El aventurero experimentó una nueva forma de convivir en tornoa la comida a través de la oferta en vehículos a veces“vintage”, furgonetas, camionetas en desuso con gran capacidadpara almacenar y donde se han instalado cocinas para comida a vecesrápida y otras no tanto. El caso es llegar hasta el consumidorsobre ruedas.
Coloquialmente, los jóvenes con actitud, capacidad y dinerodenominados “millennials” les llaman “food trucks”,camiones de comida, castellanamente hablando, y responden a esanueva tendencia universal heredada, en el caso mexicano, de la modaen Estados Unidos, pero cuyos orígenes son situados por losestudiosos en Japón.
¿La razón?, se había preguntado el aventurero Zalacaín.Responde a varios factores: el crecimiento de las manchas urbanas;la ausencia de servicios en polos de desarrollo universitario dondejóvenes con capacidad económica demandan productos higiénicos,sanos, accesibles, con oferta variada que cubra gustos diferentes alos antojitos poblanos, memelas, quesadillas, tacos de canasta,atoles, tamales y cuanto alimento para desayunar o almorzar seusaba en el pasado.
Los “food trucks" o camiones de comida, además de ofertaralimentos preparados previamente o en el momento, ofrecenposibilidades de pago vía tarjeta de crédito o débito, un asuntobastante cómodo para los “millennials”.
No puede despreciarse esa tendencia, había comentado Zalacaína sus amigos en la mesa de café aquella mañana. En la UniónAmericana se pusieron de moda en el pasado y contribuyeronenormemente al desgaste del paladar de los habitantes del sur delpaís para ceder el espacio a la “fast food”, donde latendencia de usar y tirar abonó en el desarrollo de la economíade las grandes autopistas y las ciudades emergentes.
Los poblanos también tuvieron sus antecedentes, locales,arraigados a las costumbres y tendencias de la época. Los hubodesde la llegada del transporte sobre ruedas, no mecanizado; seprofundizaron en el momento en el que el motor de combustible seunió a la cabina y arrastró y transportó para acercarmercancías.
Las carretas jaladas por mulas o burros en el siglo XIX llevabanbarriles de pulque y sirvieron para ofrecerlo en las feriasparroquiales y pueblerinas. Los alimentos, los antojitos, fueroninstalados preferentemente en los zaguanes de las casas, en losatrios de las iglesias y en las esquinas de las callestransitadas.
El aventurero recordaba en su infancia los primeros“carritos” jalados por triciclos o manualmente derivadas de un“tambo” o de un tonel, cortado por la mitad y transformado enuna especie de caldera, de horno, para cocer los camotes y losplátanos ofertados a media tarde en las colonias de la ciudad;después vendrían otros, los modernos, donde se vendieron losprimeros “hot-dogs”, esa modernización del antojito nocturnocon intenciones de vencer en las preferencias a los chileatoles,las chanclas, los pambazos o las pelonas; eran en forma de una cajagrande, como refrigerador horizontal, diseñada expresamente paradar cabida a una especie de estufa a fin de mantenerse caliente, en“baño María”, los ingredientes de los “perros calientes”.Se hicieron famosos en el Paseo Bravo, espacio donde lasautoridades les permitieron instalarse por la presencia delzoológico, el león “César”, el serpentario, el lago y losjuegos mecánicos, para luego invadir otras esquinas de la ciudad;incluso hubo autoridades solapadoras de tal moda a cambio dejugosos ingresos en dinero negro.
Los carritos de “hot-dogs” intentaron desplazar a lospuestos populares de barrios inútilmente. Pero hoy día lastendencias son diferentes: la moda económica, el paladar de losjóvenes con posibilidades de usar tarjeta de crédito o débito,la instalación de centros universitarios en la nueva zonametropolitana y los costos de las rentas por un local establecido ydomiciliado les abren un espacio.
El antecedente más remoto, recordaba Zalacaín, se dio afuerade los edificios de dependencias públicas, donde se procuraba laalimentación de los burócratas. Frente a las sedes de Finanzas,Sedurbecop, ISSSTE, ISSSTEP, IMSS, etcétera, fueron apareciendoautos particulares con grandes cajuelas o en el mejor de los casoslas combis, las camionetas “vannette” desahuciadas de laempresa Bimbo e incluso algunos microbuses modificados para darcabida a las “cocinas económicas” donde los trabajadores de lafunción pública calmaban sus apetitos matinales. Adentro seinstalaron estufas para mantener calientes los guisados, inclusoalgunos se dieron el lujo de abrir una puerta lateral paradesplegar un toldo y una barra retráctil con bancos para ofrecerlos alimentos.
Pero los “millennials” han ido más allá: con ingenio ydinero ahorrado, se dieron a la tarea de modificar camionetas degran calada, remolques y otros, y han logrado asociar el diseñoexterno e interno con platillo poco ofertados en las calles, lomismo alimentos italianos, franceses, japoneses, libaneses osimplemente cafeterías y pastelerías móviles o de cochinillapibil o verdaderos bares de coctelería profesional ubicados enparques del Centro Histórico, calles aledañas a los campusuniversitarios, ferias o instalaciones de eventos en el interiordel Centro de Convenciones. Su común denominador: comida rápida,higiénica, accesible y con toques gourmet.
Sin duda, pensaba el aventurero, tendencias modernas, aceptablesen muchos casos, con ofertas diferentes, a grado de despertar elinterés de una opción donde no siempre el “fast food” es elatractivo, por suerte también los modernos estilos de lagastronomía urbana. elrincondezalacain@gmail.com