Hoy, en esta entrega pre navideña y pre campañera, quiero hacer alusión a uno de los más grandes estadistas de nuestro planeta, un hombre que con una rara habilidad predictiva y una interminable reserva de sangre, sudor y lágrimas, logró elevar la moral de que sostuvo una nación hasta la victoria aliada.
Winston Churchill, un hombre que en los albores de los álgidos 40’s sostuvo con lo que le quedaba de salud el movimiento de un estado-nación completo, un hombre que aún en la polémica personal y su variante popularidad, logró ser quien sólidamente dio el rumbo necesario a una potencia europea en uno de los tiempos más obscuros del viejo continente.
Pero, ¿Cuál es la razón de que convoque a un extranjero para traerlo a nuestras tierras poblanas?, ¿Cuál es el motivo de hablar de alguien que enfrentó la cortina de hierro?, la respuesta está en el origen, está en el pacto democrático original que llevó a alguien a ser recordado como uno de los monumentos al estadista.
Sir Churchill no era precisamente lo que el Reino quería, pero era exactamente lo que requería. Puesto que entre sus muchas habilidades se encontraba un fiero liderazgo y una analítica capaz de profetizar las estratagemas de los adversarios. Profecías e ideas que de principio fueron consideradas disparatadas por los militares, se convirtieron en realidad y sorprendieron a todos por la clarividencia y precisión con la que habían sido formuladas.
En su momento como primer ministro –en una carrera militar, periodística y política en demasía fructífera- mantuvo el ánimo y motivación del reino, para hacerle frente al fascismo del líder nacionalista alemán.
Un hombre que marcó la historia desde la elección de un pueblo que sabía lo que requería, lo cual refiere a la primera pregunta de unos párrafos atrás. ¿Por qué llamar al recuerdo a un extranjero?, habrá que traerlo al presente debido a que nuestro país, si bien no está en amenaza de guerra, sí está en un momento clave de su desarrollo.
Estamos ante el parteaguas de lo que somos y lo que queremos ser, estamos en ese punto donde la venidera decisión va a marcar entre el buen o mal andar nacional, estamos frente a la promesa mesiánica o ante una coyuntura que promete progreso. Estamos cada día más cerca de elegir entre gritos o progreso.
Y en un comparativo con ese Reino Unido de antes de la primera mitad del siglo pasado con nuestro estado, ¿Qué hubiese pasado si en vez de Winston hubiese sido otro?, ¿Qué hubiera ocurrido si la corona y el parlamento inglés hubiesen continuado con la política fallida de reducir asperezas con el tercer Reich?, ¿El mundo seguiría libre o la amenaza se hubiera cristalizado en realidad?
Esa es la importancia de elegir bajo un perfil. Sabemos lo que México necesita, sabemos perfectamente lo que Puebla necesita. Es clara la necesidad, pero el punto toral es ¿A qué – o quién- se la encomendamos?, ¿Creemos en el grito descabellado?, ¿Creemos en la doble moral del agandalle? o ¿Creemos en la promesa de alguien forjado en el conocimiento y los resultados? La respuesta, mis estimados lectores me parece obvia.
En esa obviedad habrá que mantenerse, puesto que en nuestra patria de tres colores el tiempo de los improvisados tiene tiempo que llegó a su fin. El proyecto nación que proponemos requiere Estudios, Experiencia y Resultados, pues cómo lo he expresado en anteriores entregas, para potenciar un proyecto hasta realidades, habrá que mantener concordancia de perfiles para lograr dar con la búsqueda de alcanzar lo que queremos ser.
A mi más humilde parecer, nuestro México requiere del último empuje que cristalice esa Generación Diferente que entienda de los preceptos y valores que se requieren, una generación que alejada de la improvisación, evite que la parafernalia incendiaria revoque el más grande sueño nacional, de dar con conciencia hasta las últimas gotas de sangre, sudor y lágrimas en lograr algo que nos rebasa, que es esa vocación de hacer patria.
*Coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED).