El fin del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador marca un punto de inflexión para Morena, ya que se enfrenta a una grave crisis de identidad derivada de la acelerada dinámica electoral del proceso electoral 2024. La disputa por cargos públicos a través de encuestas ha tenido consecuencias endógenas negativas, pues prácticamente ha dejado al partido carente de una vida interna orgánica robusta. El enfoque electoral que lo ha caracterizado, si bien efectivo para ganar elecciones, ha invisibilizado gran parte de la agenda social que en algún momento fue su bandera principal.
El partido se ha alejado de los movimientos sociales que alguna vez lo nutrieron y le dieron legitimidad, sus principales actores hoy son servidores públicos que llevan día a día una lucha institucional. Sin embargo, en la calle, en el barrio y en los pueblos la lucha por el territorio y el medio ambiente se ha intensificado.
Con el eventual arribo de María Luisa Alcalde Luján a la dirigencia de Morena hay una oportunidad única para revertir esta situación. Su liderazgo podría significar la recuperación de la agenda progresista y el reconocimiento a los cientos de miles de simpatizantes y militantes anónimos que han sido relegados por la inclusión de figuras políticas que en el pasado fueron adversarios y que hoy se presentan como aliados estratégicos. Este es un momento crucial para Morena, un momento que requiere más que nunca una redefinición de su identidad y de sus prioridades endógenas.
Morena es el partido mayoritario en nuestro sistema político, una posición inaudita en un régimen electoral multipartidista. Sin embargo, esta comodidad podría ser engañosa. ¿Qué pasaría si Morena sufriera una derrota electoral en el futuro cercano? Es válido preguntarse si el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), un aliado actual, permanecería leal o si su alianza está condicionada únicamente a las victorias electorales de Morena. No sugiero que el partido obradorista deba prepararse para la derrota, pero es evidente que tampoco se ha preparado para una victoria construida con nuevos actores, aunque hay claras excepciones.
Este estancamiento en la renovación ha llevado a una estigmatización del partido, percibido por algunos sectores como una organización que ha perdido su rumbo y que se ha dejado llevar por la inercia del poder.
Respondiendo a la inercia nacional, en Puebla, la dirigencia de Morena tendría que pensarse para un perfil con identidad obradorista, con características personales que permitan aglutinar diversas opiniones bajo un precepto de unidad y disciplina partidista, la respuesta podría estar en la academia, la ciencia o las artes y no necesariamente en los actuales actores involucrados con lo público.
La opinión pública ve a Morena inmerso en una dinámica de poder que se centra excesivamente en lo electoral, dejando de lado las voces críticas que podrían aportar a su fortalecimiento interno. Estas voces, lamentablemente, tienden a autocensurarse por miedo a ser encasilladas como parte del bloque conservador o neoliberal. Esta dinámica es peligrosa, pues corre el riesgo de perder el contacto con la realidad y, eventualmente, con sus bases.
@IsaacPalestinaD