/ martes 16 de julio de 2024

Geometría política: magnicidios y atentados que redefinen el futuro global

El presidente número 26 de los Estados Unidos, el gran estadista Theodore Roosevelt, dejó para la posteridad una de las frases más utilizadas hasta el día de hoy: "En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede decir con seguridad que fue preparado para llevarse a cabo de esa manera". Esta frase refuerza mi teoría sobre la existencia de la "Geometría Política". Si en política no hay «casualidades», entonces lo que sí hay son «causalidades»; es decir, todo requiere un diseño previo, metodología, cálculo y medición.

Las noticias y columnas se han volcado sobre el atentado que se perpetró el sábado 13 de junio, en plena contienda electoral, contra el candidato a la presidencia de Estados Unidos: el republicano y expresidente Donald Trump, de 78 años. A lo largo de la historia, los magnicidios y atentados han sacudido el mundo, siendo estas las aristas en mi teoría de la "Geometría Política" que han cambiado el rumbo de la historia.

En México, por ejemplo, los magnicidios desde Moctezuma, pasando por Luis Donaldo Colosio en 1994, hasta los más recientes, Rafael Moreno Valle y la gobernadora del Estado de Puebla, Martha Érika Alonso, han sido ejemplos de estos vuelcos en la historia.

En Estados Unidos, desde Abraham Lincoln hasta John Fitzgerald Kennedy, la situación ha sido similar. A diferencia de la seguridad en México, en Estados Unidos existe el Servicio Secreto, encargado de la seguridad de los presidentes y expresidentes. Por este motivo, Donald Trump, al ser un expresidente y candidato a la presidencia de Estados Unidos, cuenta con su protección.

El Servicio Secreto tiene como una de sus funciones proteger a los líderes políticos de Estados Unidos, es decir, al presidente, vicepresidente, expresidentes, exvicepresidentes, presidente electo, vicepresidente electo, a sus familias y a los jefes de Estado o de gobierno que estén de visita.

El matiz que se le dio al atentado fue el de la imagen de un Trump emergiendo como un héroe, con el puño levantado y el rostro ensangrentado, teniendo de fondo la bandera de Estados Unidos: un Trump invencible. Inmediatamente, los mensajes de apoyo por parte de los líderes mundiales en todos los ámbitos no se hicieron esperar, dando un tinte de solidaridad mundial.

Si bien los atentados son hechos penosos, pues nadie debería atentar contra la vida de nadie, no deberían ser estos los contrapesos fuertes para validar liderazgos y no deberían desviarnos de la credibilidad en sus competencias para confiarles la dirección de un país.

En conclusión, la "Geometría Política" nos muestra que detrás de cada acontecimiento político significativo hay una planificación meticulosa y una intención deliberada. El atentado contra Donald Trump no es una excepción y refuerza esta teoría. Aunque es imperativo condenar cualquier acto de violencia, también debemos reconocer las dinámicas complejas que influyen en la política global. No podemos permitir que los actos de violencia se conviertan en el principal criterio para medir el liderazgo y la capacidad de los individuos para gobernar. Es fundamental mantener nuestra atención en las competencias y cualidades que realmente importan para dirigir una nación, sin dejarnos desviar por los eventos trágicos que, aunque impactantes, no deben definir la esencia de la política ni el futuro de nuestros líderes.

El presidente número 26 de los Estados Unidos, el gran estadista Theodore Roosevelt, dejó para la posteridad una de las frases más utilizadas hasta el día de hoy: "En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede decir con seguridad que fue preparado para llevarse a cabo de esa manera". Esta frase refuerza mi teoría sobre la existencia de la "Geometría Política". Si en política no hay «casualidades», entonces lo que sí hay son «causalidades»; es decir, todo requiere un diseño previo, metodología, cálculo y medición.

Las noticias y columnas se han volcado sobre el atentado que se perpetró el sábado 13 de junio, en plena contienda electoral, contra el candidato a la presidencia de Estados Unidos: el republicano y expresidente Donald Trump, de 78 años. A lo largo de la historia, los magnicidios y atentados han sacudido el mundo, siendo estas las aristas en mi teoría de la "Geometría Política" que han cambiado el rumbo de la historia.

En México, por ejemplo, los magnicidios desde Moctezuma, pasando por Luis Donaldo Colosio en 1994, hasta los más recientes, Rafael Moreno Valle y la gobernadora del Estado de Puebla, Martha Érika Alonso, han sido ejemplos de estos vuelcos en la historia.

En Estados Unidos, desde Abraham Lincoln hasta John Fitzgerald Kennedy, la situación ha sido similar. A diferencia de la seguridad en México, en Estados Unidos existe el Servicio Secreto, encargado de la seguridad de los presidentes y expresidentes. Por este motivo, Donald Trump, al ser un expresidente y candidato a la presidencia de Estados Unidos, cuenta con su protección.

El Servicio Secreto tiene como una de sus funciones proteger a los líderes políticos de Estados Unidos, es decir, al presidente, vicepresidente, expresidentes, exvicepresidentes, presidente electo, vicepresidente electo, a sus familias y a los jefes de Estado o de gobierno que estén de visita.

El matiz que se le dio al atentado fue el de la imagen de un Trump emergiendo como un héroe, con el puño levantado y el rostro ensangrentado, teniendo de fondo la bandera de Estados Unidos: un Trump invencible. Inmediatamente, los mensajes de apoyo por parte de los líderes mundiales en todos los ámbitos no se hicieron esperar, dando un tinte de solidaridad mundial.

Si bien los atentados son hechos penosos, pues nadie debería atentar contra la vida de nadie, no deberían ser estos los contrapesos fuertes para validar liderazgos y no deberían desviarnos de la credibilidad en sus competencias para confiarles la dirección de un país.

En conclusión, la "Geometría Política" nos muestra que detrás de cada acontecimiento político significativo hay una planificación meticulosa y una intención deliberada. El atentado contra Donald Trump no es una excepción y refuerza esta teoría. Aunque es imperativo condenar cualquier acto de violencia, también debemos reconocer las dinámicas complejas que influyen en la política global. No podemos permitir que los actos de violencia se conviertan en el principal criterio para medir el liderazgo y la capacidad de los individuos para gobernar. Es fundamental mantener nuestra atención en las competencias y cualidades que realmente importan para dirigir una nación, sin dejarnos desviar por los eventos trágicos que, aunque impactantes, no deben definir la esencia de la política ni el futuro de nuestros líderes.