El pasado 6 de marzo la vocalía del INE en el estado, signó un convenio de colaboración con la denominada Red Mundial de Jóvenes Políticos capítulo Puebla con la finalidad de encontrar mecanismos que vigoricen la participación de las nuevas generaciones en edad de votar y que ello se vea reflejado en las elecciones del próximo 2 de junio.
Al entrevistar en la radio a una de sus representantes, la joven de apenas 22 años me aseguró que ella y sus compañeros están conscientes del momento político y social por el que atraviesa nuestro país y reconoció que saben con cada vez más claridad, que los costos de una nación dividida y sin garantías elementales serán pagados por todos ellos. El grave dilema es que es que su grupo de jóvenes activistas no llega siquiera a 100 muchachos porque el desprecio a la política es la constante.
El fenómeno sigue siendo el mismo que hace 6, 12 o 18 años. Las nuevas generaciones no están interesadas, no están informadas y por tanto, tampoco cuentan con la claridad de los escenarios que inevitablemente tendrán que afrontar al día siguiente de la elección; de hecho, ya lo hacen ahora mismo cuando revisamos las cifras de violencia o falta de oportunidades que no son privativas de México, sino de una gran cantidad de países en el mundo.
Con base en datos del Registro Federal de Electores existen 11 millones 355 mil mexicanos con una edad de entre los 20 y 24 años; existen otros 2 millones 136 mil que tienen 19 años cumplidos y son cerca de 1 millón 717 mil los jóvenes que acaban de cumplir 18 años y ya cuentan con su credencial para votar.
En total, la llamada generación “Z” la constituyen 15 millones 219 mil personas que votarán por primera vez en su vida, toda vez que quienes están en el rango de los 24 años y votaron en el 2018, ya son claramente sustituidos por los que cumplan 18 antes del 2 de junio.
Estos 15 millones de nuevos votantes representan el 15.8 por ciento del padrón electoral, mismo que tiene un registro de 95.8 millones de personas reportadas. Son de manera muy clara, un apetitoso banquete para los partidos políticos que no solo buscan ganar, sino mantenerse en un sistema que les permitió vivir por décadas, sin mayores exigencias ni sobresaltos.
Estos jóvenes que pueden sufragar por primera vez (no significa que lo vayan a hacer) nacieron entre los años 2001 y 2006, es decir, son mujeres y hombres que ni siquiera habían nacido cuando Vicente Fox logró la alternancia en el poder, rompiendo más de 74 años de gobiernos del PRI.
Son mexicanas y mexicanos que nacieron en la generación de los teléfonos inteligentes, que crecieron en el México de las instituciones en crecimiento, de las garantías consideradas como algo normal, muchachos inmersos en las redes sociales que cuando escuchan hablar de la democracia o no les interesa profundizar o la dan como una realidad inamovible y no como un muy difícil camino en vías de construcción.
No tienen del todo claro la importancia de su decisión y más aún, la trascendencia de su participación sin importar cual sea su el destino de su voto.
Y no hay razón para que esta realidad sea diferente, los partidos y más aún muchas de sus candidatas y candidatos no les están ofreciendo propuestas e ideas de valor a esta generación distraída y desinteresada. Hoy como nunca antes, las redes sociales están plagadas de aspirantes ineptos decididos a hacer cualquier ridículo o sandez con tal de atraer un poco de atención; son por mucho, las peores campañas de la historia en cuanto a propuestas y ofertas viables para los electores.
A partir de hoy, faltan 77 días para acudir a la urnas y darle vida a la elección más grande y más importante de México y a esa distancia, ni los partidos, ni las coaliciones, ni las y los candidatos han enviado mensajes contundentes a los difíciles escenarios que de manera inevitable tendrán que enfrentar los chavos mexicanos.
No hay discursos específicos sobre la violencia que los azota, las drogas que los invaden, el desplazamiento que sufren, la falta de oportunidades legales y promisorias, la ausencia de incentivos para seguirse preparando desde el estudio. Los jóvenes solo están sobreviviendo en una jungla cada vez más voraz que los aleja de quienes solo prometen y ahora, ya ni siquiera eso.
La generación “Z”, esa misma que padeció la pandemia, que tuvo que graduarse desde una computadora, que no sabe como relacionarse de manera personal porque hoy sus comunicaciones están basadas en plataformas y redes sociales, están, sin saberlo, en el llamado más importante de sus vidas.
Y a poco más de dos meses para el gran compromiso, esos más de 15 millones de primovotantes no han encontrado un mensaje contundente de que es posible una vida mejor a la que les ha tocado hasta ahora y ello se convierte en una gran oportunidad para quienes desde la competencia, comprendan y dediquen el tiempo necesario para construir un discurso esperanzador dirigido a ese 15.8 por ciento del padrón electoral.
Que los políticos ya no lo hagan por ética si no les alcanza, que lo hagan por interés, ellos y ellas lo merecen.