/ martes 17 de marzo de 2020

Ser fiscal, un oficio muy shakespiriano

Shakespeare nos ha enseñado todo en sus tragedias. Por algo no ha existido un genio de su envergadura ni en la literatura ni en lo que respecta a hacer una radiografía profunda de la condición humana.

Si queremos conocer las altas y las bajas frecuencias de un hombre, habrá que echar mano de su obra. Cada una nos muestra los recovecos de la mente y su proceder.

Para la política también es necesario zambullirse en su mundo; si se quiere obtener respuestas.

Abro esta entrega recordando al más preclaro de los escritores pues al estarlo releyendo durante este fin de semana, pensé que la vida (la vida pública, sobre todo) se presenta siempre como una comedia de enredos en donde se dan las más obscenas traiciones, pero también surge de pronto la verdad entre un telón lleno de mentiras y espectros que creamos desde el prejuicio injertado por terceros.

Me pasó a mí con el personaje a quien dedico esta reflexión: con el Fiscal Gilberto Higuera Bernal.

El lector puntual de mis artículos recordará que hace algún tiempo arremetí contra Gilberto por una suerte de malentendidos y de esos prejuicios de los que hablo en el párrafo anterior. Pero es de hombres corregir, detenerse y profundizar, y es precisamente lo que hice.

Lo que me molestaba en otro tiempo era que Higuera fuera vinculado a Víctor Carrancá, por lo tanto, al morenovallismo: régimen autoritario cuyos miembros hicieron gala de una habilidad enfermiza para enriquecerse y operar un terrible endeudamiento desde la sombra. Sin embargo, las aguas siempre se van aclarando solas con el paso de la corriente.

Así pues, distintas circunstancias me llevaron a conocer personalmente a Gilberto Higuera, y lejos de reforzar en mí la imagen equívoca que me había hecho de él, tuve la oportunidad de descubrir a un hombre avezado y profesional en intensas jornadas de trabajo que compartimos hace apenas unos meses, llevándome, pues, la mejor impresión y la certeza de que es un hombre confiable.

Gilberto siguiera al mando de la fiscalía ha sido, sin duda, un acierto del gobernador. En su momento se lo hice saber, y fui el primero en celebrar que Miguel se despojara en este caso de las suspicacias en el tenor de que siempre, para una administración nueva, la gente del pasado genera desconfianza, sin embargo, hoy más que nunca estoy consciente de que a la gente no se le puede etiquetar como si viniera hecha en serie, pues cada personalidad es única y posee atributos que no deben ponerse en tela de juicio si es que la experiencia y los buenos oficios hablan por sí mismos.

Puebla vive momentos complicadísimos y es de una importancia capital que los dirigentes se rodeen de elementos valiosos. Es el caso de Gilberto Higuera, a quien públicamente le externo mi apoyo y mi respeto, ya que estar frente a una empresa como es ser cabeza de la Fiscalía no es ningún lecho de rosas, sino todo lo contrario.

Un puesto así requiere firmeza, pero también sensibilidad, y sobre todo un alto grado de conocimiento y amor por la justicia. Algo muy parecido a estar inmerso en una trama shakesperiana por ser el escenario propicio en donde se dan cita las más bajas pasiones humanas.

Envío desde este espacio un puñado de respetos y felicitaciones a mi amigo, Gilberto Higuera Bernal.


Shakespeare nos ha enseñado todo en sus tragedias. Por algo no ha existido un genio de su envergadura ni en la literatura ni en lo que respecta a hacer una radiografía profunda de la condición humana.

Si queremos conocer las altas y las bajas frecuencias de un hombre, habrá que echar mano de su obra. Cada una nos muestra los recovecos de la mente y su proceder.

Para la política también es necesario zambullirse en su mundo; si se quiere obtener respuestas.

Abro esta entrega recordando al más preclaro de los escritores pues al estarlo releyendo durante este fin de semana, pensé que la vida (la vida pública, sobre todo) se presenta siempre como una comedia de enredos en donde se dan las más obscenas traiciones, pero también surge de pronto la verdad entre un telón lleno de mentiras y espectros que creamos desde el prejuicio injertado por terceros.

Me pasó a mí con el personaje a quien dedico esta reflexión: con el Fiscal Gilberto Higuera Bernal.

El lector puntual de mis artículos recordará que hace algún tiempo arremetí contra Gilberto por una suerte de malentendidos y de esos prejuicios de los que hablo en el párrafo anterior. Pero es de hombres corregir, detenerse y profundizar, y es precisamente lo que hice.

Lo que me molestaba en otro tiempo era que Higuera fuera vinculado a Víctor Carrancá, por lo tanto, al morenovallismo: régimen autoritario cuyos miembros hicieron gala de una habilidad enfermiza para enriquecerse y operar un terrible endeudamiento desde la sombra. Sin embargo, las aguas siempre se van aclarando solas con el paso de la corriente.

Así pues, distintas circunstancias me llevaron a conocer personalmente a Gilberto Higuera, y lejos de reforzar en mí la imagen equívoca que me había hecho de él, tuve la oportunidad de descubrir a un hombre avezado y profesional en intensas jornadas de trabajo que compartimos hace apenas unos meses, llevándome, pues, la mejor impresión y la certeza de que es un hombre confiable.

Gilberto siguiera al mando de la fiscalía ha sido, sin duda, un acierto del gobernador. En su momento se lo hice saber, y fui el primero en celebrar que Miguel se despojara en este caso de las suspicacias en el tenor de que siempre, para una administración nueva, la gente del pasado genera desconfianza, sin embargo, hoy más que nunca estoy consciente de que a la gente no se le puede etiquetar como si viniera hecha en serie, pues cada personalidad es única y posee atributos que no deben ponerse en tela de juicio si es que la experiencia y los buenos oficios hablan por sí mismos.

Puebla vive momentos complicadísimos y es de una importancia capital que los dirigentes se rodeen de elementos valiosos. Es el caso de Gilberto Higuera, a quien públicamente le externo mi apoyo y mi respeto, ya que estar frente a una empresa como es ser cabeza de la Fiscalía no es ningún lecho de rosas, sino todo lo contrario.

Un puesto así requiere firmeza, pero también sensibilidad, y sobre todo un alto grado de conocimiento y amor por la justicia. Algo muy parecido a estar inmerso en una trama shakesperiana por ser el escenario propicio en donde se dan cita las más bajas pasiones humanas.

Envío desde este espacio un puñado de respetos y felicitaciones a mi amigo, Gilberto Higuera Bernal.