Todos nacimos con una capacidad natural para expresar lo que deseamos, necesitamos, sentimos y pensamos. Observemos a los niños pequeños, siempre están mostrando de una manera congruente y honesta lo que necesitan y sienten, pero al crecer, pierden esta capacidad natural, debido a que cuando expresan algo que no les agrada a los adultos, son rechazados o castigados.
Así, el niño, aprende que para mantener el afecto y la aceptación de sus padres y de otros adultos importantes para él, tiene que reprimir sus sentimientos y necesidades, o mentir respecto a ellos. Los padres deben poner límites muy claros y firmes a sus hijos, pero al mismo tiempo mandar el mensaje de que, cuando manifiestan lo que sienten y necesitan, no dejan de amarlos.
Cuando nos volvemos adultos, es sumamente difícil mostrar lo que sentimos, pensamos queremos, por ese miedo infantil que nos hace creer que si lo hacemos nos van a criticar, desaprobar, rechazar o abandonar, y por ello aceptamos o hacemos cosas que no deseamos, aunque paradójicamente ese es el mejor camino para echar a perder una relación, ya que cada vez que hacemos algo que no queremos, vamos acumulando frustración, coraje y resentimiento, hacia la otra persona y hacia nosotros mismos.
Empieza por darte cuenta de que hagas lo que hagas, seas como seas, pienses lo que pienses, digas lo que digas, siempre habrá alguien que te criticará y desaprobará. Por otra parte, está más que comprobado que, aunque no lo muestre, en realidad la gente admira, aprecia y respeta a aquellos que se atreven a decir NO cuando así lo desean.
Muchos suponen que decir NO es muy difícil y no encuentran por dónde empezar o cómo hacerlo.
Una forma muy simple pero tremendamente efectiva para decir NO cuando así lo deseamos, es el llamado “mensaje yo”, el cual combina tu decisión con tus razones para decidir eso.
Veamos un ejemplo:
- EL OTRO: Quiero que me prestes tu coche.
- TÚ: Prefiero no prestártelo (estás expresando que tu decisión es NO). Cuando lo presto me angustio (expresando tus razones).
- EL OTRO: Pero te lo voy a cuidar mucho.
- TÚ: No dudo que me lo cuidarías mucho, pero cuando presto mi coche me angustio.
- EL OTRO: Pues qué raro (tonto, ridículo, egoísta…) eres.
- TÚ: Posiblemente lo sea, pero qué quieres que haga, cuando presto mi coche me angustio, (estás afirmando, validando y respetando tus sentimientos y tu decisión).
Y así, ante cada crítica o insistencia de la otra persona, tu respuesta será la misma. No des excusas como ”no trae gasolina” o “lo necesito para recoger a mis hijos”, porque no es la verdad y porque esto ocasionaría que el otro te vaya “atrapando” con respuestas como “yo le pongo gasolina” o “después de que recojas a tus hijos”, hasta que no tengas más alternativa que prestarlo, quedándote con toda esa frustración y rabia hacia ti mismo y hacia el otro, que de todos modos en cualquier momento sale a la luz y entorpece las relación con la otra persona.
Rescatar nuestra capacidad innata de ser honestos y congruentes, nos recompensará con la agradable sensación de tranquilidad y bienestar que da el ser leal a uno mismo y honesto con los demás. Nos quieran o no nos quieran, nos acepten o no. Eso ya no lo necesitamos más, como cuando éramos niños, y ya es momento de resolver esa búsqueda de aceptación y miedo al abandono, que en algún momento sentimos.
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