/ martes 17 de septiembre de 2024

Cúpula / Morena debería verse en el espejo de Marko Cortés

Con el semblante desencajado, notoriamente apesadumbrado Marko Cortés subió a la tribuna de la Cámara de Senadores para acusar “la traición” del clan Yunes. De inmediato el líder de la corrompida dinastía, el polémico Miguel Ángel Yunes Linares usó el atril para responder el embate.

El episodio se puede intitular el día que fracasó la política sin convicciones.

Marko, una hechura, un invento impulsado por Rafael Moreno Valle, utilizó el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN para aplicar las máximas del pragmatismo: cuotas para los cuates, posiciones negociadas por debajo de la mesa, reparto de candidaturas de acuerdo a intereses económicos; pero sobre todo privilegió el oportunismo al tiempo que sepultaba las convicciones y los principios ideológicos de Gómez Morín y Efraín González Luna.

Hoy tanto el PRI como el finado PRD coinciden que fue un error la alianza con el PAN; que lo mejor hubiera sido caminar solos con el resultado que fuera, pero sin perder sus escuálidas ideologías.

El pragmatismo reventó cuando la familia Yunes aplicó la misma receta que ha repetido durante los últimos 30 años, brincar de trampolín en trampolín, cambiar de camiseta conforme convenga a sus intereses, usar todos los mecanismos a la mano para evadir la acción de la justicia.

El oportunismo hizo crisis y el panismo quedó exhibido como una caterva en descomposición.

Sin embargo en Morena sucede algo muy semejante, sobre todo cuando la presidenta electa Claudia Sheinbaum declaró que “los fundadores no ganan elecciones” y que es preferible ir con simpatizantes que tienen unos años de sumarse a su partido.

Sheinbaum parece no dimensionar la trascendencia de las convicciones y los principios ideológicos. Está rodeada de hordas de falsos militantes que únicamente aprovechan la ola guinda para ascender a cargos relevantes.

Ahí están los ejemplos indiscutibles: el ex priista, ex colosista y ex foxista Alfonso Durazo Montaño haciendo un papel desastroso al frente del gobierno de Sonora; el cachorro del tricolor oaxaqueño Alejandro Murat Hinojosa; el corrupto Javier Corral Jurado que ahora se cobija bajo el manto de Morena para evitar procesos penales en Chihuahua.

Tardará algunos años, pero veremos que este pragmatismo también hará crisis en Morena, tal y como sucede en el PAN de Marko Cortés. El partido lopezobradorista abrió la puerta al más descarnado oportunismo y la ambición.

En un momento de serenidad y reflexión Morena debería verse en el espejo de Marko Cortés para darse cuenta de que -tarde o temprano, en tres o seis años-, pasará por el mismo episodio.

Hoy son la fuerza hegemónica, pero no siempre será así. Luego de un sexenio son evidentes el desgaste y una acelerada, precipitada descomposición.

La llamada “Reforma Judicial” solo llegó a fracturar aún más a la sociedad mexicana. La violencia en Sinaloa, Chiapas, Durango y Michoacán desnudan las componendas entre grupos políticos y el crimen organizado; la colusión de algunos gobernadores es inocultable; la narcopolítica es un hecho inapelable.

AMLO cierra el sexenio con furor entre sus seguidores, pero con cuestionables resultados en economía (una inflación ascendente), un lastimoso sector salud (aún muy lejos de la prometida Dinamarca) y una seguridad pública colapsada desde Ciudad Juárez hasta la frontera con Guatemala.

El clientelismo que se consumó gracias a los apoyos sociales es el soporte del sexenio. Pero en las calles del país es evidente que no existe transformación alguna.

cupula99@yahoo.com


Con el semblante desencajado, notoriamente apesadumbrado Marko Cortés subió a la tribuna de la Cámara de Senadores para acusar “la traición” del clan Yunes. De inmediato el líder de la corrompida dinastía, el polémico Miguel Ángel Yunes Linares usó el atril para responder el embate.

El episodio se puede intitular el día que fracasó la política sin convicciones.

Marko, una hechura, un invento impulsado por Rafael Moreno Valle, utilizó el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN para aplicar las máximas del pragmatismo: cuotas para los cuates, posiciones negociadas por debajo de la mesa, reparto de candidaturas de acuerdo a intereses económicos; pero sobre todo privilegió el oportunismo al tiempo que sepultaba las convicciones y los principios ideológicos de Gómez Morín y Efraín González Luna.

Hoy tanto el PRI como el finado PRD coinciden que fue un error la alianza con el PAN; que lo mejor hubiera sido caminar solos con el resultado que fuera, pero sin perder sus escuálidas ideologías.

El pragmatismo reventó cuando la familia Yunes aplicó la misma receta que ha repetido durante los últimos 30 años, brincar de trampolín en trampolín, cambiar de camiseta conforme convenga a sus intereses, usar todos los mecanismos a la mano para evadir la acción de la justicia.

El oportunismo hizo crisis y el panismo quedó exhibido como una caterva en descomposición.

Sin embargo en Morena sucede algo muy semejante, sobre todo cuando la presidenta electa Claudia Sheinbaum declaró que “los fundadores no ganan elecciones” y que es preferible ir con simpatizantes que tienen unos años de sumarse a su partido.

Sheinbaum parece no dimensionar la trascendencia de las convicciones y los principios ideológicos. Está rodeada de hordas de falsos militantes que únicamente aprovechan la ola guinda para ascender a cargos relevantes.

Ahí están los ejemplos indiscutibles: el ex priista, ex colosista y ex foxista Alfonso Durazo Montaño haciendo un papel desastroso al frente del gobierno de Sonora; el cachorro del tricolor oaxaqueño Alejandro Murat Hinojosa; el corrupto Javier Corral Jurado que ahora se cobija bajo el manto de Morena para evitar procesos penales en Chihuahua.

Tardará algunos años, pero veremos que este pragmatismo también hará crisis en Morena, tal y como sucede en el PAN de Marko Cortés. El partido lopezobradorista abrió la puerta al más descarnado oportunismo y la ambición.

En un momento de serenidad y reflexión Morena debería verse en el espejo de Marko Cortés para darse cuenta de que -tarde o temprano, en tres o seis años-, pasará por el mismo episodio.

Hoy son la fuerza hegemónica, pero no siempre será así. Luego de un sexenio son evidentes el desgaste y una acelerada, precipitada descomposición.

La llamada “Reforma Judicial” solo llegó a fracturar aún más a la sociedad mexicana. La violencia en Sinaloa, Chiapas, Durango y Michoacán desnudan las componendas entre grupos políticos y el crimen organizado; la colusión de algunos gobernadores es inocultable; la narcopolítica es un hecho inapelable.

AMLO cierra el sexenio con furor entre sus seguidores, pero con cuestionables resultados en economía (una inflación ascendente), un lastimoso sector salud (aún muy lejos de la prometida Dinamarca) y una seguridad pública colapsada desde Ciudad Juárez hasta la frontera con Guatemala.

El clientelismo que se consumó gracias a los apoyos sociales es el soporte del sexenio. Pero en las calles del país es evidente que no existe transformación alguna.

cupula99@yahoo.com