Laura Angélica Bárcenas Pozos
Cuando estudié para ser profesora de educación media básica en una escuela normal, varios de mis profesores hicieron referencia a que un docente de educación media básica, que es el nivel de secundaria y que posteriormente pasó a ser parte de la educación básica;
las y los docentes teníamos la tarea de formar, más que de informar, pues las mentes y los corazones de las y los estudiantes en este periodo de la vida están en formación. Con esa idea hice mi práctica docente todos los años que me desempeñé como profesora
de secundaria, pues las y los adolescentes están tomando por primera vez muchas decisiones que definirán su vida futura. Desde el primer noviazgo, el primer beso, las primeras salidas con los amigos, la primera fiesta, hasta la primera relación sexual. En
este sentido, me parece que las y los profesores cumplimos una tarea sustancial para que esas decisiones sean lo más asertivas posibles.
Sin embargo, en los últimos días nos hemos enterado que en la escuela secundaria Blandina Torres de Marín los padres de familia se organizaron después de que una estudiante de solo 13 años de edad denunciara que el profesor de educación física la había tocado
indebidamente y en partes no permitidas como los senos en más de una ocasión, incluso recibió la propuesta de tener una relación sexual con el profesor y otra mujer. Al asistir a la escuela para confrontar al docente, los padres de familia de esta estudiante
se encontraron que estaba siendo protegido por las autoridades escolares y otros casos salieron a la luz, no sólo de este docente, sino de cinco profesores más, entre otros, el prefecto que citaba a las estudiantes en su oficina para tomarlas de la cintura
y proponerles que tuvieran relaciones sexuales.
Sé bien que soy una mujer de 60 años y que cualquiera puede pensar que lo que aprendí en la escuela normal está caduco, pero los principios morales no pasan de moda y deberíamos tener en consideración que la labor de las y los docentes es la enseñanza y la
formación de nuestras y nuestros estudiantes. Tendríamos que hablar con ellas y ellos, del estado de putrefacción en el que está nuestra sociedad, para que se cuiden y tomen mejores decisiones y no estarlos acorralando contra la pared para que esta sociedad
se siga pudriendo. Estos sujetos, a los que me niego a seguir llamando “docentes”, tienen una calidad moral deteriorada a tal grado que están corrompiendo la mente, el corazón y el cuerpo de nuestras y nuestros adolescentes.
Si ellas y ellos son dañados en su integridad, en el futuro serán personas que funcionarán muy poco como adultos, o harán más de lo mismo, dañando a las jóvenes generaciones. Estamos en un círculo vicioso que es urgente romper para que no sigamos perpetuando
el daño emocional y corporal que estamos haciendo los adultos con nuestras niñas, niños y adolescentes. Un daño que es de hecho y de fondo. Lastimamos sus cuerpos, pero también lastimamos sus mentes y sus corazones, pervirtiéndolos para siempre.
Y estoy hablando en plural porque pienso que todos los adultos somos responsables, unos porque hacen el daño directamente, sin considerar el efecto de sus acciones y otros porque nos estamos callando y viendo el daño sin actuar. Pues no pude dejar de pensar
en el caso que se dio hace no tanto tiempo en el estado de Querétaro, en un Preescolar, donde la directora recibía dinero, por cada niño que prestaba para que les tomaran fotografías sensuales. Las niñas y los niños eran extraídos de la escuela sin consentimiento
de los padres y eran objeto de fotógrafos, manejadores de páginas web y hasta de pederastas que consumían estas fotografías. Hasta que algunos pequeños comentaron a sus padres lo que sucedía y estos tomaron acciones para denunciar.
Hubiera pensado que después de este delicado hecho, las autoridades legales y educativas, habían tomado medidas para que esto no sucediera más. Pues al interior de las escuelas y por quien, se supone, debe cuidarlos, están siendo afectados y dañados de por
vida nuestras niñas, niños y adolescentes. Por eso en este pequeño artículo pido que la SEP se haga cargo de quiénes están en las escuelas y valore la calidad moral de quien recibe una plaza. En este sentido los sindicatos magisteriales también deberían estar
involucrados pues son quienes asignan las plazas.
Este problema de dimensiones inmensas, por los efectos a futuro que puede tener en la sociedad, no sólo es responsabilidad de quien toma la decisión de abusar de las niñas, niños y adolescentes (aunque son los principales responsables), ni de las y los directores
y subdirectores que no deciden quién trabaja en la escuela que dirigen, ni de las niñas, niños y adolescentes que aún no han madurado suficientemente para discriminar entre una propuesta honrosa de otra abusiva, ni las madres y padres de familia que no pueden
estar detrás de sus hijas e hijos cuando están en la escuela, sino que deben asumir y compartir esta responsabilidad las autoridades de la SEP y los sindicatos magisteriales que son quienes deciden quién trabaja en una escuela y empezar a valorar de otras
formas si los candidatos tienen la suficiente calidad moral para encargarse de la formación de niñas, niños y adolescentes.
Pero mientras esto sucede, espero que a las y los docentes que han abusado de la confianza que padres, madres, estudiantes, y sociedad en general ha puesto ellas y ellos para la formación de las generaciones jóvenes, reciban el trato legal y penitenciario que
merecen por mancillar el cuerpo, la mente y el corazón de niñas, niños y adolescentes.
La autora es académica e investigadora, especialista en educación de la Ibero Puebla.