En las pasadas elecciones presidenciales del 2 de junio, México ha hecho historia por muchas razones, pero una de las principales es por elegir, por primera vez, a una mujer como presidenta de la República: Claudia Sheinbaum.
Este hecho no solo marca un hito en la política mexicana, sino que también tiene profundas implicaciones para la igualdad sustantiva en el contexto latinoamericano e incluso a nivel global.
Y es que la victoria de Claudia Sheinbaum representa un cambio trascendental en la historia política de la nación, ya que, a lo largo de más de 200 años de historia independiente, la presidencia había sido un espacio exclusivamente masculino.
Por lo que la llegada de una mujer a la posición más alta del poder ejecutivo simboliza un avance significativo en la lucha por la igualdad de género en un país donde las mujeres, a pesar de ser más del 50% de la población, han enfrentado barreras históricas para acceder a puestos de liderazgo.
Basta examinar la historia de nuestro país para constatar el enorme significado que tiene este hecho, en primer lugar, para las mujeres, así como para todos los mexicanos. Precisamente este año, el 17 de octubre, se cumplirán apenas 71 años de que se reconoció en nuestro país el derecho de las mujeres a votar y ser votadas.
Pero, la exigencia de que las mujeres participaran en la vida política comenzó hacia finales del siglo XIX. Este asunto ganó atención pública cuando las mexicanas Laureana Wright y Mateana Murguía, inspiradas por los movimientos sufragistas del Reino Unido, comenzaron a publicar artículos en un semanario feminista llamado “Violetas del Anáhuac”. Paralelamente otras mujeres promovían la importancia del voto femenino a través de artículos en el semanario “Mujer Moderna”.
En este andar, destaca el nombre de Hermila Galindo, una mujer que a principios del siglo XX y desde el ámbito político, cuestionó los patrones y roles de género para las mujeres de aquel entonces ligado al tradicional cuidado del hogar.
Precisamente, fue en 1918 que Hermila se postuló como candidata (la primera en la historia de México) a diputada federal por el V Distrito Electoral del Distrito Federal y si bien no llegó a ocupar el cargo de representación, su éxito consistió en mostrar a la opinión pública que las mujeres demandaban el voto, así como en dejar un precedente para las generaciones venideras.
La brecha en el camino se fue abriendo y para 1922, Rosa Torre González se convirtió en la primera regidora del país, en Mérida Yucatán. Un año después, Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche y Raquel Dzib Cicero fueron las primeras mexicanas electas diputadas al Congreso del Estado de Yucatán.
Todavía tuvieron que pasar muchos años, ya que fue hasta el 17 de octubre de 1953, para que finalmente se publicara en el Diario Oficial de la Federación el decreto de ley que permitía a las mujeres votar y ser votadas en todo el país.
Fue en 1954, cuando a nivel federal se eligió por primera vez a una mujer como diputada, Aurora Jiménez, momento en el cual ya habían pasado miles de hombres en el mismo cargo.
Después de Jiménez, tuvo que pasar una década más para que el país tuviera a sus primeras senadoras (1964), Alicia Arellano y María Lavalle. Otros 25 años más para ver a una gobernadora estatal (1979), Griselda Álvarez.
Y fue hace un poco más de 40 años que, en 1982, Rosario Ibarra Piedra, una gran activista, política, defensora de los derechos humanos y voz de familiares de detenidos desaparecidos, fue la primera mujer que se registró como candidata a la presidencia de la República.
Durante estos años, aunque el activismo político de las mujeres fue significativo, la posibilidad de que ellas ocuparan un puesto aún parecía distante. Esto cambió en las últimas dos décadas, especialmente a partir de 2019, con la implementación de una ley que exige "paridad en todo". Esta legislación requiere que las mujeres ocupen el 50% de las candidaturas y posiciones en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tanto a nivel federal, como estatal y municipal.
Es así que en este 2024, la elección de Sheinbaum resuena en toda Latinoamérica, una región que ha visto a varias mujeres ocupar la presidencia en países como Argentina, Brasil, Chile y Costa Rica, pero que además refuerza el concepto de igualdad sustantiva, que va más allá de la igualdad formal ante la ley, para asegurar que las mujeres tengan las mismas oportunidades reales y efectivas para participar en todos los aspectos de la vida pública y privada.
Por ello es que ahora, no nos queda más que esperar que la llegada de una mujer a la presidencia de México puede impulsar políticas más inclusivas y equitativas, abordando problemas persistentes como la violencia de género, la desigualdad salarial y la discriminación.