Para nadie es una sorpresa el saber que la humanidad atraviesa momentos complicados que afectan la estabilidad social, económica, política y ambiental de las diferentes naciones a lo largo del planeta.
Este panorama desalentador, no sólo ha sido provocado por la pandemia de Covid-19, de la cual no terminamos de salir, sino que es resultado de una serie de factores vinculados al desgaste de un modelo que privilegia la desigualdad social.
El impacto del daño ambiental en el planeta no es ajeno a estas circunstancias. De acuerdo al investigador de la Universidad de Cambridge, Martin Geissdoerfer, el modelo lineal de producción y consumo que se utiliza en la actualidad ha generado problemas ambientales como contaminación y uso excesivo de la tierra y campos, agua, aire, la pérdida de diovidersidad, entre otros factores.
Para Mark Esposito, de la Universidad de Harvard, este modelo lineal está basado en tomar, hacer y desechar, es decir, producir bienes derivados de materias primas, distribuirlos para que los consumidores los adquieran y después utilizarlos, se desechen los materiales sobrantes limitando que estos sean reutilizados.
Este mal uso de materias primas y la alta demanda de los consumidores han derivado en devastadores fenómenos metereológicos a lo largo y ancho de la faz de la tierra como huracanes, ciclones, lluvias, sequías extremas e inundaciones, en resumen, lo que hoy conocemos como cambio climático.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la contaminación mata a 8,8 millones de personas al año en el mundo.
Sólo en Latinoamérica, cada persona produce un kilo de basura al día y la región en su conjunto, aproximadamente 541 mil toneladas diarias, lo que representa alrededor de un 10% de la basura mundial.
En México, el panorama no es diferente, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) en 2019 se generaron más de 44 millones de toneladas anuales de residuos y para el 2030 se contempla se produzcan 65 millones. Aproximadamente el 90% de estos residuos termina en tiraderos a cielo abierto o rellenos sanitarios, en su mayoría mal operados o que no cumplen con la normatividad.
En este sentido es que se vuelve urgente buscar alternativas que ayuden a generar una relación más equilibrada y responsable con el aprovechamiento de los recursos.
Una de ellas está en la sustentabilidad y lo que se denomina “economía circular”, que aunque no es un concepto nuevo, ha ganado gran popularidad en los últimos años, como estrategia para reducir el daño ambiental y promover el desarrollo sustentable al utilizar y aprovechar al máximo los recursos.
La economía circular (EC) se conoce desde 1966, con la teoría de Kenneth Boulding y el análisis de los flujos de la materia. A finales de los 70 tomó relevancia cuando Walter Stahel desarrolló el enfoque “bucle cerrado” en los procesos de producción y fue impulsando el modelo, el cual impulsó en colaboración con la Fundación Ellen McArthur.
Este modelo se emplea como estrategia para reducir el daño ambiental y promover el desarrollo sustentable al utilizar y aprovechar al máximo los recursos, ya que promueve el aprovechamiento de los productos durante su ciclo de vida, desde las materias primas, cadenas de suministro, consumo y después de su uso convertir los desechos en nuevas materias.
En nuestro país, a penas el mes de noviembre del año pasado, el Senado de la República aprobó el proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de Economía Circular. Esta ley busca que el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan vigentes dentro del ciclo económico durante el mayor tiempo posible, para así reducir al mínimo la generación de residuos.
De acuerdo a esta Ley, la economía circular es un sistema económico cuyo postulado es conseguir que los productos y sus componentes mantengan su utilidad y valor, constituyendo un círculo continuo de desarrollo sustentable en la conserva y mejora del capital natural, optimización y mínima utilización de los recursos finitos.
A pesar de estas acciones, los avances en la materia aún son relativos. Todavía falta mucho que hacer para allanar el camino hacia la calidad ambiental, el crecimiento económico y la equidad social.
Es por ello que es necesario que todos los sectores de la sociedad nos sumemos para hacerlo posible, no sólo el industrial. Si bien hoy estamos encontrando en la economía circuar una alternativa productiva más sustentable, no podemos perder de vista que sin importar cual sea nuestra trinchera, sí podemos aportar un granito de arena a la causa.
Incluso desde nuestro propio hogar podemos adoptar este modelo, evitando generar residuos de un solo uso y sobre todo haciendo conciencia que el cuidado al planeta es la alternativa más necesaria que tenemos en nuestras manos.