Hace una semana, el semanario The New Yorker publicaba una gran entrevista que Isaac Chotiner le realizó a Martin Baron, el exdirector del Washington Post. Baron es una celebridad por haber dirigido el Boston Globe cuando se publicaron los abusos de curas pederastas en los Estados Unidos. Terminó su carrera siendo director del Washington Post, uno de los diarios más importantes del mundo y donde el dueño era Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo en ese momento, y con quien Baron asegura que mantuvo una relación profesional, afirmando que nunca se entrometió en la actividad del periódico de la capital estadounidense.
La entrevista a Baron se dio luego de que el Washington Post renunciara a manifestar su apoyo a favor de Kamala Harris o de Donald Trump, algo que normalmente realizan los grandes periódicos norteamericanos antes de las elecciones presidenciales. La razón por la que el periódico estadounidense renunció por primera vez en cincuenta años a esa tradición, no puede ser otra que una orden de Bezos. Y refleja en buena medida que ni siquiera un periódico como el Washington Post está exento de las presiones por parte de la clase política y del cálculo mezquino de los dueños de los medios.
No sorprende que la clase política presione y trate de encauzar la línea editorial de los medios de comunicación. Lo que cambia son los actores y en este caso es el populista Trump a quien se supone que Bezos teme y por ello no demuestra su apoyo a Kamala Harris, lo que todos esperaban dada la línea editorial del periódico, siempre crítico durante el periodo presidencial de Donald Trump. Sin embargo, la actitud de uno de los hombres más ricos del mundo es lo que verdaderamente sorpresivo en este caso. ¿Por qué renuncia a apoyar abiertamente a Harris, lo que en todo caso es un triunfo para la campaña de Donald Trump? Tal vez porque Bezos no ha aprendido que los populistas y los autócratas se alimentan del miedo y del resentimiento. Y si Bezos ha cedido a las presiones de Trump ha jugado la peor carta en el peor momento: si el empresario neoyorkino gana la presidencia de los Estados Unidos, ya sabe que en Bezos no solo tiene un aliado, sino un súbdito.
Martin Baron afirmaba algo sencillo pero muy cierto en la entrevista que refiero: el periódico sufrió presiones y ataques de parte de Trump cuando éste era presidente, y Bezos (también blanco de los ataques) se mantuvo firme en respetar la línea editorial del diario. Que el Washington Post renuncie a apoyar a Kamala mandando un guiño a Trump es un signo de debilidad y esas son malas noticias para le democracia. Los populistas y los autócratas viven a partir de mostrar los dientes y de lo que hagan o dejen de hacer los miedosos y los conformistas, por no mencionar a los convenencieros.
Baron afirma algo que uno nunca imaginaría: que él mismo no estuvo de acuerdo con muchos editoriales del Washington Post durante el tiempo que estuvo al frente del diario. Y que esos editoriales se publicaron, porque “no publicar editoriales de ninguna manera sirve para demostrar que (el medio) no tiene sesgo”. El sesgo (a favor de cierto partido, de cierta ideología, mostrando cierta preferencia) siempre “va a estar ahí”. La mayoría de los periodistas y sobre todo los dueños de los medios de comunicación de todo el mundo (y ni hablemos de esta aldea) están lejos del periodismo de Baron y de entender que la sumisión al poder (mucho más tratándose de populistas o autócratas) no es sino una muestra de debilidad. La sumisión al poder debilita el ejercicio periodístico que sirve a una sociedad democrática. Y solo fortalece a una camarilla donde el periodista es solo el voceador de lo que el poder en turno quiere transmitir. Ni más ni menos.