/ lunes 14 de octubre de 2024

La vaca y el agravio a los poblanos

La experiencia primera les permitió conocer el manejo de la administración municipal. Aprendieron a gobernar sobre la marcha, pero también aprendieron a identificar las múltiples áreas de oportunidad para sacar jugosos beneficios al margen de la legalidad.

Varios años después, con la información recabada en su primera incursión al poder, regresaron a gobernar con un ejercicio perfeccionado y así lo ejecutaron casi desde el inicio del trienio porque las condiciones fueron inmejorables.

Hace tres años, los poblanos estaban muy molestos por la forma en que la ciudad había sido gobernada en la pasada administración morenista y así, con una sociedad agraviada y una confianza casi absoluta, regresaron para implementar su versión 2.0 de un gobierno con rumbo.

No cambió nada. Mismos abusos, mismas prácticas, solo que ahora más experimentados.

Por décadas, la descarada regla fue clara para quienes llegaban al poder: Había que apurarse a proyectar en el primer año, para ejecutar en el segundo y cerrar ordeñando en el tercero, eso sí, dejando a la vaca viva y lo suficientemente sana para el que llegara.

Pero en esta ocasión los escenarios políticos cambiaron, el futuro de muchos se vio amenazado con venirse abajo, luego, el pánico de saberse perdidos desató la voracidad y entonces la regla se rompió. La vaca está viva, pero en esta ocasión la castigaron de más.

Escribir hoy sobre el escándalo registrado en la ciudad por un sinfín de “descuidos” y “errores involuntarios” resulta ya lamentable por la decepción propinada a la sociedad. Quienes se van, lo hacen con la inverosímil versión de que sus números están en orden, de que su operación corrió en la vía de la legalidad, de que dejan recursos hasta de sobra para que la ciudad pueda seguir funcionando con normalidad.

Aunque no sea así, por ahora ya nadie los va a sacar de esa posición; aprendieron bien la estrategia de que mientras estén en el poder, los que valen son sus datos y aunque la ciudad esté pasando por uno de sus peores momentos en materia de vialidades, seguridad, servicios, así como múltiples señalamientos de abusos y corrupción, para ellos, Puebla tiene el rumbo correcto y esa es la versión que cuenta.

Es el mismo principio que nos recetaron por varios por varios años cuando desde la máxima tribuna nos dijeron una y otra y otra vez: “México está requetebién!”, “El pueblo sabio y bueno está feliz, feliz, feliz…”.

Es la misma práctica cínica, solo que a diferencia del pasado inmediato, en Puebla no hay quien los cubra, no hay quien quiera protegerlos porque al parecer, ya no tienen nada con qué negociar su impunidad y su permanencia en el juego del poder.

Aún hoy, al interior de este gobierno que agoniza hay voces que afirman con una seguridad inaudita, que son dueños de la verdad, que comienzan a ser víctimas de una persecución política, y que ellos son ajenos al escándalo desatado en la ciudad por sus propias torpezas y corruptelas.

Sin embargo, no será fácil contener las muchas versiones que narran quienes operaron y quienes ejecutaron un sinfín de tropelías en perjuicio de la capital, las historias brincan por todas las secretarías y oficinas, las ofrecen y las cuentan sin recato alguno quienes se sienten en riesgo o quienes fueron maltratados y desplazados por los que están con las maletas en la puerta.

Hay muchos quienes buscan salir sin observaciones e incluso permanecer a cambio de dar detalles de esas historias. Las versiones ya están siendo escuchadas, los nombres han comenzado a aparecer con más claridad así como los mecanismos empleados para sacar el mayor beneficio posible.

Los relatos van desde la venta de permisos, licencias, usos de suelo, compra y ordeña de combustible, obras inexistentes, inspecciones simuladas, “retornos” escandalosos a contratos injustificables, viáticos ilógicos, viajes y servicios personales metidos al presupuesto, compras a sobreprecio, metros cuadrados y cúbicos pagados sin verificación, cuotas diarias, protección, pagos para tener acceso al padrón de proveedores, bonos injustificables, cobro de piso, cooperaciones “voluntarias” de directores hasta secretarios y un largo etc., etc., etc.

Las historias y las formas de hacer negocio desde el gobierno se cuentan por decenas y muchas resultan hasta sorprendentes y difíciles de creer por el ingenio y la perversidad empleados para hacerlas funcionar.

Tocará a las nuevas autoridades validar y determinar qué hacer con toda esa información que flota dentro y fuera de la comuna.

Mientras, los poblanos se quedan una vez más, con el anhelo de tener un gobierno que cumpla y una ciudad digna y funcional, algo que a estas alturas, parece mucho pedir.

