/ lunes 11 de noviembre de 2024

¿De Juan Trump a Donald López?

Hace no mucho tiempo el polémico exsecretario de Economía durante la administración de Enrique Peña Nieto, Ildefonso Guajardo, reveló que el nuevamente electo como presidente de los Estados Unidos Donald Trump tenía una singular simpatía por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, a quien de hecho llegó a referirse en un par de ocasiones “Juan Trump”, sin embargo con el pasar de los años y tras lo visto en las recientes elecciones en la Unión Americana, más que una mofa (como se tomó en ese entonces), pareciera que el también magnate neoyorquino realmente tenía en el radar el actuar del movimiento de Amlo, pues el pasado martes oficializó su regreso a la Casa Blanca con una victoria a lo 4T, con muchos más paralelismos con la elección del pasado 2 de junio en México de los que pudiéramos imaginar.

En primer lugar Donald Trump, al igual que López Obrador, venían de perder unas elecciones de una manera polémica por un margen muy estrecho (en 2006 y 2020), sin embargo ninguno reconoció su derrota y por el contrario, se llevaron a cabo protestas y altercados que generaron una narrativa de fraude electoral en donde no perdieron sino que les robaron la elección. Este suceso es importante si consideramos que de acuerdo al “Washington Post” la principal preocupación para las y los estadounidenses en esta contienda electoral era que la democracia estaba en riesgo, lo curioso es que cada bando pensaba lo mismo porque para cada bando el oponente significaba precisamente ese riesgo a esa democracia.

Es decir, los demócratas veían en Trump ese riesgo a la democracia tras el asalto al Capitolio en las elecciones pasadas, tanto como los republicanos veían en Kamala Harris a quien nunca distanciaron de Joe Biden y compañía, un riesgo a la democracia por haberle “robado” las elecciones a Donald Trump en el 2020, y si lo pensamos más a fondo, algo parecido sucedió en nuestro país con quienes decían que si ganaba López Obrador iba a terminar con la democracia mexicana, mientras los lopezobradisristas decían que el riesgo a la democracia eran precisamente partidos como el PRI y el PAN, que en el pasado les habían robado la elección en el 2006.

Otro aspecto interesante es que el populismo se ha confirmado como una tercera corriente política en nuestros tiempos y la corriente política de moda, pues mientras en décadas pasadas el eterno debate era entre izquierda y derecha, hoy en día el político populista es el que gana las elecciones sin importar si es de izquierda o de derecha, por ejemplo está el caso del propio Donald Trump, pero también otros como los de Javier Milei, Boris Johnson y el mismísimo López Obrador, que en el caso de Amlo y Trump, siguieron la misma ruta hacia el poder, polarizar a la sociedad entre buenos contra malos mediante un discurso maniqueísta, ganando más por sus movimientos sociales que por sus partidos políticos y vendiéndose como la única esperanza para su país, llegando a lo burdo con declaraciones como que solo le tomaría un día terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania por parte de Trump, o que desde su primer día como presidente se iba a acabar con la corrupción por parte de Amlo.

Sin embargo no podríamos entender la aplastante victoria del Lopezobradorato el pasado 2 de junio en México sin voltear a ver el pésimo papel que hizo la oposición, y es que una de las claves para la derrota de Kamala Harris es que la candidata demócrata se “xochilizó”, pues al igual que en el caso mexicano, mientras el contrincante proponía cuanta locura se le viniera a la cabeza, se mantenía en la conversación, seguía siendo noticia y para bien o para mal estaba proponiendo algo, ambas candidatas no ofrecían más que una sola cosa, no ser Amlo en nuestro caso o no ser Trump en el caso estadounidense, además de que de igual manera, ninguna de ellas supo cómo poner tierra de por medio para distanciarse de sus partidos (el demócrata, el PRI y el PAN), los cuales contaban con un descontento y rechazo social mayúsculo.

