Hace exactamente 80 años, una fuerza multinacional realizó una operación sin precedentes en la historia humana: bombardeos aéreos, disparos de gruesos proyectiles desde barcos, paracaidistas atrás de las líneas y miles de jóvenes que descendieron de los vehículos anfibios conformaron la invasión a Normandía.
En ese entonces era totalmente diferente el contexto, los aliados y los soviéticos luchaban contra un régimen que quiso cambiar la forma de ver el mundo, se necesitaron los máximos esfuerzos de 3 potencias para derrotar a dos naciones que desafiaron el orden mundial.
Millones de varones que apenas pasaban la adolescencia se alistaron voluntariamente para combatir por su país, especialmente el Día D implicó un riesgo enorme, recordando que la tasa de mortalidad superó el 90% de quienes llegaban a la playa, siendo recibidos por las efectivas metralletas alemanas, las cuales tiñeron de sangre las playas francesas.
Nuestro país también fue partícipe en la Segunda Guerra Mundial, no en el frente europeo, sino como apoyo a la guerra del Pacífico, donde los Estados Unidos prácticamente tuvieron otra guerra y luchando contra un enemigo que inició de una forma imparable: el Imperio de Japón.
El desembarco del Día D no contaba con un pronóstico totalmente certero, inclusive el comandante supremo aliado, el general Dwigth Eisenhower tenía preparada una explicación escrita por si fallaba, es más, ya existía un plan B, consistente en lanzar una bomba atómica sobre Berlín, así como ocurrió en Hiroshima y Nagasaki, así que la derrota nacional-socialista de ese entonces bien puede interpretarse como una victoria.
Para muchos, el 6 de junio de 1944 fue el día que se ganó la guerra en Europa, a partir de esa fecha el avance fue notorio y, salvo la ofensiva de las Ardenas de diciembre del 45, todo fue una aplastante victoria aliada.
Toda esta epopeya es digna de mencionar y reconocer a quienes pelearon por su país, fuera del bando que fuera, pero recordemos qué fue lo que impulsó a pelear: la negación a repartir el “pastel” del planeta, la oposición a las dictaduras y a un racismo que se tornó en genocidio. Desgraciadamente la bandera de la lucha por el mundo libre, que fue una causa casi universal, hoy parece difuminarse en la memoria colectiva.
Estaba viendo un video, donde aparecía un veterano de Normandía, quien muy triste dijo que todo ese esfuerzo realizado ya no es recordado por nadie. El ejemplo más claro son los asesinatos a civiles en Palestina y una actitud intolerante por parte del gobierno de Israel, pareciera paradójico que un pueblo que ha sufrido tanto hoy se comporta de un modo que a Adolf Eichmann le hubiera encantado, sin embargo, recordemos que quien es víctima muy probablemente se vuelve victimario.
En cuanto a las dictaduras y autoritarismos, el mundo está viendo cada vez más de esos ejemplos, con las consecuencias negativas que surgen de ellos, es así que la idea de respeto a los derechos humanos y la tolerancia parecen debilitarse cada día más.
Como abogado y como filósofo me resulta absurdo que hoy haya grandes debates respecto si los derechos fundamentales deben ser reconocidos u otorgados, simplemente porque lo más importante es que sean efectivos y no veamos las transgresiones, como aquellos niños desplazados en Palestina o los choferes acapulqueños que son extorsionados impunemente por el crimen organizado.
Quienes lucharon y ofrendaron su vida ese 6 de junio, lo hicieron pensando en la versión occidental del mundo libre, arriesgando su vida y oponiéndose al fascismo, sin embargo, hoy vemos millones de personas, esclavas de la ignorancia e internet, cobardes, sin cultura del esfuerzo, indolentes de la vida pública y muy manipulables políticamente, lo cual da como resultado sociedades descompuestas, lo cual nos acerca peligrosamente a regímenes totalitarios que producen muerte, pobreza y hasta otra guerra mundial. Hasta la próxima.
@vicente_aven