/ lunes 1 de julio de 2019

El conocimiento de las normas jurídicas básicas de la sociedad



El concepto de Legalidad presupone el ejercicio de los derechos y las obligaciones de los miembros de una sociedad; el modelo adecuado de impartición, procuración y administración de justicia; así como la aplicación de las modificaciones sustantivas de la Constitución, a lo largo de los años, en fechas recientes y en el futuro.

Es por ello que aunque cada miembro de la sociedad no comprenda en términos técnicos, debe conocer las normas jurídicas básicas que determinan la organización fundamental del Estado; entender sus alcances, sus límites, las sanciones a que puede hacerse acreedor en caso de no cumplirlas y las autoridades encargadas de crear las leyes, ejecutarlas y solucionar las controversias o las que surjan de su aplicación.

Así, es que estoy seguro de que necesitamos comprender los motivos de creación de nuestras leyes, su función normativa, los beneficios sociales, económicos y políticos que conlleva cumplirlas. Por ello, y después del entendimiento y comprensión las leyes deben ser respetadas por todos, gobernantes y gobernados, en todo momento, en todo lugar y en todos los casos.

Con ese conocimiento, alcance, preocupación y aplicación es que el hombre debe trabajar y luchar para que el Gobierno actúe con igualdad y respeto el uno al otro; luchar para que con el conocimiento y difusión de las leyes y programas sociales se erradique la pobreza, la injusticia, desigualdad y discriminación que se vive, se respeten los derechos, se cumplan las obligaciones, y de esa forma se reestablezca un justo equilibrio entre las entidades que no cuentan con ninguna fuente de trabajo y en los lugares en donde hay sobreexplotación de mano de obra barata; en donde hay discriminación racial; donde no hay un respeto para la mujer y donde tratan como objetos a los menores de edad, sin entender que estos últimos crecen con una noción errónea sobre la educación democrática, la Constitución, el Gobierno, instituciones, cultura de la legalidad y sobre todo la formación de nuevos y verdaderos ciudadanos.

Urge esa formación, desde pequeños, no sólo en el área de las instituciones educativas, sino moral, cívica, social y familiar; así como la recomposición de los hoy denominados “ciudadanos” pues es difícil que un adulto con la formación y experiencia de toda una vida tenga la disposición y deseo de hacerlo; sin embargo, los hijos, sobrinos, nietos pueden incentivar para lograrlo.

Sabiendo que todos somos diferentes pero miembros de una misma sociedad y sobre todo Nación, debemos ser consciente de que cuando se cree en la diversidad, necesariamente se debe creer en el diálogo, como elemento que transforma la realidad y que evita caer en la uniformidad que a nada conduce.