Otro paralelismo fue el voto oculto que terminó siendo la diferencia no entre una victoria o una derrota sino entre una victoria normal o una victoria contundente, y es que en ambos casos el voto oculto parecía que iba a beneficiar tanto a Xóchitl Gálvez en México como a Kamala Harris en los Estados Unidos, sin embargo la sorpresa fue que ese voto oculto fue para la Cuarta Transformación y el Partido Republicano, quienes sorpresivamente lograron convencer a sectores que bajo la lógica nunca habrían votado por ellos como los jóvenes y las mujeres, obteniendo así tanto Morena y aliados como el Partido Republicano un resultado que ni en sus mejores sueños hubieran imaginado, quedándose en ambos casos con la mayoría en el Congreso de la Unión o en la Cámara de Representantes allá, así como con una victoria aplastante en las gubernaturas que estaban en disputa.

Ahora, aunque bajo el discurso y modo de actuar puedan tener diversos paralelismos el Trumpismo y el Lopezobradorato, esto no garantiza bajo ninguna circunstancia una buena relación entre nuestra actual presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump, porque para prueba falta que se termine de concretar un último paralelismo, cuando López Obrador ganó bajo la premisa de ser un peligro para México la gente decía que era su forma de ser por la campaña, pero que ya en el poder sería un presidente moderado, tolerante y respetuoso de nuestras instituciones, nada más alejado de la realidad. Por otro lado cuando Sheinbaum gana la gente decía va a ser una presidenta conciliadora, que no iba a dejar que se aprobara la reforma al Poder Judicial o que cambiaría la estrategia de seguridad, pues llegó al poder y la violencia sigue atendida bajo la misma estrategia fallida y no solo no se detuvo la Reforma Judicial, sino que se implementó la Supremacía Constitucional.

Por lo que en base a lo anterior, sorprende cómo hay gente ahora que dice que Trump en realidad no va a hacer deportaciones masivas, no va a imponer aranceles, no va a intervenir para frenar el nearshoring en México, no va a declarar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas porque solo forma parte del discurso de la campaña, cuidado, más bien sería un buen momento para empezar a creer en los políticos, sobre todo a un político como Donald Trump a quien nuestro gobierno parece estar subestimando, a pesar de llegar con una etiqueta muy clara, un último paralelismo a su entonces homólogo de este lado de la frontera, ser un peligro para México.

Hace no mucho tiempo el polémico exsecretario de Economía durante la administración de Enrique Peña Nieto, Ildefonso Guajardo, reveló que el nuevamente electo como presidente de los Estados Unidos Donald Trump tenía una singular simpatía por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, a quien de hecho llegó a referirse en un par de ocasiones “Juan Trump”, sin embargo con el pasar de los años y tras lo visto en las recientes elecciones en la Unión Americana, más que una mofa (como se tomó en ese entonces), pareciera que el también magnate neoyorquino realmente tenía en el radar el actuar del movimiento de Amlo, pues el pasado martes oficializó su regreso a la Casa Blanca con una victoria a lo 4T, con muchos más paralelismos con la elección del pasado 2 de junio en México de los que pudiéramos imaginar.

En primer lugar Donald Trump, al igual que López Obrador, venían de perder unas elecciones de una manera polémica por un margen muy estrecho (en 2006 y 2020), sin embargo ninguno reconoció su derrota y por el contrario, se llevaron a cabo protestas y altercados que generaron una narrativa de fraude electoral en donde no perdieron sino que les robaron la elección. Este suceso es importante si consideramos que de acuerdo al “Washington Post” la principal preocupación para las y los estadounidenses en esta contienda electoral era que la democracia estaba en riesgo, lo curioso es que cada bando pensaba lo mismo porque para cada bando el oponente significaba precisamente ese riesgo a esa democracia.

Es decir, los demócratas veían en Trump ese riesgo a la democracia tras el asalto al Capitolio en las elecciones pasadas, tanto como los republicanos veían en Kamala Harris a quien nunca distanciaron de Joe Biden y compañía, un riesgo a la democracia por haberle “robado” las elecciones a Donald Trump en el 2020, y si lo pensamos más a fondo, algo parecido sucedió en nuestro país con quienes decían que si ganaba López Obrador iba a terminar con la democracia mexicana, mientras los lopezobradisristas decían que el riesgo a la democracia eran precisamente partidos como el PRI y el PAN, que en el pasado les habían robado la elección en el 2006.

