/ domingo 22 de octubre de 2023

El voto: de derecho a obligación

A 70 años de distancia se puede apreciar mejor el significado del 17 de octubre de 1953, cuando el presidente Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales que dieron pie al goce de la ciudadanía plena para las mujeres mexicanas; aunque sería dos años después cuando por primera vez entraran a las urnas a emitir su voto en la elección federal. Sin romantizar, el voto fue una especie de concesión dado el contexto de la época, otra lucha vendrá después.

La época de la gran revolución cultural en los 60s llegó para transformar profundamente la vida de las mujeres en el mundo. En México, la democracia, al igual que en otras latitudes del continente avanzó en el plano electoral, pero no precisamente para que la mujer ocupara espacios de representación; eso llegará después, con la paridad en la reforma electoral de 2019, cuando el Senado de la República aprobó el proyecto de decreto por el que se reforman los artículos 2, 4, 35, 41, 52, 53, 56, 94 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En el entendido de que toda la lucha de finales del siglo XX fue para que llegara la Democracia con todos sus beneficios, al menos en la propuesta teórica, la realidad es que el derecho a la participación política de la mujer, si se reduce sólo al voto, se aprecia como triunfo pírrico. Sin embargo, otros derechos de la mujer sí han tenido grandes alcances: derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la vida libre de violencia, los derechos sexuales y reproductivos. Bueno, al menos en la letra de la ley.

Ciertamente la Democracia no es un sistema acabado, está en permanente modelación, de acuerdo con cada cultura y en respuesta a cada tiempo histórico. Mitchell (1971) con su criterio de autoconciencia de grupos, Habermas (1998), exponente de la democracia deliberativa, refuerzan la estructura de la democracia con participación social; frente al feminismo radical de Chantal Mouffe de mediados de los ochenta que anuncia los nuevos feminismos que se asoman para el siglo XXI y con ello la lucha de la mujer en los ambientes políticos.

En las relaciones sociales existen situaciones de dominación que deben debatirse en razón de la libertad y la igualdad por ello, apostar en orden a la equidad es lo que proponía la politóloga belga. Una propuesta muy compleja pero que ciertamente puede verse a plenitud ahora mismo. Aportó también una reflexión más: el enemigo no existe en la política, sólo el adversario, porque se combaten las ideas nunca sus derechos. Pero ¿quién quiere participar en política donde se tergiversa este criterio? Pareciera que se quiere exterminar el derecho del político para estar en contra de una propuesta del contrario y se pretende eliminar los derechos primigenios.

Tal parece que estamos en un medio adverso a la participación política, porque si alguien alza la voz en contra de la elección de los jueces por voto directo, entonces es estar en contra de un proyecto del partido en el poder, como si la democracia representativa fuera la garantía de eficiencia y eficacia. Sólo ver el poder ejecutivo a lo largo de la historia del país.

Así entonces, hay muchas mujeres y hombres que llegarán a votar atendiendo a una obligación tal vez, pero no necesariamente para ennoblecer un derecho democrático. Esperemos que la participación política de la mujer no sea sólo una acción afirmativa, sino un ejercicio de plena conciencia en los círculos políticos.


*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com