Los panistas se olvidaron de su lógica y origen, traicionaron su ideología y sus principios para maquillarlos de oposición patriótica y así, incurrir en esas prácticas burdas que garantizan la compra de conciencias y lograr la movilización en forma de voto libre y “secreto”.
Este domingo el PAN terminó de ponerle el penúltimo clavo a su ataúd para solo esperar el tiempo de negociar su obediencia e impunidad a cambio de no ser investigados, perseguidos y sancionados por el nuevo régimen.
Son muchas las cuentas públicas que están pendientes para su aprobación, son muchas las carpetas que también se han abierto para investigar a los carteles inmobiliarios, desvíos millonarios de recursos públicos y un sin fin de negocios ejecutados desde el amparo del poder temporal.
Con todo ello, la nueva dirigencia del albiazul tiene retos y preponderancias muy bien definidas.
Los desafíos primarios tendrían que ser abrir el partido a nuevos liderazgos y sangre joven que está a la espera de una oportunidad, el segundo reto es recuperar la confianza de militantes y simpatizantes y por último, decidir si siguen aferrados a su alianza con el PRI para intentar recuperar estados, municipios y curules en las elecciones del 2027.
Sin embargo, las prioridades van por delante y estas no serán de ninguna manera defender a la patria o ser la voz incómoda para el gobierno todo poderoso. La encomienda número uno es tejer a toda prisa una especie de poncho remendado para intentar cubrir del nuevo régimen a los ex gobernadores, ex alcaldes y por supuesto, a las ex candidatas y ex candidatos que sufrieron el pasado 2 de junio, la derrota electoral y económica.
Un emblemático ex panista me comentó horas antes de la votación de este domingo, que las nuevas dirigencias tomaron por asalto y desde hace varios años el control del partido, para, desde la máxima posición, negociar y garantizar posiciones políticas a familiares y cercanos, vender candidaturas, cargos, plazas y hasta puestos de modesto perfil en las dirigencias estatales y municipales mantenidas desde el erario público.
Incluso mi encanecido interlocutor fue más allá y me aseguró que esta renovación solo era el pretexto para seguir evocando a un espíritu democrático que ya no existe en el PAN; “estas votaciones están compradas porque hay muchas cuentas pendientes que se tienen que negociar con el poder”, me aseguró.
El tufo del abuso los delata y no de hoy. Los simpatizantes y muchos militantes lo detectaron, lo señalaron y hasta lo denunciaron una y otra vez obteniendo como respuesta un portazo en la cara; desde la cúpula panista los fueron apartando del partido y de manera despreocupada les fueron cerrando los espacios de participación.
Otra veterana consejera poblana, también me comentó reflexiva que el PAN comenzó a perder su identidad y consistencia cuando el poder les llegó de la mano de ese ranchero insolente de apellido FOX, “cuando comenzamos a probar las mieles del poder, nos olvidamos de nuestra lucha y de nuestra identidad… de repente, ya estábamos en la presidencia, sin un plan, sin un proyecto serio para ejercer el poder con una ideología distinta a la del desgastado y desprestigiado PRI… fuimos muy buenos desde la oposición pero resultamos muy torpes en el poder”.
Previo a la elección de este domingo, también platiqué con Adriana Dávila, quien buscó llegar a la dirigencia nacional del PAN para, según ella, intentar recuperar al partido y reencauzar el espíritu cada vez más apagado de Manuel Gómez Morín.
Ella me aseguró que el desprestigio y el descaro se instalaron al interior de esta fuerza política y que aún ganando sería una labor titánica remover el tumor de la corrupción y la complicidad de panistas “encumbrados” en la cima del fracaso.
Adriana tiene razón en sus afirmaciones, el descaro se apoderó del PAN y el mejor ejemplo es ella, pues las 4 plurinominales que alcanzó, lo hizo por designación, al igual que su candidatura a gobernadora.
Aun así, para Adriana Dávila, la única forma de salvar al PAN es dejando atrás esa borrachera de poder y abusos cometidos desde hace más de una década para abrirse a la crítica de los militantes ignorados por años.
“Si gano, tenemos que escuchar a una militancia indignada y decepcionada, no habrá manto protector para quienes abusaron desde el partido, tendrán que rendir cuentas y enfrentar sus consecuencias porque no seremos moneda de cambio, el PAN tendrá que someterse a una dolorosa purga de malos consejeros y militantes que tienen muchas explicaciones que ofrecer... si pierdo, será porque la enfermedad está muy avanzada y son más lo que se quieren salvar aún a costa de 85 años de historia panista…”
Con los números, la participación y la “decisión” que los panistas tomaron este domingo, está claro que los privilegiados y sus incondicionales decidieron sacar de la caja de herramientas, el martillo y algunos clavos para entregarse al nuevo régimen en un cajón lo menos incómodo posible.
Aun en esa posición, han decidido quedarse con el mazo en la mano porque saben que el último clavo vendrá con el inevitable recorte de prerrogativas ya contemplado por el nuevo gobierno y claro, con las elecciones intermedias del 2027 por ahora no importan, lo urgente es tener con qué cubrirse en los próximos dos años.