/ martes 19 de noviembre de 2024

Rompiendo compadrazgos: Nuevo empresariado en Puebla

Hace unos días conversaba con un empresario del norte del país, alguien interesado en expandir su negocio a Puebla, y surgió un tema clave: el peso del compadrazgo en la dinámica empresarial poblana y cómo esto ha frenado nuestra competitividad. Mientras en el norte del país predomina una cultura de eficiencia donde “te hice un anteproyecto, ya moví mis recursos y espero compromiso de tu parte”, en Puebla las decisiones empresariales pasan por filtros de relaciones personales que muchas veces obstruyen la profesionalización.

Aquí, el esfuerzo y la inversión inicial de los empresarios foráneos suelen verse absorbidos sin reciprocidad, lo que hace que este estilo de negocios les resulte desconcertante y frustrante. El peso que las conexiones personales tienen en la toma de decisiones puede opacar el mérito de una propuesta o su valor tangible, priorizando la pertenencia a círculos sociales sobre la preparación y el profesionalismo. Esta práctica no solo nos resta competitividad, sino que también acarrea un retroceso económico que, en una economía globalizada, Puebla no puede permitirse. Las inversiones y la innovación que exigen los tiempos actuales difícilmente se alinean con un modelo en el que los contactos pesan más que la experiencia.

Hoy, mi papel como presidenta del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias Puebla representa un contrapeso frente a estos grupos de poder que, muchas veces, se resisten a abrirse a nuevas ideas, a ceder el liderazgo a mujeres empresarias y a recibir con apertura a personas externas. Necesitamos un tejido empresarial que valore a quienes tienen la capacidad y el deseo de contribuir al progreso, sin importar si son “de aquí” o “de allá”. Cuando priorizamos el talento y el mérito, todos ganamos; cuando lo obstruimos con prácticas de compadrazgo, limitamos el potencial de crecimiento que Puebla necesita y merece.

No es casualidad que empresarios de fuera, sobre todo del norte, observen este fenómeno y lo perciban como una barrera. En esos estados, una inversión representa un compromiso, y la reciprocidad es inmediata. En Puebla, por el contrario, el progreso de las empresas queda subordinado a procesos sociales que relegan la competencia abierta y el desarrollo de proyectos a un segundo plano. Allá, los negocios se consolidan con un pragmatismo directo y claro; aquí aún predomina una visión en la que el desarrollo depende de círculos de confianza que se cierran a nuevas voces y perspectivas.

Como empresaria y activista, estoy comprometida a abrir camino para quienes buscan oportunidades legítimas basadas en la competencia real. No se trata de ignorar el valor de las relaciones, sino de poner por encima la calidad de los proyectos y la capacidad para ejecutarlos. Cada vez son más los empresarios foráneos que se suman a esta visión, convencidos de que es posible construir un entorno de negocios en Puebla que acoja a quienes vienen a sumar, sin importar su origen o género.

Es tiempo de romper con el compadrazgo y construir una Puebla más competitiva, donde el mérito, la experiencia y la capacidad sean la base de una red empresarial robusta y abierta. Con un entorno profesional en el que todos compitan con las mismas reglas, avanzaremos hacia un desarrollo económico que se traduzca en beneficios reales para toda la comunidad y que impulse a Puebla hacia un lugar de verdadero liderazgo.

“Cuando las mujeres lideran, ganamos todos”

Hace unos días conversaba con un empresario del norte del país, alguien interesado en expandir su negocio a Puebla, y surgió un tema clave: el peso del compadrazgo en la dinámica empresarial poblana y cómo esto ha frenado nuestra competitividad. Mientras en el norte del país predomina una cultura de eficiencia donde “te hice un anteproyecto, ya moví mis recursos y espero compromiso de tu parte”, en Puebla las decisiones empresariales pasan por filtros de relaciones personales que muchas veces obstruyen la profesionalización.

Aquí, el esfuerzo y la inversión inicial de los empresarios foráneos suelen verse absorbidos sin reciprocidad, lo que hace que este estilo de negocios les resulte desconcertante y frustrante. El peso que las conexiones personales tienen en la toma de decisiones puede opacar el mérito de una propuesta o su valor tangible, priorizando la pertenencia a círculos sociales sobre la preparación y el profesionalismo. Esta práctica no solo nos resta competitividad, sino que también acarrea un retroceso económico que, en una economía globalizada, Puebla no puede permitirse. Las inversiones y la innovación que exigen los tiempos actuales difícilmente se alinean con un modelo en el que los contactos pesan más que la experiencia.

Hoy, mi papel como presidenta del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias Puebla representa un contrapeso frente a estos grupos de poder que, muchas veces, se resisten a abrirse a nuevas ideas, a ceder el liderazgo a mujeres empresarias y a recibir con apertura a personas externas. Necesitamos un tejido empresarial que valore a quienes tienen la capacidad y el deseo de contribuir al progreso, sin importar si son “de aquí” o “de allá”. Cuando priorizamos el talento y el mérito, todos ganamos; cuando lo obstruimos con prácticas de compadrazgo, limitamos el potencial de crecimiento que Puebla necesita y merece.

No es casualidad que empresarios de fuera, sobre todo del norte, observen este fenómeno y lo perciban como una barrera. En esos estados, una inversión representa un compromiso, y la reciprocidad es inmediata. En Puebla, por el contrario, el progreso de las empresas queda subordinado a procesos sociales que relegan la competencia abierta y el desarrollo de proyectos a un segundo plano. Allá, los negocios se consolidan con un pragmatismo directo y claro; aquí aún predomina una visión en la que el desarrollo depende de círculos de confianza que se cierran a nuevas voces y perspectivas.

Como empresaria y activista, estoy comprometida a abrir camino para quienes buscan oportunidades legítimas basadas en la competencia real. No se trata de ignorar el valor de las relaciones, sino de poner por encima la calidad de los proyectos y la capacidad para ejecutarlos. Cada vez son más los empresarios foráneos que se suman a esta visión, convencidos de que es posible construir un entorno de negocios en Puebla que acoja a quienes vienen a sumar, sin importar su origen o género.

Es tiempo de romper con el compadrazgo y construir una Puebla más competitiva, donde el mérito, la experiencia y la capacidad sean la base de una red empresarial robusta y abierta. Con un entorno profesional en el que todos compitan con las mismas reglas, avanzaremos hacia un desarrollo económico que se traduzca en beneficios reales para toda la comunidad y que impulse a Puebla hacia un lugar de verdadero liderazgo.

“Cuando las mujeres lideran, ganamos todos”