El aventurero Zalacaín recibió un regalo de Amsterdam, un par de calcetines emblemáticos de la ciudad donde la legalización del consumo y cultivo personal de la marihuana lleva años; en ellos aparecía el dibujo de las hojas de la famosa hierba.
El regalo fue asociado a un recuerdo de cuando en Madrid se presentó la exposición “Holandeses en el Prado”, cien obras del Siglo XVII propiedad de la casa de Borbón, y quizá algunas de los Austrias, quienes no tenían empatía, dada su convicción religiosa católica y fiel obediencia a Roma, con los calvinistas.
Después de la firma del tratado de Ultrecht los pintores de las siete provincias del norte de Europa, Holanda entre ellas, dedicaron su trabajo a reflejar los asuntos domésticos, descriptivos, los objetos cotidianos del quehacer diario, mientras los flamencos, aún bajo la corona española, continuaron con la pintura teocéntrica y divina.
De la etapa borbona había una de las obras más importantes de Rembrandt, “Artemisa”, también llamada “Judit en el banquete de Holofernes”.
El regalo fue bien recibido, los calcetines le transportaron a las calles de Amsterdam, al Barrio Rojo, a los canales, superan en cantidad a los de Venecia, y por supuesto a la comida, pues viajar, para Zalacaín era comer, y recordar los viajes, era volver a saborear.
El aventurero conoció la ciudad cuando eran famosos los aparadores donde se podía ver desde la calle a las mujeres medio desnudas cuando la prostitución se legalizó, y tiempo después volvería cuando la marihuana estaba permitida y entonces conoció el Museo del Sexo y el Museo de la Marihuana, espacios donde se disputan el número de visitantes, pero incomparables con la afluencia al Rijkmuseum o el Van Gogh.
Recordó Zalacaín la Plaza del Dam, el entonces llamado Gran Hotel Krasnapolsky, hoy forma parte de la cadena NH.
Por las calles de la ciudad compiten por igual los menús baratos o no de comida francesa, japonesa, thai e incluso mexicana, al lado de las carnes argentinas.
Y por supuesto el mejor representante de la cocina holandesa, a la antigua, con grandes fondos, el “Vijff Vlieghen”, el “Cinco Moscas”, cinco edificios adaptados, unidos entre sí para dar espacio a los salones donde podía comer al lado de obras de arte, de Rembrandt entre otros.
A la entrada del restaurante estaba una jaula dorada con cinco moscas, muy grandes, en su interior, y donde había probado por vez primera el famoso ginebra Bols, cuyo origen se remonta a 1575, está considerado el más antiguo del mundo. Holanda es la cuna del “genever” luego llamado ginebra y era la tradición envasarlo en botellas decoradas con pinturas holandesas; en una época el genever era exclusivo de los Países Bajos, Holanda, Bélgica y después Alemania y Francia.
Innumerables recuerdos, derivados de un par de calcetines.
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