/ lunes 30 de septiembre de 2024

Se va, pero se queda

La conquista de la presidencia de la república no solo fue el inicio de un movimiento político perfilado a una cuarta transformación social en nuestro país, también ha sido el arranque de una nueva forma de hacer política desde el poder en donde la nueva regla es que ya no hay reglas.

El presidente López Obrador supo incluso antes de iniciar su mandato que los 5 años y 10 meses de su gobierno no serían suficientes para cumplir sus múltiples promesas de campaña y al mismo tiempo, descabezar a sus adversaros políticos para dejar los cimientos de lo que hoy llaman segundo piso de la cuarta transformación.

Está claro, el mandatario que hoy se despide, se apostó por instaurar un nuevo régimen, es decir, acabar con todo lo institucionalizado, con todas las reglas, con todas las normas, con todas las regulaciones y casi todas las leyes del pasado, para imponer un nuevo orden político en México.

Tal y como lo calculó el político de Macuspana, el tiempo no le alcanzó para dejar una estructura legal, política y social para “retirarse” como lo planeó y como lo ha prometido en cualquier cantidad de ocasiones.

Lo que sí debe reconocerse es que en esos 2099 días, López Obrador ejerció de manera inigualable el poder de la presidencia para imponer legalmente a su candidata, para apropiarse de los tres poderes de la unión, para hacer de MORENA un verdadero tsunami político capaz de gobernar 24 de 32 estados en menos de 6 años; por su puesto, para aplastar a la oposición y por si eso no fuera suficiente, para dejar a su hijo incrustado en el centro de la operación política de México.

En ese lapso, el tabasqueño no alcanzó todo lo que se propuso por una pandemia que lo retrasó de manera significativa, sin embargo, sí logró y con creces, dejar los engranajes y los manuales de operación de esta maquinaria llamada cuarta transformación.

Un apunte adicional, López Obrador se va pero deja a sus operadores legislativos, a sus “halcones” de gabinete y a sus incondicionales jurados, cerrando casi todas los candados legales para que en su ausencia, nadie piense en una traición a su persona o a su movimiento transformador.

Las llaves, eso sí, se las lleva todas él.

¿Qué deja?

Más allá de sus logros personales, más allá de un país polarizado, López Obrador deja instaurada tal vez de manera involuntaria, una nueva “forma” de hacer política, una en la que el fin justifica los medios, una en la que las reglas escritas y no escritas se pulverizaron, una que además se coronó con esa peligrosa frase de “No me vengan a mi con ese cuento de que la ley es la ley…”.

La nueva clase política de México ha aprendido que en esta lucha encarnizada todo se vale si de alcanzar los objetivos se trata; las nuevas generaciones en el poder han registrado que tienen carta abierta para alcanzar sus metas y los viejos políticos, hoy purificados, expresan entre risas complacientes que la nueva regla, es que ya no hay reglas.

Es así que la necesidad de aprovechar al máximo el limitado tiempo en el sexenio que esta noche llega a su fin, deja abierta una puerta que muestra un cúmulo de prácticas que ponen en jaque los principios, la ética, la moral y la honorabilidad en el ejercicio de la política y del poder.

Otra herencia ya aceptada y anunciada como práctica obligada del nuevo gobierno federal, serán las mañaneras, sin embargo, el reto por sí solo es complejo y delicado. Andrés Manuel López Obrador ha sido el único mandatario en funciones en la historia del mundo en ser capaz de realizar un ejercicio de comunicación o propaganda, casi todos los días de su mandato.

En su gobierno ofreció 1 mil 436 mañaneras en las que según datos de la empresa en investigación e información política SPIN, el titular de esta tribuna expresó de manera diaria, 103 comentarios, declaraciones o afirmaciones falsas, imprecisas o imposibles de comprobar. Hacer ello sin perder credibilidad es casi imposible.

Mantener una práctica en donde la retorica cotidiana está basada en acusaciones, descalificaciones, señalamientos, quejas, cuestionamientos, ataques y mensajes de división, requiere de una habilidad muy especial en la que el orador, fue dueño de principio a fin de la agenda y en donde, en muy contadas ocasiones, le permitió a los reporteros realizar su trabajo.

México está en el inicio de un nuevo gobierno federal emanado de un hábil político que se va, pero se queda. López Obrador deja la muestra de cómo se debe ejercer el poder, deja trazados los caminos y atajos que se pueden tomar para llegar a los objetivos y todo ese legado está ahí, para quien quiera intentar los mismos pasos, que muy seguro, serán mas de 10.

El gran dilema es que moverse entre la eficacia y los principios, es una práctica muy arriesgada y peligrosa, al tabasqueño se le aceptó todo y por eso se va con niveles de popularidad nunca antes vistos en México, pero Andrés Manuel solo hay uno.

Lo que viene, es un molino de carne humana desprendida de políticos inexpertos, voraces y kamikazes. Y justo en este escenario, la Presidenta Claudia Sheinbaum tendrá la voz de mando y la última palabra respecto al México de los próximos años.

