Hola queridos lectores, como cada semana les agradezco el que me abran las puertas de su hogar en este Sábado de Gloria, siempre con el deseo de que mis notas sean de su agrado. En esta ocasión les voy a describir la visita que realicé, de una manera muy especial, a una excelente y muy bella casa virreinal, una de las muchas con las que contamos los poblanos aquí en nuestra ciudad: la casa del obispado.
Esta bella y enorme casa está localizada en la Avenida 5 Poniente en el número 109, a media cuadra de nuestra Catedral. Fue la casa habitación del primer arzobispo con que contamos los poblanos, Monseñor Ramón Ibarra y Gonzales, quien la habitó desde el año de 1880, cuando es ordenado obispo de Puebla, hasta el año de 1917, cuando Dios lo llama a su lado.
El arzobispo deja en herencia esta hermosa construcción a la iglesia poblana, la cual desde su fallecimiento la utiliza como la casa oficial sede de los siguientes arzobispos poblanos, siendo el último en habitarla monseñor Octaviano Márquez y Toriz. Es a partir de ahí cuando la mitra poblana la destina a Museo del Obispado, abriendo sus puertas al público a partir del año de 1974, aunque ya funcionaba como museo reservado solo para visitas privadas desde 1970.
SU DISEÑO
Esta casona tiene el diseño muy característico de las casas virreinales novohispanas poblanas: la entrada de zaguán hacia un primer patio con pasillos arcados, la escalera majestuosa a la izquierda, y la disposición de las piezas superiores, mucho muy parecida a la de otras casas que ya tuve la oportunidad de conocer, con vista a la calle, destinadas a la sala principal de la casa; en ambos costados la clásica serie de cuartos conectados todos con la reglamentaria puerta a la mitad del muro, lo que coloquialmente llamamos “habitaciones en chorizo”.
Al lado opuesto de la sala principal, enfrente de esta, se encuentra el comedor y, desde luego, en un anexo la reglamentaria cocina poblana, mejor conocida como “cocina de humo”, con sus anafres alimentados por leña; a un lado de estos, el fregadero para la loza y, en sendas alacenas, la clásica colección de ollas y cazuelas de barro cocido.
En la planta baja, las habitaciones de la servidumbre, la troje y la cochera para el carruaje del patrón, en este caso una diligencia clásica, pero de un tamaño más pequeño al de las que podemos observar en museos como el de los Hermanos Serdán, del INAH en Los Fuertes o incluso en la Casa de Alfeñique, y es aquí precisamente donde se pueden observar dos diligencias de distinto tamaño, una para familias potentadas de la época y una idéntica para un solo pasajero, a esta precisamente se le llama “diligencia obispal”.
EL DECORADO
Dentro de estas habitaciones se tiene una exquisita colección de muebles antiguos, precisamente de la época post juarista, esto es, bellamente elaborados en madera a finales del siglo XIX.
¿Qué más te puedo describir, querido lector?, me podría pasar varias cuartillas tan solo en mencionarte toda esta gran colección de muebles antiguos, pero mejor disfrútala tú mismo. A la primera oportunidad que la situación te lo permita, no dejes de visitar este bello museo, la Casa del Obispado.
Agradezco por este medio a las personas encargadas de la administración de este museo el que me hayan permitido visitarlo de manera muy particular, con las debidas reservas de sanidad.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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