Conocido como el lugar de sanación más importante de la región potosina, el Castillo de la Salud Beto Ramón ofrece a todo aquel que lo vista, la cura para sus males a través de la botánica, herbolaria y medicina tradicional.
Se trata de un santuario de bienestar que está impregnado del misticismo y surrealismo que destaca a Xilitla, con quien colinda al Oeste (poco más de 20 kilómetros), y para llegar a él se debe cruzar por un túnel de arbustos.
Tras atravesar el arco de la naturaleza, un castillo de vivos colores hace reacción en las pupilas y enseguida un “ojo de Dios”, aquel que todo lo ve, por lo que “nadie escapa de lo que hace”, comentó Israel, guía del lugar, quien da la bienvenida y permite el acceso.
Tras cruzar la enorme puerta de madera, paredes y muros llenos de color y vegetación muestran el camino y, al frente, se puede conocer a Domingo Ramón Guadalupe, doctor botánico fundador del lugar, cuya estatua hecha en bronce te saluda.
Del lado izquierdo se observa un largo pasillo, sobre el cual se han colocado fuentes de llamativas tonalidades, y más adelante se encuentra su mausoleo, ubicado al centro de todo el lugar rodeado de magnolias (su planta favorita), y tiene además un árbol de la vida.
Para la creación de este sitio, Don Beto Ramón puso la primera piedra en 1974, fue para la Iglesia del Señor de la Salud, la cual se construyó en tres años. Actualmente la iglesia es de la comunidad.
Todos los caminos del castillo poseen bancas, las cuales, explica el joven trabajador, son para toda la gente, “Don Beto Ramón atendía de 200 a 300 personas diarias y para que no se cansaran mandó a hacer bancas”, añadió Israel.
“La gente esperaba de dos a tres días para ser atendido por lo que también hay una maceta en forma de tortuga que significa paciencia”.
El conocimiento sobre medicina tradicional de su fundador se ha conservado por generaciones y hoy en día, el Castillo de la Salud, a cargo de su hija Gloria Ramón, sigue atendiendo a centenares de personas, “de 200 a 300 personas nos visitan por día aproximadamente”, aunque muchos de esas personas van como turistas, no a atenderse.
Si bien, es un espacio al servicio de quien lo necesite, ahí mismo habita Gloria, pues don Beto Ramón se encargó de hacerlo también su hogar.
Hay una altísima torre, cuya punta se puede ver desde cualquier parte del pueblo en el que estés; también hay un jardín botánico con plantas curativas y flores de tila, eucalipto, naranjo, limón, menta y hasta uña de gato.
Para una “limpieza completa”, el visitante puede acudir a la Casa del curandero, una choza de bejuco en la que se encuentra un chamán local para purificar a la gente a través de un ritual tradicional náhuatl.
Al final del recorrido se ubica la farmacia, en la que resalta el lema: “No es magia, es sabiduría náhuatl”, con productos hechos con sus plantas naturistas para tratar enfermedades y problemas de circulación, hepáticos, respiratorios, renales, de la piel y todo aquello que podría llegar a aquejar al hombre.
Los techos de todas las edificaciones tienen formas caprichosas y fantásticas, todo es muy geométrico, desde triángulos hasta medios círculos, por lo que en algún punto olvidas que te encuentras en un santuario de la salud.
El castillo te evoca al circo, a una granja, zoológico (cuentan con ciervos), una hacienda, un hotel, un pueblo mágico que a lo lejos se asoma y resalta de entre la vegetación selvática de la Huasteca Potosina.