La experiencia primera les permitió conocer el manejo de la administración municipal. Aprendieron a gobernar sobre la marcha, pero también aprendieron a identificar las múltiples áreas de oportunidad para sacar jugosos beneficios al margen de la legalidad.

Varios años después, con la información recabada en su primera incursión al poder, regresaron a gobernar con un ejercicio perfeccionado y así lo ejecutaron casi desde el inicio del trienio porque las condiciones fueron inmejorables.

Hace tres años, los poblanos estaban muy molestos por la forma en que la ciudad había sido gobernada en la pasada administración morenista y así, con una sociedad agraviada y una confianza casi absoluta, regresaron para implementar su versión 2.0 de un gobierno con rumbo.

No cambió nada. Mismos abusos, mismas prácticas, solo que ahora más experimentados.

Por décadas, la descarada regla fue clara para quienes llegaban al poder: Había que apurarse a proyectar en el primer año, para ejecutar en el segundo y cerrar ordeñando en el tercero, eso sí, dejando a la vaca viva y lo suficientemente sana para el que llegara.

Pero en esta ocasión los escenarios políticos cambiaron, el futuro de muchos se vio amenazado con venirse abajo, luego, el pánico de saberse perdidos desató la voracidad y entonces la regla se rompió. La vaca está viva, pero en esta ocasión la castigaron de más.

Escribir hoy sobre el escándalo registrado en la ciudad por un sinfín de “descuidos” y “errores involuntarios” resulta ya lamentable por la decepción propinada a la sociedad. Quienes se van, lo hacen con la inverosímil versión de que sus números están en orden, de que su operación corrió en la vía de la legalidad, de que dejan recursos hasta de sobra para que la ciudad pueda seguir funcionando con normalidad.

Aunque no sea así, por ahora ya nadie los va a sacar de esa posición; aprendieron bien la estrategia de que mientras estén en el poder, los que valen son sus datos y aunque la ciudad esté pasando por uno de sus peores momentos en materia de vialidades, seguridad, servicios, así como múltiples señalamientos de abusos y corrupción, para ellos, Puebla tiene el rumbo correcto y esa es la versión que cuenta.

Es el mismo principio que nos recetaron por varios por varios años cuando desde la máxima tribuna nos dijeron una y otra y otra vez: “México está requetebién!”, “El pueblo sabio y bueno está feliz, feliz, feliz…”.

Es la misma práctica cínica, solo que a diferencia del pasado inmediato, en Puebla no hay quien los cubra, no hay quien quiera protegerlos porque al parecer, ya no tienen nada con qué negociar su impunidad y su permanencia en el juego del poder.

Aún hoy, al interior de este gobierno que agoniza hay voces que afirman con una seguridad inaudita, que son dueños de la verdad, que comienzan a ser víctimas de una persecución política, y que ellos son ajenos al escándalo desatado en la ciudad por sus propias torpezas y corruptelas.

Sin embargo, no será fácil contener las muchas versiones que narran quienes operaron y quienes ejecutaron un sinfín de tropelías en perjuicio de la capital, las historias brincan por todas las secretarías y oficinas, las ofrecen y las cuentan sin recato alguno quienes se sienten en riesgo o quienes fueron maltratados y desplazados por los que están con las maletas en la puerta.

Hay muchos quienes buscan salir sin observaciones e incluso permanecer a cambio de dar detalles de esas historias. Las versiones ya están siendo escuchadas, los nombres han comenzado a aparecer con más claridad así como los mecanismos empleados para sacar el mayor beneficio posible.

Los relatos van desde la venta de permisos, licencias, usos de suelo, compra y ordeña de combustible, obras inexistentes, inspecciones simuladas, “retornos” escandalosos a contratos injustificables, viáticos ilógicos, viajes y servicios personales metidos al presupuesto, compras a sobreprecio, metros cuadrados y cúbicos pagados sin verificación, cuotas diarias, protección, pagos para tener acceso al padrón de proveedores, bonos injustificables, cobro de piso, cooperaciones “voluntarias” de directores hasta secretarios y un largo etc., etc., etc.

Las historias y las formas de hacer negocio desde el gobierno se cuentan por decenas y muchas resultan hasta sorprendentes y difíciles de creer por el ingenio y la perversidad empleados para hacerlas funcionar.

Tocará a las nuevas autoridades validar y determinar qué hacer con toda esa información que flota dentro y fuera de la comuna.

Mientras, los poblanos se quedan una vez más, con el anhelo de tener un gobierno que cumpla y una ciudad digna y funcional, algo que a estas alturas, parece mucho pedir.