“Eres a la persona que más he amado, pero ¿soy adecuado para ti?” fue la frase que todo el tiempo leía y releía en mi mente, luego de nueve meses de haber dejado de mantener contacto con Ernesto, mi novio y hasta el 16 de febrero prometido, luego de un noviazgo de 5 años, y es que el tiempo que permaneces junto a alguien no asegura, como en el imaginario suele considerarse, un cierto derecho de antigüedad y la probabilidad más alta de dar un sentido más formal a la relación, ni tampoco el que conozcas ya totalmente a la persona con la que te imaginabas envejecer y ver la vida pasar.
Si, en todo este tiempo había pasado de amarlo a odiarlo en un segundo, de desear su presencia y al mismo tiempo su muerte, pero lo cierto es que permanecía constante en mi vida y mi mente, y ello radica en que indiscutiblemente Ernesto era todo eso que relata Fredy Mercury con “Love of my life”, y que paradójicamente retrataba parte de la comedia trágica de mi separación no solo de mi mejor amigo, sino de la persona que tenía mi corazón.
Desde el día que estuve consciente de los motivos de Ernesto para irse de mi vida, y hasta el momento, prevalecen dos sentimientos principalmente: el amor y la preocupación. Y es que quizás si yo supiera que él lo había decidido por falta de amor, la situación sería un tanto más sencilla de asimilar, pero Ernesto se fue por el mismo amor que me unía a él, había decidido confesar después de algún tiempo de meditarlo, era momento de esperar más y provocarme mayor dolor, conflicto y frustración, sobre todo con un plan de vida juntos que estaba a la vuelta de la esquina.
A su manera, Ernesto explicó que finalmente se asumía como bisexual, luego de una batalla interna desde muy pequeño, “eso no cambia el amor que te tengo y mis ganas de vivir contigo eso que hemos planeado por tanto tiempo, pero también tengo que ser sincero, hace 6 meses que veo a Andrés, también he llegado a sentir un gran afecto por él y me aterra la sola idea de pensar en perderlos a los dos, porque se han convertido en personas importantes en mi vida y he preferido hacerte saber de todo lo que está pasando y alejarme de ambos para no hacerlos sufrir, no me lo perdonaría”.
He de decir que mi primera reacción no fue la más prudente ni empática y por otro lado trataba de hacer lo posible por hacerlo cambiar de opinión. La mujer, evidentemente permanece lastimada ante la pérdida de un amor, el más grande del que tengo conocimiento hasta ahora y con el anhelo de que todo esto sea un sueño nada más; agradezco la decisión de no hacerme daño, y por un momento lo asumo como el acto más grande de amor y entrega que Ernesto ha podido ofrecerme.
La amiga se mantiene expectante de que Ernesto esté bien, y que tenga en quien confiar sus alegrías, miedos y frustraciones, pero sobre todo, que logre encontrar alguien que lo valore y ame como se merece.
No estoy segura de qué podría pasar después y si nuestras vidas están destinadas a tomar rumbos diferentes, pero de lo que tengo certeza es del inquebrantable y único vínculo que permanecerá entre mis tesoros más envidiosamente reservados.
* Médico psiquiatra, sexólogo, psiquiatra forense y psicoterapeuta.
Director de Mindful. Expertos en psiquiatría y psicología.