/ martes 10 de diciembre de 2019

¿Quién para resucitar al PRI?

Por tratarse del cierre de año, todo indica que en el PRI ya huele a posadas, Navidad y Año Nuevo, por lo que es mejor bajar la cortina desde ahora y olvidarse que en Puebla es un partido político moribundo.

De ahí que lo mejor será recobrar fuerzas para el 2020.

Tiene pendiente el cambio de la dirigencia estatal, que hasta ahora ostenta Lorenzo Rivera Sosa, la cual ya debió renovar hace meses, pero posteriormente se aplazó presuntamente en esta primera quincena del mes de diciembre.

Falta una semana para que la fecha fatal se cumpla y Rivera Sosa hizo perfecto su trabajo de aletargarlo y llegar al Año Nuevo como líder del tricolor.

Se niega a irse y si lo tiene que hacer, se aferrará al cargo el mayor tiempo posible.

El PRI es un partido en huesos políticamente y toda la atención está centrada en Morena, aunque todo indica que el PAN aún parece tener vida y dar la batalla en la elección intermedia de 2021, especialmente en la zona metropolitana.

Por eso la dirigencia del PRI parece tan importante. Es el único lugar donde se puede alojar la militancia y donde se decidirán candidatos, específicamente quienes irán a diputaciones y regidurías plurinominales.

Pero si ese partido quiere salir un poco avance para la elección de 2021 tendrá que renovarse y plantear perfiles nuevos a la dirigencia local.

Sus militantes y también los ciudadanos ya están hartos de las mismas caras de siempre, de las cuotas que se reparten entre Blanca Alcalá, Alberto Jiménez Merino, Jorge Estefan Chidiac, Enrique Doger y el mismo Lorenzo Rivera.

Viejos priistas que ya no son atractivos en esta nueva era política, que apestan al PRI de antaño, el que los votantes relacionan directamente con los vicios del pasado.

Si el proceso de renovación se ha atrasado fue porque Lorenzo Rivera se aferra a quedarse y ser ratificado en el cargo, un gran error porque desde ya lo han acusado de hacer negocio con el partido.

Saben que si se queda no hará más que velar por sus intereses, varias reservadas para su familia y operadores. Para ejemplo, está su empeño de meter con “calzador” a su hijo del mismo nombre, Lorenzo Rivera.

El 2020, el Año Nuevo, también exige un PRI nuevo y unido si tienen interés, al menos, de mantener las poco más de 80 alcaldías que tienen actualmente en territorio poblano.

Si el PRI quiere comenzar de cero, alejado de vicios del pasado, valdría la pena el esfuerzo de mezclar juventud con experiencia para dirigir los destinos priistas.

Entre los nombres de la sangre nueva que se mencionan, está Néstor Camarillo, ex alcalde del municipio de Quecholac.

Se trata un perfil fresco, pero con experiencia política pese a su juventud que puede ir en dupla con una persona con amplio conocimiento de la radiografía interna que da el pasado de los años y lo pueda apoyar, en la ENORME y casi imposible tarea de volver a la vida política a un PRI que ha desaparecido poco a poco tras perder la gubernatura del estado en 2010 en manos del morenovallismo.

Tal vez un primer acuerdo de buena voluntad de no usar de trampolín político al Revolucionario Institucional, sería que la nueva dirigencia no buscará una candidatura en 2021.

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