Los reallity shows han tenido un gran éxito en nuestro país, la audiencia que han alcanzado es notable desde hace décadas, pero, en el caso que hoy tratamos, ha superado los mejores pronósticos. Big Brother, La Academia y otros tantos programas han seducido a los televidentes, pero hoy nos encontramos con un fenómeno impresionante que hay que analizar con cuidado, ya sea para reírnos un rato o para aceptar la tragedia en que vivimos, lo cual podría ser el inicio del verdadero cambio y dejar de decir esa falsedad de “los mexicanos merecemos un mejor país”, porque no es así.
El título de esta editorial también refiere a la obra del mejor filósofo que ha tenido Occidente desde el último cuarto del siglo XX, donde se hace alusión a las relaciones de poder, el derecho penal y las tecnologías que se aplican para poder controlar, afirmando que las penitenciarias y los manicomios son la negación del delito y la locura, elementos que potencialmente todos los seres humanos pueden realizar o poseer y cuya atracción puede ser magnánima.
El nombre del programa alude a un concepto fundamental: la fama, algo que todos, en algún momento, hemos querido tener y que anteriormente solo accedían a ella aquellos que salían en los pocos medios de comunicación masiva que existían, llámese Televisa e Imevisión, hoy TV Azteca. Recuerdo que la puerta de entrada al medio musical forzosamente tenía que pasar la aduana de Raúl Velasco en su programa Siempre en Domingo.
Gracias a la tecnología actual, es muy fácil interactuar con los reallity shows, ya sea mediante llamadas, mensajes, compra de puntos o simplemente interacciones en las redes sociales, situación que da el poder precisamente de vigilar y castigar.
No podemos omitir el morbo, curiosidad o chisme que genera que la gente que está ahí dentro realice conductas con las que se identifica cualquier persona: intrigas, chismes, deseos eróticos, envidias y todos aquellos sentimientos que todos experimentamos. Recordemos que las grandes telenovelas son historias mundanas interpretadas por gente bella, lo mismo pasa en La Casa de los Famosos México, donde personajes que han tenido alguna participación en el espectáculo manifiestan esas conductas. Por ejemplo, ayer estaba viendo una crítica de un programa de espectáculos, donde acusaban a Gomita de buscar a un hombre rico, cuando ella misma supuestamente pagaba strippers, recordando que ella era una damita simpática que luego cambió su look, mediante cirugías estéticas, para verse más sensual. Obviamente eso es un asunto personal y que solo le debería importar a ella, pero el hecho de que alguien se identifique con la citada actriz y, sobre todo, tenga una especie de potestad, muy mínima, pero potestad al fin, crea un interés y/o morbo que resulta muy atractivo, especialmente para la gente que busca modelos a seguir o tiene una baja autoestima, como aquellos que tienen una vida mediocre y son fervientes aficionados del América o el Real Madrid.
No haré un juicio de valor acerca del rating del programa, es más, me gustaría que mis textos tuvieran un parte del interés que genera esta creación de Televisa, pero sí debemos analizar que el gran éxito es reflejo de una idiosincrasia, cultura y educación que de ninguna manera se pueden considerar ejemplares, lo cual nos debe poner a reflexionar y dejar de asumir que las elecciones por la voluntad popular son incuestionables y contienen una sabiduría enorme.
Personalmente creo que, mientras se trate de entretenimiento, puede haber una y mil Casas de los famosos, pero el problema es que ese mismo espectáculo morboso y manipulador se utilice en los asuntos de la vida pública y los electores lo crean, ahí está la tragedia que nos está llevando a un caos que afectará a todos.
@vicente_aven