Eduardo Rivera Pérez, el Partido Acción Nacional y todos los candidatos de la alianza Va por México que competirán en las próximas elecciones en Puebla están en serios problemas.
Los números de la encuestadora Más Data reflejan apenas un esbozo del fenómeno preelectoral que se ha gestado en el municipio de Puebla a partir de la combinación de dos importantes factores: el ascenso de Morena como consecuencia de las estrategias políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador y el estancamiento del blanquiazul y sus partidos aliados por culpa de una deficiente comunicación con los electores.
Si en la capital del estado se han descompuesto las condiciones de competencia para el PAN, como expone el estudio de opinión de la firma de José Zenteno, de probada y sobrada credibilidad, imagine en el resto de los municipios.
¿Qué acontecimientos han sucedido para modificar un escenario que hasta hace poco se miraba favorable para el panismo en un contexto de rechazo al partido presidencial por el mal desempeño de sus gobiernos locales, sobre todo en las zonas urbanas del estado?
La respuesta a esa interrogante no es de autoría exclusiva del autor de esta columna, sino que se apoya en conversaciones sostenidas con especialistas políticos que observan y estudian el proceso electoral desde su arranque y que no están contaminados por ninguna preferencia partidista.
Vea usted.
Entre los meses de diciembre y marzo creció la intención de voto por Morena, debido a tres factores.
Primero, por la propaganda institucional empleada por ese partido y empatada con el discurso presidencial en contra del frente opositor Todos Unidos contra Morena (Tumor).
Los spots elaborados para desacreditar a la coalición Va por México cumplieron con creces su objetivo.
“Hoy PRI, PAN y PRD por fin se quitan la máscara y se unen en una perversa alianza electoral”, denuncian los mensajes en video para rematar con un contundente “extirpemos el tumor de la corrupción… Morena, la esperanza de México”.
Segundo, por el ejército de “servidores de la nación” (en los comicios presidenciales de 2018 fueron promotores del voto) que administran los programas sociales del gobierno federal y difunden sus beneficios en tierra, con la gente que los recibe.
Apenas el fin de semana López Obrador se colgó una nueva medalla en esto de lucrar con las políticas asistencialistas, en beneficio propio y de su partido, al reducir de 68 a 65 años la edad para que los adultos mayores reciban la pensión universal y anunciar que les duplicará el monto “obsequiado” en un periodo de tres años, para pasar de tres mil a seis mil pesos bimestrales.
Por supuesto, acaba de dar más elementos a esos “servidores de la nación” para promover las bondades de su gobierno y, de paso, las ventajas de volver a apoyar a los candidatos de su partido en las urnas.
Y tercero, la aplicación de las vacunas contra la covid-19.
Incluso con el caos y la desorganización exhibida durante la aplicación de la primera dosis para personas de la tercera edad, la gente termina agradecida por quedar liberada del peligro de muerte que le ha significado la pandemia.
Esos tres factores han elevado la intención de voto del partido en el poder y beneficiado a cualquiera que hoy se presente como su candidato.
Por eso, en el caso del municipio de Puebla, todos los encuestados quedaron por arriba de Eduardo Rivera Pérez: Claudia Rivera, Gabriel Biestro, Alejandro Carvajal y el “Chelís”.
Sin embargo, y aquí es donde llega la llamada de atención para el PAN y sus partidos aliados, no todo ha sido responsabilidad de los aciertos presidenciales.
Panistas, priistas y perredistas no han emprendido una buena estrategia de comunicación política.
Ni siquiera han podido explicar a los electores las presumibles ventajas de sufragar por la alianza Va por México, o Va por Puebla, según sea el caso.
Parece que se han conformado con ser los beneficiarios del voto de rechazo a Morena, lo cual es un error.
Los antimorenistas, que son muchos, necesitan más motivos que el mero repudio a la cuatroté para dejar la comodidad del hogar y acudir a las urnas.
Una parte irá a manifestar el voto de castigo, sin duda, sin importar quién es o qué haya propuesto el candidato opositor al que le regalará el sufragio, pero otra no lo hará si no se le ofrece una alternativa de gobierno atractiva y viable para tratar de resolver los problemas de su comunidad.
Los antimorenistas de esta última parte pasarán a engrosar las filas del abstencionismo y mermarán las posibilidades de triunfo de la alianza opositora.
Junto con esa incapacidad para conectar con los ciudadanos, PAN, PRI y PRD se han dedicado a gestionar conflictos internos por la designación de candidaturas, como pasó durante meses con Rivera Pérez y Genoveva Huerta Villegas y como sucede ahora mismo con las impugnaciones de Pedro Gutiérrez Varela y el desconocido Ricardo Gali Saucillo.
Esas peleas distraen, desgastan y disminuyen la capacidad de competencia.
Por último, los abanderados de esta alianza opositora, liderada por Huerta Villegas, Néstor Camarillo Medina y Carlos Martínez Amador, resultaron ser más de lo mismo, tanto aquellos que irán por presidencias municipales como los que contenderán por diputaciones federales y locales.
La “perversa alianza”, como la denomina López Obrador, no ofreció caras nuevas a los electores.
Otro error que podría pagar caro.
El pequeño respiro que les queda a los opositores de Morena tiene que ver con el propio huésped de Palacio Nacional.
¿Cuánta de la intención de voto que registra hoy el partido guinda se convertirá en votos reales el día de la jornada electoral?
Los especialistas aseguran que, en todas las mediciones previas a unos comicios que no llevan a López Obrador como candidato, Morena termina por obtener menos votos de los estimados en las encuestas.
Un dato alentador para el PAN que no necesariamente lo invita a tomarse la contienda como un día de campo, como lo había hecho hasta hace unos días.
Los resultados sobre preferencias electorales en el municipio de Puebla, obtenidos por la encuestadora Más Data y dados a conocer en esta columna la noche del domingo, causaron escándalo en el PAN, partido en el que dirigentes, candidatos y militantes se dividieron en dos bandos, el de quienes desacreditaron e ignoraron los números por ser inferiores a los de Morena y el de aquellos que se los tomaron muy en serio, conduciéndose al extremo de la preocupación.
Si es usted parte interesada, quédese en el segundo bando.
Actuará en consecuencia y tendrá más posibilidades de salir victorioso en la contienda.
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