Toñín” logró colocar a su prole. Estamos ante la creación de una dinastía criminal. Es la segunda generación que se empodera en la política gracias a las atenciones y deferencias de los dirigentes del partido Pacto Social de Integración (PSI).
En la zona del llamado “Triángulo Rojo” continúa la extracción de huachicol y ahora como actividad paralela han reforzado otras ramas delictivas como el robo a transporte de carga y vehículos particulares. Así operan desde el entronque de Amozoc hasta la zona de Cuacnopalan.
Dotados de una investidura política los jefes criminales se muestran empoderados, como en tiempos del morenovallismo cuando eran amos y señores de todas las actividades ilícitas desde Tepeaca hasta Acatzingo.
Fenómeno similar sucederá en Chignahuapan si se permite el ascenso de Juan Lira Maldonado cuyo apodo es en extremo desagradable para escribirlo en un medio respetable como es El Sol de Puebla.
Pero aún más desagradable será el recrudecimiento de la violencia y las actividades delictivas en la zona de Chignahuapan. Los efectos se sentirán en las carreteras a Zacatlán, Aquixtla y Tetela de Ocampo.
Si algo ha demostrado el crimen que adquiere posiciones políticas es su cinismo para golpear a la población con la mano izquierda y hacer honores a la bandera con la derecha.
La pacificación de Chignahuapan tiene un requisito medular que es eliminar toda presencia o influencia de Lira Maldonado. De ninguna forma se puede permitir que incruste a uno de sus familiares o incondicionales. El gobierno debe expulsarlo completamente de toda actividad política.
Las expresiones sociales de los últimos días reflejan que la injerencia de Lira en Chignahuapan es una bomba de tiempo. Un artefacto que va estallar; ya sea en unos días o en dos años, pero hará explosión.
De continuar ese clima enrarecido los conflictos terminarán por opacar la vocación artesanal y turística de Chignahuapan. Un municipio que lleva una ruta ascendente verá como tropiezan sus esfuerzos debido a los contubernios con la delincuencia.
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