Normalizar homicidios con la justificación de que estos se cometen entre integrantes de grupos delictivos o bandas del crimen organizado es un hecho que se ha vuelto común entre los gobernantes. Desde la presidencia de la república hasta el ayuntamiento más modesto, pasando por los gobiernos de los estados y las fiscalías, emplear ese pretexto para no querer responder por esos asesinatos es una herramienta discursiva recurrente.
Los gobernantes no lo dicen de manera explícita, pero son muy obvios cuando, al describir los antecedentes presuntamente delincuenciales de una víctima de homicidio calificado, están tratando de culparla a ella misma de su muerte. Eso pasa en las administraciones de todos los niveles y de todos los colores partidistas. Sin distingo de su origen, revictimizan para evadir la responsabilidad.
Y eso, por supuesto, está mal.
No conduce a la erradicación del problema.
Por el contrario, le echa más gasolina a un fuego que se expande sin control frente a la mirada desinteresada de las autoridades.
Ayer fue el presidente municipal de Puebla quien se sumó a este tipo de expresiones.
José Chedraui Budib dijo, literal, lo siguiente: “cuando son ataques directos entre grupos criminales, no podemos hacer mucho”, en alusión al más reciente crimen sucedido en la ciudad de Puebla, por el que una mujer de 28 años perdió la vida.
Los usuarios de redes sociales estallaron en contra del alcalde, con toda razón. Pero Chedraui no ha sido el primer servidor público, titular de un gobierno, en usar ese “argumento” de justificación. Ni será el último.
La diferencia, que hizo que sus palabras tuvieran una repercusión relevante –y negativa– entre los internautas, fue que lo dijo de manera directa, sin filtros y sin dejar el mensaje regado entrelíneas, como ha aprendido a hacer la mayoría de los políticos.
El momento de sinceridad de Chedraui Budib debe servir, sin embargo, para hacer un llamado a todas las autoridades, a las que están en funciones y a las que están próximas a ingresar, como Claudia Sheinbaum Pardo, Sergio Salomón Céspedes Peregrina y Alejandro Armenta Mier, a trabajar para combatir el crimen de cualquier tipo. No nada más el que no se comete en contra de supuestos delincuentes.
Porque no, no son normales ni justificables los asesinatos que se perpetran incluso entre los malosos.
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José Felipe Velázquez Gutiérrez ha transitado en solo unas semanas de la confianza absoluta a la preocupación. En sus reuniones con los consejeros, el precandidato a la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN ha terminado por reconocer que la contienda se ha cerrado.
Esa confesión puede explicar la reciente hiperactividad de su esposa, María del Pilar Vargas Morán, en el proceso de proselitismo que el aspirante a la dirigencia ha tenido que hacer con los consejeros estatales, de quienes requiere el voto para convertirse en el relevo de Augusta Valentina Díaz de Rivera.
La excandidata a diputada federal ha buscado a los consejeros para pedirles que escuchen a su esposo y le den la oportunidad de conocerlo. Ella agenda los encuentros y es quien recibe a los convocados para presentarles al aspirante.
Curiosamente, su discurso también ha mutado. Antes señalaba las virtudes de Genoveva Huerta y presumía la supuesta alianza de Felipe Velázquez con ella. Hoy, con Huerta en el equipo de Mario Riestra Piña, no deja de cuestionar su liderazgo y advierte que no se debe permitir su crecimiento. Vargas Morán critica la participación de la diputada federal, pero también la acusa de traición por presuntamente haber pactado primero con Velázquez.
Lo que haga por el proyecto de su cónyuge (de Eduardo Rivera Pérez en realidad) es bueno. Está metida en la guerra por la dirigencia del partido y hace bien. Pero ha cometido algunos errores de tacto.
“Pily” Morán descalifica a los consejeros que le dan “me gusta” a las publicaciones de redes sociales de sus rivales y los reprende en grupos de whatsapp, a tal grado de que algunos de los integrantes le han sugerido guardar el teléfono celular. De ello hay capturas de pantalla en poder de manos rivales.
Su posición como secretaria de Promoción Política de la Mujer del CDE y promotora directa de uno de los precandidatos podría meterla en aprietos no solo a ella, sino a todo el grupo de Rivera Pérez.