Por todo ello, éxito Doctora.


La conquista de la presidencia de la república no solo fue el inicio de un movimiento político perfilado a una cuarta transformación social en nuestro país, también ha sido el arranque de una nueva forma de hacer política desde el poder en donde la nueva regla es que ya no hay reglas.

El presidente López Obrador supo incluso antes de iniciar su mandato que los 5 años y 10 meses de su gobierno no serían suficientes para cumplir sus múltiples promesas de campaña y al mismo tiempo, descabezar a sus adversaros políticos para dejar los cimientos de lo que hoy llaman segundo piso de la cuarta transformación.

Está claro, el mandatario que hoy se despide, se apostó por instaurar un nuevo régimen, es decir, acabar con todo lo institucionalizado, con todas las reglas, con todas las normas, con todas las regulaciones y casi todas las leyes del pasado, para imponer un nuevo orden político en México.

Tal y como lo calculó el político de Macuspana, el tiempo no le alcanzó para dejar una estructura legal, política y social para “retirarse” como lo planeó y como lo ha prometido en cualquier cantidad de ocasiones.

Lo que sí debe reconocerse es que en esos 2099 días, López Obrador ejerció de manera inigualable el poder de la presidencia para imponer legalmente a su candidata, para apropiarse de los tres poderes de la unión, para hacer de MORENA un verdadero tsunami político capaz de gobernar 24 de 32 estados en menos de 6 años; por su puesto, para aplastar a la oposición y por si eso no fuera suficiente, para dejar a su hijo incrustado en el centro de la operación política de México.

En ese lapso, el tabasqueño no alcanzó todo lo que se propuso por una pandemia que lo retrasó de manera significativa, sin embargo, sí logró y con creces, dejar los engranajes y los manuales de operación de esta maquinaria llamada cuarta transformación.

Un apunte adicional, López Obrador se va pero deja a sus operadores legislativos, a sus “halcones” de gabinete y a sus incondicionales jurados, cerrando casi todas los candados legales para que en su ausencia, nadie piense en una traición a su persona o a su movimiento transformador.

Las llaves, eso sí, se las lleva todas él.

¿Qué deja?

Más allá de sus logros personales, más allá de un país polarizado, López Obrador deja instaurada tal vez de manera involuntaria, una nueva “forma” de hacer política, una en la que el fin justifica los medios, una en la que las reglas escritas y no escritas se pulverizaron, una que además se coronó con esa peligrosa frase de “No me vengan a mi con ese cuento de que la ley es la ley…”.

La nueva clase política de México ha aprendido que en esta lucha encarnizada todo se vale si de alcanzar los objetivos se trata; las nuevas generaciones en el poder han registrado que tienen carta abierta para alcanzar sus metas y los viejos políticos, hoy purificados, expresan entre risas complacientes que la nueva regla, es que ya no hay reglas.

Es así que la necesidad de aprovechar al máximo el limitado tiempo en el sexenio que esta noche llega a su fin, deja abierta una puerta que muestra un cúmulo de prácticas que ponen en jaque los principios, la ética, la moral y la honorabilidad en el ejercicio de la política y del poder.

Otra herencia ya aceptada y anunciada como práctica obligada del nuevo gobierno federal, serán las mañaneras, sin embargo, el reto por sí solo es complejo y delicado. Andrés Manuel López Obrador ha sido el único mandatario en funciones en la historia del mundo en ser capaz de realizar un ejercicio de comunicación o propaganda, casi todos los días de su mandato.

En su gobierno ofreció 1 mil 436 mañaneras en las que según datos de la empresa en investigación e información política SPIN, el titular de esta tribuna expresó de manera diaria, 103 comentarios, declaraciones o afirmaciones falsas, imprecisas o imposibles de comprobar. Hacer ello sin perder credibilidad es casi imposible.

Mantener una práctica en donde la retorica cotidiana está basada en acusaciones, descalificaciones, señalamientos, quejas, cuestionamientos, ataques y mensajes de división, requiere de una habilidad muy especial en la que el orador, fue dueño de principio a fin de la agenda y en donde, en muy contadas ocasiones, le permitió a los reporteros realizar su trabajo.

México está en el inicio de un nuevo gobierno federal emanado de un hábil político que se va, pero se queda. López Obrador deja la muestra de cómo se debe ejercer el poder, deja trazados los caminos y atajos que se pueden tomar para llegar a los objetivos y todo ese legado está ahí, para quien quiera intentar los mismos pasos, que muy seguro, serán mas de 10.

El gran dilema es que moverse entre la eficacia y los principios, es una práctica muy arriesgada y peligrosa, al tabasqueño se le aceptó todo y por eso se va con niveles de popularidad nunca antes vistos en México, pero Andrés Manuel solo hay uno.

Lo que viene, es un molino de carne humana desprendida de políticos inexpertos, voraces y kamikazes. Y justo en este escenario, la Presidenta Claudia Sheinbaum tendrá la voz de mando y la última palabra respecto al México de los próximos años.

Por todo ello, éxito Doctora.