Cuando yo era estudiante universitario, era muy continuo el discurso que aseguraba que, cuando el PRI dejara el poder, las cosas mejorarían substancialmente, no obstante, el otrora súper partido perdió la presidencia, pero regresó y hasta se volvió a ir, sin haber perdido nunca la mayoría de las gobernaturas y sin que se arreglasen los problemas estructurales de nuestro país.
El pasado jueves se conmemoraron 92 años de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, antecedente del actual Revolucionario Institucional, instituto político que dominó ampliamente la vida nacional durante 70 años y que se consolidó como una fuerza hegemónica, única en el mundo, que dio forma a nuestro país, para bien o para mal.
No voy a hacer una calificación ética o legal del accionar del tricolor, simplemente mencionaré algunos aspectos sociales, antropológicos y filosóficos que nos dan una idea de que el PRI respondía a la idiosincrasia mexicana, o a la que han poseído buena parte de los ciudadanos de este país.
En primer lugar recordemos que idealización de la Revolución Mexicana fue una labor hecha por este partido, como forma de legitimarse y señalar que estaban del lado correcto de la historia por haber derrocado al supuesto tirano Porfirio Díaz. Respecto a esa guerra civil, un servidor y muchos autores se han repetido que el relato iniciado por el Plan de San Luis es un mito, la Revolución solo trajo muerte y destrucción, sin solucionar los problemas de ese entonces y que aún subsisten.
Ahora bien, con la instauración del régimen se logró algo muy deseado por todos los mexicanos: la paz social, situación que puede considerarse un acierto, pero veamos por qué tuvo tanto éxito ese partido durante 7 décadas.
No es un secreto que la corrupción sea algo que vive en la mayoría de los mexicanos; es un mal endémico que data de la Nueva España y que ha sido estudiado por muchos, el cual vive en muchas acciones, tanto públicas como privadas. Decir esto me parece más honesto a creer que con un sistema anticorrupción todo se arreglara. Desgraciadamente el status quo es el que fomenta la corrupción, lo cual no cambiará por un solo hombre o administración de gobierno, para ello tendría que cambiar la ideología de millones de mexicanos, situación que es muy difícil y constituye uno de los grandes problemas estructurales que tenemos.
El PRI se caracterizó por permitir y hasta fomentar la corrupción en diversas ocasiones, situación que es común en muchos de los habitantes de nuestro país: el “robar y dejar robar” se volvió la premisa que muchos siguieron con una aprobación generalizada, para nuestro infortunio.
Octavio Paz algún día comparó al tricolor con la figura de un “ogro filantrópico”, en alusión al personaje malvado de los cuentos, pero que en ocasiones mostraba un sesgo de amor por las personas, progreso y mejoramiento social. No podemos olvidar ese gran periodo denominado “milagro mexicano”, en el cual se construyeron historias de éxito, fortunas y familias felices, elementos que hoy son muy difíciles de lograr, pero también resulta imposible soslayar los grandes abusos, devaluaciones y el Fobaproa que todavía estamos pagando.
Haciendo una comparación, son diversos los autores que señalan a Antonio López de Santa como el reflejo de lo más sublime y lo más nefasto de los mexicanos, ya que fue un patriota y héroe en diversas ocasiones, pero también tuvo acciones que le costaron al país mucho, en ese sentido, el veracruzano puede compararse con el Revolucionario Institucional en cuanto a ser gran fuente de claro-obscuros.
Como partido, recordemos que las operaciones político-electorales que hoy se utilizan fueron copiadas del tricolor, siendo este la “escuela” de las demás fuerzas políticas, pero creo que ninguna administración actual se podrá comparar con los tiempos en que la lealtad al partido y al régimen era el fin máximo que perseguían los políticos.
Las escuelas de formación de cuadros, la ideología y voto duro que aún existen en diversos municipios y entidades federativas, además del recuerdo de un partido todo poderoso, pero sobre todo, la idiosincrasia mexicana, hacen del Revolucionario Institucional un instituto que puede resurgir, o que al menos dejó y dejará un legado de luces y sombras para el país.
Como lo señalé al inicio, creo que más que hacer un juicio de valor acerca del PRI, debemos analizar que este partido fue una consecuencia histórica e ideológica muy en coherencia con lo que piensa y hace buena parte de la población, así que la próxima vez que alguien profiera algo negativo en contra del tricolor, también lo estará haciendo a esos millones de mexicanos en cuya mente predomina el Revolucionario Institucional. Así que la denominación “el partido de México” creo que es verdadera, asumiendo los grandes contradicciones que tiene nuestra nación.
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