Decirse poblano siempre ha sido causa de orgullo, sentimiento que francamente ha venido decreciendo debido a que, en la tristeza, nuestra tierra cada vez parece menos nuestra y se aleja de la tradición que nos vio nacer, de ese orgullo que definía a la poblanidad.
Para pasar de los dichos y trucos hasta lo que queremos, es necesario el atender a profundidad las causas, sin dejar los problemas de lado, puesto que por la evidente y recurrente desatención se ha descompuesto eso que nos une a pasos agigantados, tanto así, que incluso hemos llegado al punto de la insensibilidad hacia lo que nos aqueja, se ha separado tanto nuestra comunidad por el alejamiento institucional que llegamos al punto de hacer las fracturas en los cimientos de la comunidad. Sin siquiera alejarme de lo que se ve, puedo afirmar que las juntas auxiliares están muy alejadas de la realidad cotidiana de la cabecera municipal.
Poniendo a la capacidad institucional como punto de partida, podemos hablar de un escenario con un piso firme, ya que, aun con el endeudamiento creciente y un excesivo gasto corriente que deja poca maniobrabilidad para la inversión, se puede hablar de capacidad para la atención a lo que la constitución manda y la gente requiere.
A su vez, aun cuando el núcleo político de nuestro estado sostiene una narrativa de progreso, la realidad es que la visión está muy enfocada a la cabecera. Hecho que aleja mucho las realidades del discurso, pues en este progreso; ostentamos el poco honroso segundo lugar nacional en la categoría de mayor número de personas en situación de pobreza y el sexto con mayor número de personas en situación de pobreza extrema. Correlación que parte de la poca integración de nuestra sociedad.
Lo anterior se sustenta en que aun cuando los índices de desarrollo social marcan a Puebla como un municipio con un grado de marginación muy baja, al desmenuzar los resultados y ver a cada una de las 120 localidades, encontramos que 90, mismas que representan el 75% del territorio, se observan con grados de marginación alta y muy alta lo que al análisis se entiende como una profunda segregación espacial como expresión territorial de desigualdad social.
Pues si bien, un gran porcentaje de población vive en el 25% de los territorios que tienen poca o nula marginación, el resto, integrado casi el 30% de los poblanos, vive en zonas menos afortunadas, logrando menos posibilidades de una mejor calidad de vida.
Situación que se ve reflejada en la seguridad y su percepción. Según los índices se han incrementado las cifras delictivas dejando a más del 70% de los poblanos con una sensación de inseguridad latente, cosa que se hace tangible en cómo hemos añadido palabras del crimen que antes, sinceramente sonaban escandalosas y hoy día nos son tan naturales.
En resumen, es clara una situación de contraste donde la relativa fortaleza municipal no se ve reflejada en los niveles de bienestar poblanos, de los habitantes de todas las regiones del municipio se dando cuenta clara de la dichosa disgregación social que nos separa.
Lo anterior, ha sido fomentado desde un espacio donde la falta de integración formas de ver las cosas para la mejora, haciendo más grandes las diferencias y brechas que dañan tanto a nuestra sociedad.
Por ello, es que necesaria la inmediata integración de la comunidad, pues con ello, el fruto del esfuerzo y el común acuerdo se marcará la guía para recuperar de vuelta a los poblanos, la tradición y orgullo de puebla de nuestros amores.