El pobre todavía anda desamparado por el mundo. Busca la justicia, vota a las izquierdas, a las derechas, y no sabe dónde ponerse…
Pablo Milanés
Noviembre de 1987, los conflictos entre Panamá y Estados Unidos se habían incrementado. El gobierno de Ronald Reagan (EE.UU), acusaba al general Manuel Antonio Noriega (jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá), de proteger el narcotráfico.
Se le acusaba de convertir al Gobierno de Panamá en una empresa criminal que ayudaba al contrabandista colombiano Pablo Escobar Gaviria, a introducir droga a Estados Unidos.
Noriega había sido agente de la CIA e informante de Fidel Castro y otros servicios de inteligencia de espionaje. Era espía y contra espía a la vez.
USA que tenía y tiene sus ojos puesto en el Canal de Panamá, vio un nicho para evitar que se consumara la salida de sus bases del país istmeño.
Yo era militante progresista, apoyaba cualquier causa contra el capitalismo neocolonialista norteamericano y cualquier causa contra las injusticias sociales. Eran los tiempos de defender los colores de la patria.
Sin embargo, cada día era más sucio que el anterior. Empecé a ver que no había congruencias, ya nada cuadraba. Entre los “progresistas” había enredo de ideas y se confundieron también los ideales.
Progresistas que condenaban las injusticias empezaron a apoyar una causa táctica (el norieguismo), aludiendo que era necesario por el objetivo estratégico, el Canal.
El orden de los factores sí cambia el producto y los pensamientos norieguistas eran diferentes del torrijismo. Fue cuando inicié el camino que poco a poco me alejó del falso progresismo.
La lógica simple, me hizo ver que había una ruta contraria a la Cultura de la Vida, porque el respeto a la dignidad humana de aquellos había pasado a segundo lugar mientras despuntaba el utilitarismo que apoyaba con ceguedad la opulencia abusadora.
Reencontré el camino para la defensa de la Cultura de Vida -que sí celo por convicción- ante el progresismo reacio transformista, oportunista, pro “colorido” alentador de excesos y polarización -incluso- violenta; que habla de las libertades del cuerpo tras el hedonismo contra la moral.
Ese progresismo promotor del egoísmo sexual que apaga la vida de infantes, cuentista de los más necesitados; el mismo que compra conciencias con populismos y paternalismos madrugados que genera hambre, porque incentiva y promueve la pobreza.
La pobreza se acaba generando riqueza. Una cosa es ayudar a los pobres con cataplasmas mensuales y otra es realmente acabar con la pobreza.
En ese sentido -no dudo- saltará el calificativo de conservador. Sé cómo pienso, como soy y qué defiendo: La dignidad humana, la vida; versus el poco importa lapidario y agresivo de unos, contra quienes creemos que la vida debe respetarse desde el momento de la concepción.
Por ello, tengo claro el porqué, gente como George Soros (ángel de la muerte) apoya tanto a los “demócratas” como al progresismo pintado, que requiere como presidente de EE.UU. a un permisivo a favor de sus causas.
Y de nueva cuenta el sistema nos pone a discutir sobre el malo y el más malo.
Duro creer, pero es cierto. Muchos latinos se han tragado el bombón mediático de UNIVISIÓN, CNN, New York Times y otros medios latinos, acerca de quién conviene que llegue a la presidencia de Estados Unidos.
Hasta hoy, los presidentes USA, sin duda, han visto en América Latina su traspatio; para ellos, lo demás es lo de menos. Les importa que reine el sistema asegurando las condiciones para sostener el relativismo del progresismo, para justificar su hegemonía latente. ¿Le
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