/ martes 5 de noviembre de 2024

La clemencia de Juárez

“Escuche, ciudadano presidente de la República Mexicana.

Acaba usted de vencer a las monarquías con la democracia. Usted les mostró el poder de ésta; muéstreles ahora su belleza. Después del rayo, muestre la aurora.”- Fragmento de la carta enviada a Benito Juárez por Víctor Hugo.

El recorrido de Maximiliano como emperador de México dejó un sinfín de historias que contar, y por supuesto, la más intensa y dramática es la asociada a su muerte. En la víspera de su fusilamiento en Querétaro (producto de un juicio donde él no estuvo presente) al presidente Juárez le llegaron sendas peticiones de clemencia para Maximiliano de casi todas las casas reales europeas, pero quizás la petición más bella la hizo un escritor de nombre Víctor Hugo, autor de “Los Miserables”.

El literato nada le regateó a Juárez, reconoció en esa carta la contundencia de su victoria sobre la ocupación extranjera, “Toda usurpación empieza por Puebla y termina por Querétaro”, no obstante, le pedía elevarse sobre sus circunstancias y otorgarle el perdón no a un emperador, sino a un hombre. Tarde llegó la petición (o eso nos cuentan), pues para cuando Juárez leyó la carta, Maximiliano ya llevaba un día frío.

La historia, caprichosa como es, repite los mismos acontecimientos de diferentes maneras. López Obrador es el caudillo que fue Juárez, terco, inflexible y caprichoso,

pero también el jefe que fue Calles, autoritario y astuto. Se diferencian en la época y popularidad, pues ni Juárez ni Calles fueron productos eminentemente democráticos.

Y a pesar de que hoy no esté en juego a literalidad la vida de una persona, lo que sí está en el pabellón de fusilamiento es nuestra democracia. La unanimidad que Morena disfraza de Pueblo, pretende anular a las minorías. ¿Qué juez emitirá una sentencia que condene al gobierno por agravios a un particular? Sin el temor de ser señalado como traidor a los principios cuatroteistas. ¿Quién le pondrá un freno a los legisladores cuando el Congreso castigue a diferentes sectores de la sociedad por su forma de pensar o actuar?

En breve, el único camino posible para defender derechos será la buena voluntad de los poderosos, no habrá derecho que se refrende desde los principios, porque justamente lo que estamos por aniquilar son los principios que provocan derechos.

La reforma al Poder Judicial ha promovido que opiniones ligeras se debatan con seriedad. Los líderes de Morena que antes tenían posiciones de respeto hacia la Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional, hoy la desacreditan con vulgaridad y se licencian incluso insultar con rabia a quienes la integran.

La república vuelve a respirar aires de pesadez y si acaso también, de podredumbre. Huele mal que se descomponga la división de poderes, pero huele peor que la primera mujer presidenta no haga sino acrecentar la descomposición. ¿No debería la cabeza del Estado mexicano mostrar la aurora en lugar del rayo?

Ahora sabemos que López Obrador admira a Juárez no por su legado histórico sino por sus semejanzas temperamentales. Conocimos al hombre que hoy se nos impone como el Benemérito de las Américas, aunque hubiera sido mejor conocer al presidente que mostró su lado humano. Conocemos a López Obrador como el fenómeno de la democracia, aunque hubiera sido mejor conocerlo como su defensor.

“Escuche, ciudadano presidente de la República Mexicana.

Acaba usted de vencer a las monarquías con la democracia. Usted les mostró el poder de ésta; muéstreles ahora su belleza. Después del rayo, muestre la aurora.”- Fragmento de la carta enviada a Benito Juárez por Víctor Hugo.

El recorrido de Maximiliano como emperador de México dejó un sinfín de historias que contar, y por supuesto, la más intensa y dramática es la asociada a su muerte. En la víspera de su fusilamiento en Querétaro (producto de un juicio donde él no estuvo presente) al presidente Juárez le llegaron sendas peticiones de clemencia para Maximiliano de casi todas las casas reales europeas, pero quizás la petición más bella la hizo un escritor de nombre Víctor Hugo, autor de “Los Miserables”.

El literato nada le regateó a Juárez, reconoció en esa carta la contundencia de su victoria sobre la ocupación extranjera, “Toda usurpación empieza por Puebla y termina por Querétaro”, no obstante, le pedía elevarse sobre sus circunstancias y otorgarle el perdón no a un emperador, sino a un hombre. Tarde llegó la petición (o eso nos cuentan), pues para cuando Juárez leyó la carta, Maximiliano ya llevaba un día frío.

La historia, caprichosa como es, repite los mismos acontecimientos de diferentes maneras. López Obrador es el caudillo que fue Juárez, terco, inflexible y caprichoso,

pero también el jefe que fue Calles, autoritario y astuto. Se diferencian en la época y popularidad, pues ni Juárez ni Calles fueron productos eminentemente democráticos.

Y a pesar de que hoy no esté en juego a literalidad la vida de una persona, lo que sí está en el pabellón de fusilamiento es nuestra democracia. La unanimidad que Morena disfraza de Pueblo, pretende anular a las minorías. ¿Qué juez emitirá una sentencia que condene al gobierno por agravios a un particular? Sin el temor de ser señalado como traidor a los principios cuatroteistas. ¿Quién le pondrá un freno a los legisladores cuando el Congreso castigue a diferentes sectores de la sociedad por su forma de pensar o actuar?

En breve, el único camino posible para defender derechos será la buena voluntad de los poderosos, no habrá derecho que se refrende desde los principios, porque justamente lo que estamos por aniquilar son los principios que provocan derechos.

La reforma al Poder Judicial ha promovido que opiniones ligeras se debatan con seriedad. Los líderes de Morena que antes tenían posiciones de respeto hacia la Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional, hoy la desacreditan con vulgaridad y se licencian incluso insultar con rabia a quienes la integran.

La república vuelve a respirar aires de pesadez y si acaso también, de podredumbre. Huele mal que se descomponga la división de poderes, pero huele peor que la primera mujer presidenta no haga sino acrecentar la descomposición. ¿No debería la cabeza del Estado mexicano mostrar la aurora en lugar del rayo?

Ahora sabemos que López Obrador admira a Juárez no por su legado histórico sino por sus semejanzas temperamentales. Conocimos al hombre que hoy se nos impone como el Benemérito de las Américas, aunque hubiera sido mejor conocer al presidente que mostró su lado humano. Conocemos a López Obrador como el fenómeno de la democracia, aunque hubiera sido mejor conocerlo como su defensor.