Otro aspecto interesante es que el populismo se ha confirmado como una tercera corriente política en nuestros tiempos y la corriente política de moda, pues mientras en décadas pasadas el eterno debate era entre izquierda y derecha, hoy en día el político populista es el que gana las elecciones sin importar si es de izquierda o de derecha, por ejemplo está el caso del propio Donald Trump, pero también otros como los de Javier Milei, Boris Johnson y el mismísimo López Obrador, que en el caso de Amlo y Trump, siguieron la misma ruta hacia el poder, polarizar a la sociedad entre buenos contra malos mediante un discurso maniqueísta, ganando más por sus movimientos sociales que por sus partidos políticos y vendiéndose como la única esperanza para su país, llegando a lo burdo con declaraciones como que solo le tomaría un día terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania por parte de Trump, o que desde su primer día como presidente se iba a acabar con la corrupción por parte de Amlo.

Sin embargo no podríamos entender la aplastante victoria del Lopezobradorato el pasado 2 de junio en México sin voltear a ver el pésimo papel que hizo la oposición, y es que una de las claves para la derrota de Kamala Harris es que la candidata demócrata se “xochilizó”, pues al igual que en el caso mexicano, mientras el contrincante proponía cuanta locura se le viniera a la cabeza, se mantenía en la conversación, seguía siendo noticia y para bien o para mal estaba proponiendo algo, ambas candidatas no ofrecían más que una sola cosa, no ser Amlo en nuestro caso o no ser Trump en el caso estadounidense, además de que de igual manera, ninguna de ellas supo cómo poner tierra de por medio para distanciarse de sus partidos (el demócrata, el PRI y el PAN), los cuales contaban con un descontento y rechazo social mayúsculo.

Otro paralelismo fue el voto oculto que terminó siendo la diferencia no entre una victoria o una derrota sino entre una victoria normal o una victoria contundente, y es que en ambos casos el voto oculto parecía que iba a beneficiar tanto a Xóchitl Gálvez en México como a Kamala Harris en los Estados Unidos, sin embargo la sorpresa fue que ese voto oculto fue para la Cuarta Transformación y el Partido Republicano, quienes sorpresivamente lograron convencer a sectores que bajo la lógica nunca habrían votado por ellos como los jóvenes y las mujeres, obteniendo así tanto Morena y aliados como el Partido Republicano un resultado que ni en sus mejores sueños hubieran imaginado, quedándose en ambos casos con la mayoría en el Congreso de la Unión o en la Cámara de Representantes allá, así como con una victoria aplastante en las gubernaturas que estaban en disputa.

Ahora, aunque bajo el discurso y modo de actuar puedan tener diversos paralelismos el Trumpismo y el Lopezobradorato, esto no garantiza bajo ninguna circunstancia una buena relación entre nuestra actual presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump, porque para prueba falta que se termine de concretar un último paralelismo, cuando López Obrador ganó bajo la premisa de ser un peligro para México la gente decía que era su forma de ser por la campaña, pero que ya en el poder sería un presidente moderado, tolerante y respetuoso de nuestras instituciones, nada más alejado de la realidad. Por otro lado cuando Sheinbaum gana la gente decía va a ser una presidenta conciliadora, que no iba a dejar que se aprobara la reforma al Poder Judicial o que cambiaría la estrategia de seguridad, pues llegó al poder y la violencia sigue atendida bajo la misma estrategia fallida y no solo no se detuvo la Reforma Judicial, sino que se implementó la Supremacía Constitucional.

Por lo que en base a lo anterior, sorprende cómo hay gente ahora que dice que Trump en realidad no va a hacer deportaciones masivas, no va a imponer aranceles, no va a intervenir para frenar el nearshoring en México, no va a declarar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas porque solo forma parte del discurso de la campaña, cuidado, más bien sería un buen momento para empezar a creer en los políticos, sobre todo a un político como Donald Trump a quien nuestro gobierno parece estar subestimando, a pesar de llegar con una etiqueta muy clara, un último paralelismo a su entonces homólogo de este lado de la frontera, ser un peligro para México.