Conoce los fantasmas del Centro Histórico y sus antiguas leyendas tenebrosas

En estos Días de Muertos las almas de los difuntos regresan al mundo de los vivos, por eso hoy te contamos dos historias de apariciones en Puebla ¡para erizarte la piel!

Erika Reyes | El Sol de Puebla

  · sábado 31 de octubre de 2020

Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Te has preguntado ¿qué pasa con las ánimas que penan sin encontrar descanso eterno? o ¿por qué los seres del bajo astral atraviesan dimensiones para llegar a nuestro plano y hacernos daño? Te invitamos a conocer dos relatos que cortan la respiración y rodean de misterio a la ciudad.

EL CALLEJÓN DEL MUERTO

Cuenta la leyenda que una tarde lluviosa de 1785 doña Juliana Domínguez, esposa de don Anastasio Priego, propietario de la antigua hostería “Mesón del Priego” en el barrio de Analco, comenzó con labores de parto y pese a las inclemencias del tiempo “el don” se hizo de su capa, sombrero y espada y salió en busca de la partera de la región.

Al caminar por el empedrado Callejón de Yllescas (12 Sur, entre 3 y 5 Oriente), se topó con un asaltante que le exigió el oro o la vida; Priego, diestro con su espada, dio un salto y la sacó con rapidez hundiéndola en el corazón del malandrín, quien cayó muerto.

Regalando dulces a los visitantes. Foto: Erika Albisúa | El Sol de Puebla

Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Después de un rato el cadáver fue rodeado de curiosos que oraban por su alma y a partir de ese momento lo empezaron a llamar “El Callejón del Muerto” … muerto que aparecía en días lluviosos deambulando sin rumbo.

Años más tarde el padre Panchito, conocido así por los feligreses de la iglesia de Analco, fue abordado por un hombre desesperado, quien lo tomó del brazo mientras le pidió que lo confesara.

Pese a que el sacristán estaba a punto de cerrar la iglesia, el reverendo entró con el hombre al confesionario. Pasaba el tiempo y no salían, el sacristán decidió entrar a la iglesia y ¡cuál fue su sorpresa!, que ninguno de los dos estaba ahí.

Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Al otro día, al ver que el padre no aparecía para oficiar la misa de las 7 de la mañana, el párroco y el sacristán fueron a su casa y le encontraron muy grave. El párroco confesó al padre y, en su confesión, este le dijo que había dado absolución a un hombre que tenía mucho tiempo muerto y, como estaba penando, venía con permiso de Dios a buscar el descanso eterno.

El sacerdote murió al otro día por el impacto de haber hablado con un muerto y verlo desaparecer al otorgarle la absolución, con esto se terminó el penar del alma y al callejón solo le quedó el nombre, porque nunca más apareció el muerto.

Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

LA NIÑA SOLITARIA DE SAN PEDRO

El “Real Hospital de San Pedro”, hoy San Pedro Museo de Arte, fue una enorme edificación de épocas coloniales que por más de 350 años sirvió como nosocomio.

Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Después de años de dolor y tragedia, el inmueble se alquiló para viviendas, comercios y salones de baile hasta que se embargó. En 1948 reabrió sus puertas como la “Cancha de San Pedro”, para actividades deportivas. A partir de 1998 el edificio fue restaurado y dispuesto como museo… y es aquí cuando empieza el terror.

Al iniciar los trabajos de restitución del edificio se levantó el antiguo adoquín y fueron encontrados cientos de esqueletos humanos. Al parecer, en los años que funcionó como hospital, los pacientes que morían eran sepultados en el patio y dicen que sus almas deambulan por los rincones.

Cuenta la leyenda que en los tiempos que el inmueble se rentaba como vivienda, una niña de 8 años se ahogó en la pileta de agua de los lavaderos, al tratar de recuperar la pelota que con tanto cariño le había regalado su papá.

Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Los trabajadores del museo aseveran que, por las noches, la niña de cabello largo y vestido blanco sale a jugar por las escaleras y corre incansablemente detrás de su pelota, hasta aseguran que se han escuchado sus risas y el sonido de sus zapatos, ¡pobrecita!

Mauxi con su pastel. Foto: Cortesía Mauxi Alarcón