Esta semana arrancan nuevas administraciones en los 217 ayuntamientos de nuestro estado. Algunas repiten, otras se estrenan, pero todas tienen la misma responsabilidad: servir con transparencia y cumplirle a la ciudadanía que depositó su confianza en ellas. Los ayuntamientos son la autoridad más cercana al pueblo, encargados de garantizar servicios públicos dignos. No podemos permitir que repitan los errores que ya conocemos, como los que han marcado las administraciones panistas en Puebla capital.
Lo que hicieron Eduardo Rivera y Adán Domínguez es inaceptable. Dejaron un presunto agujero financiero de 480 millones de pesos, poniendo al nuevo gobierno de Pepe Chedraui en una situación crítica desde el primer día. Es un escándalo que Rivera recibiera un municipio sin deuda y que hoy herede uno en números rojos. Y no solo es la deuda: las calles están hechas un desastre, los servicios públicos han sido abandonados, y el mantenimiento de la ciudad simplemente no existe. Esta historia no puede repetirse. El pueblo no merece gobiernos que se llenen los bolsillos mientras la ciudad se cae a pedazos.
Desde la Cámara de Diputados, asumo la responsabilidad de ser vigilante. Las administraciones salientes deben rendir cuentas claras y entregar finanzas transparentes. La ciudadanía no puede ser quien pague los platos rotos de la incompetencia. Esta vez no habrá pretextos: la entrega-recepción debe ser pública, clara y sin trampas. Si hay irregularidades, no me temblará la voz para denunciarlas y exigir sanciones.
Hago un llamado a los 217 nuevos ayuntamientos para que empiecen con el pie derecho. Gobernar no es solo hacer anuncios y cortar listones; se trata de administrar bien los recursos y resolver los problemas reales de la gente. No necesitamos obras improvisadas ni gastos innecesarios; necesitamos proyectos bien pensados y sostenibles, que respondan a las necesidades de la ciudadanía y no a intereses políticos o personales.
Pepe Chedraui, en Puebla capital, tiene una oportunidad histórica para corregir el rumbo, pero no lo hará solo. Desde la Cámara estaré atenta, y la ciudadanía también. La gente ya no se deja engañar, y esta vez vamos a exigir cuentas desde el primer día. No más gobiernos que entreguen deudas en lugar de soluciones, ni servicios públicos de segunda. Cada peso del erario debe reflejarse en la calidad de vida de la población, no en las cuentas de unos cuantos.
La vigilancia de los ayuntamientos no es exclusiva del Congreso; también le toca al pueblo. La participación ciudadana es clave para que los gobiernos no se desvíen de su responsabilidad. Invito a todas y todos a involucrarse, a exigir transparencia y rendición de cuentas. Si los gobiernos saben que la gente está observando, es menos probable que se atrevan a fallar.
Los nuevos ayuntamientos tienen una gran oportunidad para demostrar que sí se puede gobernar de manera eficiente y transparente. El reto no es menor, pero es su obligación estar a la altura. No más deuda, no más simulaciones, no más abandono. La gente merece servicios públicos de calidad, obras útiles y administraciones responsables. Y si no lo entienden, ahí estaremos, vigilando y exigiendo.