Claudia Sheinbaum lo tiene todo para ser no solo la primera mujer presidenta en la historia del país, sino la mejor presidenta en la historia de México, pero primero, debemos hacer un paréntesis bastante amplio, en primer lugar es algo digno celebrar el que una mujer finalmente rompiera el techo de cristal y llegara a la máxima magistratura, un espacio en donde ninguna mujer en el pasado hubiera podido siquiera pensar en llegar, sin embargo, no podemos ser irresponsables u omisos ante la pregunta que rodea a Claudia desde que ganó las elecciones, una vez que rompió el techo de cristal, ¿Quién se queda con los pedazos de ese techo? Andrés Manuel López Obrador, el principal factor que opaca la victoria de la primera mujer en detentar el poder, puesto que la forjó exactamente a su imagen y semejanza, con sus mismas virtudes quizá, pero contundentemente con sus mismos defectos.
A lo largo de estos meses, muchos sectores en el país han estado repitiendo que Sheinbaum sí es diferente a López Obrador, y que solo debíamos aguardar a que tomara posesión como titular del ejecutivo para poder verlo, sin embargo ese día llegó el martes primero de octubre, el día en donde Claudia Sheinbaum tuvo puesta la banda presidencial por primera vez, y con ello la oportunidad de comenzar a transitar el sendero de su propio camino, y tomar esta sana distancia que se da en todas las sucesiones presidenciales, una ceremonia en donde pudo aprovechar su toma de protesta para hacer de este un evento cívico, en donde el poder suscribe los retos que ha de afrontar en beneficio del pueblo de México, y aprovechar también la oportunidad para limar asperezas y convocar incluso a sus opositores a trabajar en conjunto para atender las necesidades de nuestro país, sin embargo Claudia tenía una visión distinta.
La presidenta de la república, la presidenta de todas y todos los mexicanos, convirtió su toma de protesta en un acto de proselitismo para el partido en el poder, y en una ceremonia de rendición de culto al gran patriarca, y no asumiéndose como la nueva líder de un país multicultural y diverso, gritó a los 4 vientos “Viva la Cuarta Transformación”, ¿Se imaginan el nivel del escándalo si en su toma de protesta Felipe Calderón hubiera dicho viva el PAN o Enrique Peña Nieto viva el PRI?, esto por no mencionar que fue fotografiada agachada en el estrado mientras besaba la mano de Manuel Velasco, líder del partido verde, un acto aberrante que muy seguramente cuando era oposición Morena habría condenado, esto además de dedicar más de la mitad de su tiempo a alabar la figura de Andrés Manuel López Obrador a quien no se cansó de decirle que era el mejor presidente en la historia de México, y que su gestión estuvo plagada únicamente de éxitos, el mundo al revés si consideramos por otro lado, que no habló a detalle de los dos principales fracasos de la administración saliente, los más de 50 millones sin acceso a la salud y las 199 mil 621 vidas que se perdieron a causa de una violencia que no se pudo o no se quiso combatir.
Sin embargo, es menester mencionar que al margen del final del discurso de Claudia Sheinbaum dedicado a las mujeres y su lucha histórica en nuestro país, inversamente proporcional a la deuda que esta tierra tiene con ellas, hubo un acto que dignificó a la presidenta y evidenció la soberbia de su antecesor, al si tener ella la estatura de ir a saludar (beso y abrazo incluido) a la todavía titular de uno de los tres poderes de la unión, Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, este hecho junto a la expectativa de ver cómo se comportaba en su primera mañanera y que su primer acto oficial como presidenta, sería ir a Guerrero tras el paso del huracán “John”, dejaron un buen sabor de boca y generaron una alta expectativa sobre el inicio de su gestión.
Tristemente, todos esos anhelos e ilusiones cayeron por su propio peso, la presidenta Sheinbaum sí fue a Acapulco, llegó por tierra, pero no se detuvo a caminar, escuchar y dialogar con los habitantes de las zonas damnificadas, sino que más bien, en lo que pareciera no ser el inicio del año uno de su sexenio, sino el inicio del año siete de la anterior administración, la presidenta se dirigió directamente a la Décimo Segunda Región Naval, ahí durante su primera conferencia matutina siguió la línea del guion Lopezobradorista, habló de Claudio X González, criticó a los expresidentes Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, solicitó que le pusieran en las pantallas encuestas para presumir su popularidad y rebatir así que no hay polarización en el país, anunció que en las mañaneras continuarán los lunes de la salud, al igual que la sección “Quién es quién en las mentiras de la mañanera” (El espacio donde se ataca a la prensa), solo que bautizada ahora como “El detector de mentiras”, y por si todo esto no sonara igual a AMLO, cuando fue cuestionada por la terrorífica ola de violencia vivida en Culiacán desde hace cuatro semanas, la presidenta se limitó a mencionar que la situación en Sinaloa no esta tan mal si lo comparamos con Guanajuato, curiosamente gobernado por el PAN, y después de todo esto regresó en helicóptero a la capital del país, si, igual que lo hacía López Obrador.
Este primer día pudiera constituir el preludio de lo que se viene a lo largo de estos 6 años, sin embargo, existen algunos factores que pudieran combatir el pesimismo vivido en ciertos sectores de la sociedad mexicana, pues a pesar de todo y haya llegado como haya llegado, volvemos con lo dicho al principio de esta editorial, y es que Claudia Sheinbaum lo tiene todo para ser no solo la primera mujer presidenta en nuestro país, sino la mejor presidenta en la historia de México, pues desde sus bases, es una mujer con formación académica, estudios en el extranjero (Aunque paradójicamente esto no le guste a Morena) y experiencia en la administración pública, pero también, Sheinbaum tendrá un Poder Ejecutivo dominado, un Congreso de la Unión entregado y un Poder Judicial sometido, esto además de que tendrá el control de los organismos mexicanos, las instituciones financieras, el ejército, la popularidad en la mayoría de los votantes y un largo etcétera, por lo que sin lugar a dudas será también la presidenta más poderosa en nuestra historia reciente, por lo que lograr un mejor porvenir para nuestro país, dependerá únicamente de ella.
Claudia Sheinbaum, con el simple hecho de haber llegado a la presidencia ya hizo historia como la mujer que sí llegó, en un país en donde niñas, jóvenes, mujeres y ancianas, históricamente han sido segregadas de la toma de decisiones de su propio país, impidiéndoles así el llegar a algún lado, un país que por muchos años albergó indiferentemente a mujeres violentadas y menospreciadas, pero que hoy puede con dignidad enseñarles, que esta nación es tierra de doctoras, abogadas, maestras, arquitectas y ahora también presidentas, razón por la que cobra todavía más valor el que la nueva presidenta se entregue y abrace las causas positivas que permitieron su arribo al poder, está en sus manos romper con los dañinos vicios del pasado, y ser una presidenta autónoma que gobierne para todas y todos, Claudia como presidenta, debe entender que ya no se debe a Morena y mucho menos a López Obrador, sino a al pueblo de México, un México en terapia intensiva cuyo pueblo, la necesita más que nunca. ¿Estará a la altura del reto?, veremos.