El acto de toma de protesta de Carlos Barragán Amador como coordinador de campaña del candidato presidencial del PRI, José Antonio Meade Kuribreña, en tierras poblanas, deja dos lecturas políticas importantes.
La primera, que tanto el Comité Ejecutivo Nacional del tricolor como el equipo de colaboradores del ex secretario de Hacienda y Crédito Público han otorgado a Enrique Doger Guerrero el peso de un candidato a gobernador con autoridad en el estado en el que compite.
Aun con René Juárez Cisneros, coordinador de campaña de Meade en las entidades de la cuarta circunscripción, y Jorge Estefan Chidiac, presidente estatal del partido, presentes en el acontecimiento, el encargado de tomarle la protesta a Barragán Amador fue el mismísimo Doger Guerrero.
El abanderado a gobernador del PRI ha hecho públicas sus inconformidades con algunos integrantes de su propio partido, incluidos dirigentes y candidatos, a través de mensajes no tan cifrados que han sido expuestos en medios de comunicación.
Que no le entregaran el Comité Directivo Estatal, que no le permitieran la selección de candidatos y que no le obsequiaran el manejo absoluto del dinero han sido temas de polémica al interior del tricolor.
El reproche en los tres casos ha llevado un denominador común: “ni en el PRI nacional ni en Los Pinos le dan a Doger la relevancia que merece, no por ser Doger, sino por ser el candidato a gobernador”.
Ese reclamo se ha ido esfumando.
Doger Guerrero no puede tener la dirigencia del PRI porque ahí está un amigo personalísimo de Meade Kuribreña, pero en cambio ya posee la Secretaría General, a través de Javier Casique Zárate, quien además ocupa el primer sitio en la lista de candidatos a diputados locales por la vía plurinominal, en lugar de Jorge Estefan.
Parece que Doger y los suyos han entendido que su tardía postulación fue la causante de que muchos de los abanderados a presidentes municipales y diputados locales fuesen designados sin su consentimiento, por un simple tema de tiempo.
Cuando el tricolor aún no anunciaba al ganador de la contienda interna por la gubernatura, ya había una larga lista de aspirantes palomeados para otros puestos de elección popular.
El asunto del dinero es más complejo y tal vez lleve un buen rato resolverlo.
Desde la dirigencia le han comentado al aspirante priista que los recursos son para 244 candidatos, todos los que compiten en la elección local, y no solo para uno, aunque sea el más importante.
Pese a estas entendibles diferencias, que se pusieron de manifiesto a las semanas siguientes del destape, Doger se ha empoderado.
La toma de protesta de ayer es una muestra de ello.
Carlos Barragán y los otros 10 coordinadores de campaña de Meade no se comprometieron solo con Juárez Cisneros y Estefan Chidiac, sino, y en mayor medida, con Doger, su candidato al gobierno del estado.
Esa es una lectura.
La segunda tiene que ver con la promesa de votos salida de boca de Barragán.
El político nacido en Xicotepec de Juárez se fue por las nubes, con las más altas expectativas… y mintió.
El recién estrenado coordinador de campaña le ofreció un millón 200 mil votos al abanderado presidencial tricolor.
La verdad es que no se ve cómo conseguirlos.
Para saber que no podrá cumplir ese ofrecimiento basta con revisar los números de la última elección federal y las últimas dos contiendas locales.
En 2012, con un candidato competitivo que a la postre se convirtió en presidente de la república, Enrique Peña Nieto, el mexiquense obtuvo 855 mil 817 votos, muy por abajo del millón 200 mil que Barragán mira en el horizonte.
Esa vez Andrés Manuel López Obrador, entonces postulado por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, consiguió 860 mil 38 sufragios, y Josefina Vázquez Mota, del PAN, 642 mil 252.
En las contiendas locales no pintaron mejor las cosas.
En 2010, el candidato a gobernador priista, Javier López Zavala, que quedó en segundo lugar y perdió, logró 883 mil 285 votos.
Seis años después, en 2016, la también priista Blanca Alcalá Ruiz se hizo de apenas 643 mil 260 sufragios, 226 mil 618 menos que el candidato ganador, José Antonio Gali Fayad.
Si en elecciones donde el PRI peleaba el primer lugar de las preferencias electorales no llegó ni a 900 mil votos, ¿cómo le hará ahora para juntar un millón 200 mil, cuando se encuentra en el peor de sus escenarios posibles, muy lejos de López Obrador?
Por eso la meta se antoja imposible.
Sin temor a los señalamientos, Barragán Amador debió ser más realista en su discurso.
Bien por el optimismo.
Ese se lo agradecerán en el cuarto de guerra de Meade.
Pero mal por la exageración, que podría derivar en un mayor enfado de la militancia.
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