En su segundo informe de gobierno, Sergio Salomón Céspedes Peregrina ha demostrado que el verdadero liderazgo no necesita validarse únicamente en las urnas, sino en los hechos. En solo dos años, logró encabezar una administración que dejó de lado la confrontación para apostar por la reconciliación, trabajando con todas y todos por un objetivo común: el desarrollo y bienestar de Puebla.
Sergio Salomón asumió un gobierno en un momento de complejidad política y social. Más que continuar con un linaje político, su misión fue reconstruir puentes, fortalecer instituciones y devolver la confianza al trabajo colectivo. Optó por dejar atrás la polarización y promover la colaboración entre sectores que, durante años, parecían irreconciliables. Este enfoque no solo evitó el estancamiento, sino que dio resultados tangibles en beneficio de las y los poblanos.
En estos dos años, el progreso ha sido evidente. Con más de 13,000 millones de pesos destinados a infraestructura, Puebla ha experimentado una transformación en su conectividad, servicios de salud y educación. Estas no son obras para presumir en estadísticas, sino inversiones que están mejorando la calidad de vida de miles de personas. Desde la rehabilitación de carreteras hasta la modernización de hospitales y escuelas, cada acción responde a las necesidades reales de las comunidades.
En términos de seguridad, Puebla ha demostrado que, con estrategias efectivas y una relación cercana con la ciudadanía, se pueden lograr avances significativos. Sergio Salomón ha enfrentado este reto con decisión, dejando claro que no hay espacio para la impunidad. Su enfoque en fortalecer las instituciones de seguridad ha contribuido a generar un entorno más tranquilo para las familias poblanas, algo que muchos estados todavía buscan alcanzar.
El desarrollo económico también ha sido uno de los pilares de su gobierno. La atracción de inversiones privadas, junto con el fortalecimiento de los apoyos al campo, han permitido diversificar las oportunidades económicas en el estado. Hoy, Puebla no solo crece económicamente, sino que lo hace de manera inclusiva, llevando desarrollo a las regiones más rezagadas y apostando por la justicia social como eje del progreso.
Pero más allá de las cifras, lo que distingue a Sergio Salomón es su humanidad y cercanía. En los momentos más difíciles, su presencia ha sido una constante. Gobernó no desde la distancia, sino desde el contacto directo con las personas, escuchando y resolviendo. Este estilo de liderazgo le permitió construir confianza, algo que no se compra con campañas, sino que se gana con trabajo constante.
Estos dos años también han sido un ejemplo de cómo reconciliar a un estado. Sergio Salomón entendió que Puebla no podía avanzar si persistían las divisiones políticas y sociales. Su capacidad para construir consensos entre sectores diversos demostró que gobernar es, ante todo, sumar esfuerzos. Este cambio no solo benefició al gobierno, sino que devolvió a la ciudadanía la esperanza de que el trabajo conjunto es posible.
Hoy, Puebla es un estado más fuerte, más unido y con mejores perspectivas de futuro. Sergio Salomón cierra su administración con la satisfacción de haber dejado un legado basado en el compromiso, la cercanía y los resultados. Estos dos años no solo fueron un periodo de transición, sino una oportunidad para demostrar que el liderazgo verdadero se valida en los hechos, en la capacidad de transformar vidas y en la reconciliación como motor del progreso.
Puebla no necesita confrontación ni discursos vacíos; necesita líderes que entiendan el poder como un servicio. Sergio Salomón lo entendió y lo demostró con creces, dejando una marca imborrable en la historia reciente de nuestro estado.