En cualquier plática; al preguntar sobre las cosas que más nos duelen como individuos y sociedad, la plática gira regularmente entorno a la seguridad y pobreza, dos problemas que por su inmensidad trastocan a todos y cada uno de los aspectos de la vida de los poblanos, sin importar lo acomodado o vulnerable de su posición, sin importar ideologías o sueños, y mucho menos glorias.
Según los teóricos; ambos temas están estrechamente conectados entre sí. La conexión reside en las causas y sus efectos. Situación que se adereza por otras variables sociales; se observa que, según el crecimiento de uno se detona el crecimiento en el otro, y a combate de alguno, se perciben decrementos del otro.
Puebla de nuestros amores está pasando por un momento complicado en ambos temas, hoy me enfocaré en la seguridad, ya que en nuestra capital se presentan incrementos en las cifras de la materia. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública los delitos –de todas las índoles- van en aumento.
A decir verdad, la tendencia de incidencia no va a la baja en un problema que impacta profundo, nuestro país y estado viven en un momento crítico, donde la incidencia se ve amplificada por la impunidad y desconfianza, que según el índice Global de Impunidad en México 2018, en nuestro estado, va en franco aumento.
Cada vez son más comunes las pláticas que hacen referencia a los robos, asaltos, a la violencia, a la trata, a las adicciones, al narco, a los huachicoleros, explosiones, disparos, etc. La regularidad las ha venido incrustando en nuestro vocabulario. Esto se puede medir, pues según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) la percepción de inseguridad en Puebla es igual o, incluso, mayor a la de ciudades con graves problemáticas con el narcotráfico.
Según los datos, tres cuartas partes de los habitantes de Puebla dicen sentirse inseguros. El sentimiento de inseguridad de los ciudadanos aumentó en un 75 por ciento en el tercer trimestre de 2017.
Esto descompone nuestro tejido social, deslava nuestra identidad y destruye nuestros valores, pues con inseguridad olvidamos lo que somos y quiénes somos. Pues, a decir verdad; no vive, el que no vive seguro.
Salvaguardar la vida, la integridad, la seguridad, los derechos de las personas, preservar las libertades, el orden y la paz debe formar uno de los ejes torales de la agenda pública articulada desde la política de prevención.
Solución que se tiene que dar desde el enfoque transversal, pues no es únicamente un tema de conflicto. Es de tratamiento integral, pues a simple vista se piensa en más y mejor policía, pero la realidad es que uno de los detonantes de la inseguridad es la falta de servicios públicos.
Situación que me lleva a pensar en un tema recurrente en entregas anteriores. El panorama municipal de violencia e inseguridad se ve recrudecido en las juntas auxiliares, donde los servicios públicos están más limitados, de nuevo pienso en dispersión y escasez de voluntad.
La manera de asegurarnos de que funcione un proyecto, es analizar las coyunturas que dificultaron los anteriores. Alejándonos de las acciones rimbombantes para enfocarnos en la atención a las causas de la inseguridad, frenemos los incrementos en los feminicidios, robo de vehículo, secuestro y extorsión. Desde donde radican los problemas.
No nos hagamos omisos a la realidad, la ola de incertidumbre es diaria. Los poblanos merecemos seguridad y ser partícipes en la solución. Porque si bien, es un cáncer que devora nuestra sociedad, la respuesta está en la huella que dejan los valores de nuestra poblanidad.
*Precandidato a la presidencia municipal de Puebla.