En estos días diferentes sectores de Puebla se sacuden por la propuesta de despenalizar el aborto. Evidentemente se buscó adelantar la votación de los diputados locales para evitar que el tema salpique a la próxima administración estatal.
Durante los años recientes los legisladores de Morena mostraron una premeditada, calculada dilación. Ni por equivocación quisieron adelantar los tiempos. Hasta ahora.
Por su parte los diputados emanados de Acción Nacional salieron a protestar tal y como se esperaba; de manera simbólica porque no tienen los votos para hacer más. Su postura Pro-Vida es la misma de siempre y rechazan cualquier tipo de despenalización.
Por su parte el Arzobispo Víctor Sánchez Espinosa arremetió contra la doble moral de los diputados y los fustigó de acre manera. En pocas ocasiones el prelado ha externado reproches semejantes.
En los hechos concretos se trata de una batalla ideológica. Son dos posturas encontradas, claramente identificadas con siglas partidistas que chocan en la arena pública.
Pero el tema de fondo ni remotamente se aborda.
El aborto es producto de embarazos no deseados, pero ni las fuerzas de Morena, ni sus críticos del PAN promueven una fuerte campaña en favor de una política de salud que extienda el uso métodos anticonceptivos.
Los embarazos más dolorosos que vemos en estos tiempos son de adolescentes de 13 o 14 años de edad que apenas entraron a la Secundaria y ya quedaron en cinta por un fugaz noviazgo que terminó en el mismo momento del coito.
Los gobiernos federal y estatales no tienen campañas para prevenir y evitar esos embarazos en adolescentes que en su gran mayoría son por un desconocimiento total. Una jovencita de 13 años no sabe qué inyección o qué parche utilizar en los días de su efímero noviazgo.
Toda su noción sobre sexualidad llega hasta el uso básico del preservativo que sin complicaciones puede comprar en una tienda de conveniencia. Frente a esta aguda problemática social hace más un Oxxo que los centros de salud en los que no hay ni trabajadoras sociales empáticas, ni los métodos accesibles.
El embarazo en adolescentes es un problema que no aparece en las políticas de salud. Millones de jóvenes están creciendo sin tener una mínima educación sexual, ni en las aulas, ni en centros de salud y solamente tienen la percepción que les comparten sus amigas.
Evidentemente una adolescente no tiene los recursos, ni el acceso a una clínica abortista. La interrupción del embarazo es propia de mujeres adultas que toman esa decisión.
El debate -por momentos álgido-, se centra en el aborto, cuando este se debe considerar el último recurso de una escalera que inicia desde la educación sexual en la primaria.
En este sentido la Iglesia Católica haría bien en reconsiderar sus posturas tradicionales toda vez que ha quedado rebasada por una sociedad y en particular por una juventud que están haciendo a un lado todas sus premisas.
Porque mientras la juventud va en un sentido, los gobiernos y las iglesias caminan por otro lado completamente distinto.
El aborto no debe verse como un hecho aislado. Es la penosa culminación a la que llega una mujer. Ninguna queda embarazada por gusto, para después ir gozosa con un médico abortista.
Para toda fémina es un hecho difícil y ni los gobiernos, ni las congregaciones le ofrecen opciones realistas.
México debe avanzar en una auténtica política de salud que ofrezca de manera accesible métodos anticonceptivos. Ese debe ser el primer paso.
Quedo a sus órdenes.
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