Una vez más, aquellos operadores y estrategas partidistas que esperaban la realización del segundo debate presidencial para modificar tendencias electorales en el estado, sobre todo a favor del PRI y en contra del Movimiento Regeneración Nacional, se han visto frustrados.
Que los cuatro candidatos a la Presidencia de la República discutieran desde Tijuana temas como los derechos de los migrantes, el comercio, la inversión y la seguridad fronteriza no parece que vaya a ser el punto de quiebre en la campaña de José Antonio Meade, el abanderado del PRI al que se le define como una “buena persona” pero que no encuentra la forma de escalar al segundo lugar de las preferencias por culpas propias y del grupo al que representa.
Por más que los priistas de Puebla digan lo contrario en redes sociales, el segundo debate no trajo ese “nuevo Meade” que les prometieron desde el arranque de campaña y que, se supone, tendría las cualidades para superar en el corto plazo al panista Ricardo Anaya Cortés.
Meade se mostró más seguro y fue más fluido en este encuentro que en el anterior, realizado el 22 de abril, pero lució todavía lejano del perfil que requeriría para competir con posibilidades reales de triunfo.
El segundo debate presidencial fue prácticamente una calca del primero, pero menos profundo, menos consistente en propuestas y menos entretenido.
Por tanto, si el primero no modificó preferencias electorales, es razonable esperar que el ejercicio de este domingo en Tijuana tampoco lo hará.
Esa es una mala noticia para los abanderados del PRI, que aún esperaban la llegada del “milagro” que los empujara, aunque fuese un poco, hacia arriba, para ubicarse en condiciones de mayor competitividad y con mejores expectativas de victoria.
Meade, que volvió a verse condescendiente con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, del que proviene, dejó a los priistas de Puebla en el mismo tercer lugar en el que estaban antes del debate.
Los seguidores de Anaya Cortés tampoco deben tener mucho que celebrar.
El queretano salió a batirse con un Andrés Manuel López Obrador que libró los puntillosos ataques a través de sus ya conocidas ocurrencias.
Quedarán para la historia el “canallita” y el “Ricky Riquín Canallín” con que López Obrador rebautizó al panista después de que este le cuestionara algunas incongruencias de sus propuestas de gobierno y lo llamara “farsante”.
El candidato de Morena goza de una protección abstracta que diluye todo ataque en su contra y que al final evita que sus simpatizantes pierdan un solo gramo de confianza en él.
Para esos eventuales electores, “El Peje” es la única alternativa de salvación, o por lo menos de venganza, frente a la continuidad de esos corruptos, malvados y perversos gobiernos emanados del PRIAN.
No importa la cantidad de veces que los asesores de Ricardo Anaya lean los libros de López Obrador para hallar inconsistencias y exhibirlas en televisión, frente a millones de espectadores, el “pueblo”, como dice el tabasqueño en sus arengas, le perdona todo.
Aun así, parece que el expresidente nacional del PAN conservará su segundo sitio en intención de voto.
La noticia no es buena ni mala para los blanquiazules poblanos.
Les recuerda que tienen que rascarse con sus propias manos y seguir apostando a la operación política del grupo en el poder, con todo lo que ello implica, desde los tiempos de campaña hasta el día de las votaciones, para enfrentar la ola lopezobradorista que apuntala hasta al menos preparado de sus candidatos.
Quienes pueden respirar más o menos tranquilos son, justamente, los morenistas.
El jefe de todos hizo lo que tenía que hacer: salir bien librado del enfrentamiento pese al embate de sus oponentes.
Los candidatos poblanos que compiten por la alianza Juntos Haremos Historia fueron testigos de un nuevo episodio de supervivencia.
Para ellos, sin embargo, el problema no es el candidato presidencial, sino la maquinaria morenovallista que se mueve sin contemplaciones para retener el poder en el estado.
El tercer y último debate de los presidenciables será el 12 de junio en Mérida, Yucatán.
A ver si para entonces unos siguen a la espera del milagro prometido y, otros, en plena e intensísima promoción del voto útil, para (tratar de) derrotar al que ya se asume presidente de México.
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