Qué triste estás Puebla, la indolencia y descuido de las autoridades municipales -desde antes de la pandemia, pero ahora aumentadas por esta circunstancia del Covid- te tienen postrada como nunca antes. Apenas hace una semana recorrí tu Centro Histórico y se me encogió el corazón. Me pareció inaudito ver tapiado tu señorial y bello zócalo, como si fuera una carpa de pueblo; y sin que nadie explique lo que ahí se está haciendo. No existe una maqueta o un plano del proyecto que se pretende realizar en combinación con la SEDATU, y ahora resulta, por información del propio gobernador, que las obras aún carecen de permisos, ya que la Secretaría del Medio Ambiente, Desarrollo Sustentable y Ordenamiento Territorial (SMADSOT) no ha expedido la autorización de impacto ambiental. Pero a mayor abundamiento, este proyecto no podrá iniciarse porque se violaría el Decreto estatal anticovid, que prohíbe expresamente la realización de obras que afecten la movilidad de las personas.
Y mientras tanto, y no se sabe por cuánto tiempo, continuará cerrado tu corazón neurálgico, ante el pasmoso silencio del INAH y del Consejo del Centro Histórico, y desde luego la indolencia o indiferencia de la ciudadanía. ¿Qué dirán nuestros visitantes nacionales y extranjeros al ver este adefesio en tu rostro, otrora señero y angelical? ¿En verdad con esto seguirías ostentando el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad?
Los poblanos debemos exigir respeto a nuestro zócalo, emblema de nuestra poblanidad, obra de amor de nuestros antepasados. Darle mantenimiento y relujarlo es necesario y se agradece, pero jamás cambiar su presencia, que sería un sacrilegio y una profanación. Y es precisamente la falta de transparencia en esta obra lo que da pauta a tantas especulaciones. El zócalo ha sido arreglado y mantenido vigente por casi todas las administraciones municipales, pero jamás nadie osó tapiarlo, no tan sólo por innecesario, sino por el más elemental sentido de la estética. Aquí podría yo parafrasear lo dicho por el pensador Guerra de Junqueiro: “Sin el Banco de Portugal, viviríamos pobres 30 años, pero sin “las luisiadas” nos quedaríamos pobres para siempre. Las libras vuelven, el genio no se repite.”
Y si es triste mirar cómo se afea la configuración de nuestro zócalo, es más triste aún asistir al derrumbamiento de la configuración moral de sus autoridades. Si es lamentable el atropello a “nuestra cara”, es peor aún presenciar cómo naufragan las tradiciones y se hunden las instituciones en la banalidad de estos tiempos de “pandemia mental”, en donde para ser político solo se requiere montarse en un membrete. Esta administración municipal, incluyendo su Cabildo, salvo honrosas excepciones, ha sido por mucho la peor de todas desde la década de los cincuenta. Mira que hacer obra pública en el Centro Histórico en plena pandemia, cuando la economía cruje por los negocios cerrados por las prevenciones sanitarias implica una carencia absoluta de sentido común y de solidaridad humana, ya que es precisamente ahora cuando más necesitamos los poblanos y los turistas recrearnos en la belleza de nuestro centro, y encontrar entre sus árboles y su fuente la piadosa caricia de la esperanza, para un futuro de salud, de libertad y de justicia.
Es tiempo de exigir a esta administración municipal que quite de inmediato ese adefesio en nuestro zócalo, que acabe con esta estulticia que nos denigra y nos ofende. ¿Sabrá la presidente municipal que Zaragoza, aquí contigo Puebla, no solamente derrotó a los franceses sino también a la apatía y la desesperanza que tenía estrangulada a la nación?; ¿lo sabremos en verdad, los Poblanos de ahora? Considero que es hora de actuar como verdaderos ciudadanos.
Gracias Puebla y recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”