/ domingo 15 de octubre de 2023

El mundo iluminado | Sombras y reflejos

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Somos animales, nos ubicamos en la clase de los mamíferos, en el orden de los primates y en la familia de los homínidos. Como especie, recibimos la denominación de “Homo sapiens” debido a que nuestra fortaleza está en nuestro intelecto. La palabra “sapiens” viene del latín sapere, que significa “saber” y “percibir”. En este sentido, el homo sapiens es el homínido que destaca por su conocimiento y por su capacidad para crear ideas abstractas que pueden o no hacerse concretas. Nuestra especie señorea en este mundo porque sabe y percibe mejor que cualquier otra su entorno. Gracias a que hemos creado diferentes lenguajes podemos comunicarnos de incontables maneras. Por el lenguaje nos relacionamos y por el lenguaje es que somos. Le hemos dado un nombre a todo lo que nos rodea, pues las cosas existen hasta que son nombradas, y cuando descubrimos nuevas especies animales y vegetales, minerales, así como lugares, podemos otorgarles sin dificultad una forma para ser llamados, pues nuestra especie inventa como ninguna otra. Somos el único animal que lo sabe todo, o al menos nos gusta creer que es así.

Pero nuestro intelecto no es nuestra única fortaleza, pues tenemos también cinco sentidos externos: vista, olfato, gusto, oído y tacto, los cuales nos permiten percibir nuestro entorno, así como pensarlo y razonarlo. Todo pensamiento y razonamiento ocurre siempre al interior de nosotros, específicamente en nuestro cerebro, de lo cual deducimos que los estímulos se viven en lo externo mediante los sentidos, pero se comprenden en lo interno gracias al pensamiento y a la razón. Por lo anterior, es que los antiguos griegos añadían tres sentidos internos al ser humano: la estimativa, la fantasía y la imaginativa, los cuales son fundamentales para la conformación de un concepto en el que podríamos encontrar nuestra salvación o derrota: el de la imagen.

La palabra “imagen” viene del latín imago, que significa “copia” o “imitación”, pues toda imagen es siempre una copia o imitación de la realidad. La imagen no es lo real, pero parece serlo y por ello es que nos cautiva tanto. Como animales, nuestro sentido más desarrollado es el de la vista, la cual quizás no tenga un alcance tan profundo como el de las águilas, pero sí es superior en tanto que podemos captar un número considerablemente mayor de colores, texturas y formas, sin olvidar, claro está, el favorecedor respaldo de nuestras redes neuronales.

Como homo sapiens, es decir, como homínidos intelectuales, nos debemos a nuestra vista, a lo que vemos, y, por tanto, a las imágenes. No es difícil de corroborar lo anterior, basta con revisar la publicidad que nos rodea o con analizar el uso que le damos a nuestros dispositivos electrónicos para darnos cuenta de que si nos tienen atrapados es porque nos han seducido mediante un bombardeo continuo de imágenes que no son la realidad, pero que parecen serlo y nosotros, débiles animales a pesar de nuestro desarrollado cerebro, lo creemos, pues si bien todos los homo sapiens tenemos inteligencia, no es la misma la que se manifiesta en cada uno de nosotros, sino que dependerá del del esfuerzo al que hayamos sometido a nuestras neuronas.

Con respecto a la imagen, se hacen dos menciones importantes de ésta que es necesario recordar y explicar. La primera de ellas es del año 900 a. C., aproximadamente, y aparece en el libro de Génesis, capítulo 1, versículo 26: «Y dijo Dios: haré al hombre a mi imagen y semejanza». Debido a su complejidad, es mucho lo que puede decirse del versículo anterior, sin embargo, apuntemos solamente lo siguiente: El versículo no debe tomarse en un sentido literal, debido a que no es el “original”, sino una traducción en español que se ha hecho del hebreo. En el versículo hebreo no aparece la palabra “Dios” como tampoco “hombre”, sino que, en su lugar, están los términos “Elohim” y “Adam”, el primero significa “Divinidad”, mientras que el segundo significa “ser humano”. Cabe aclarar que estos significados en español son aproximados, pero dejan ver que en hebreo, la cuestión de la imagen y semejanza es diferente, pues, mientras que en español parece predominar una concepción masculina, en hebreo es impersonal la cuestión de la imagen y semejanza, sobre todo si consideramos que el “Adam” que en este versículo se menciona no es el “Adán” varón, sino el “Adam Kadmón”, es decir, el “Ser humano supremo”, el cual, de acuerdo a los textos hebreos, era masculino y femenino al mismo tiempo. Para cerrar esta idea, lo que Elohim (la divinidad) hizo a su imagen y semejanza fue un Adam Kadmon, es decir, un ser que no era Dios, pero tampoco humano.

La segunda mención importante de la imagen es del año 400 a. C., aproximadamente, con el filósofo Platón, es decir, 500 años después del Génesis. El filósofo griego dejó sus ideas en un conjunto de Diálogos en los que aborda todos los temas esenciales de la vida humana, incluido el de la imagen. En su Diálogo “La república” dice de la imagen: «Llamo imágenes, en primer lugar, a las sombras y, en segundo lugar, a los reflejos que se forman en el agua y en toda superficie que es compacta, pulida y brillante, como los espejos y a otras cosas semejantes». Lo que Platón nos está diciendo es lo mismo que ya habíamos mencionado: que toda imagen, por muy real que parezca, no es lo real, sino su copia. Platón nos dice lo anterior porque él afirma que la sociedad se satisface consumiendo imágenes que da por verdaderas, Platón pone como ejemplo las sombras y los reflejos en el agua y en los espejos, pero podríamos actualizar su propuesta si pensamos (porque somos homo sapiens) en las imágenes que abundan en los medios de comunicación y en los dispositivos electrónicos y que la sociedad confunde con la realidad.

La superioridad de nuestra especie está en sus capacidades de pensamiento, o al menos, idealmente así es, pues en la realidad, a veces los actos humanos hacen pensar lo contrario, y es que el hecho de que el homo sapiens posea un cerebro desarrollado no significa que sepa cómo utilizarlo ni explotarlo a su favor, de ahí que pueda ser fácilmente seducido y confundido por imágenes que parecen ser lo real, pero que, como nosotros, no son más que sombras y reflejos.