Estos sentimientos no son exclusivos para algunas personas, todos y cada uno de nosotros tenemos desiertos que nos persiguen, momentos de desesperación y de desánimo que tenemos que estar dispuestos a atravesar.
En varias ocasiones de mi vida he sentido que no hay esperanza, que no hay camino que pueda sacarme de ese estado, sin embargo, cuando todo pareciera perdido, siempre existe una luz que te guía por el camino de la paz y de la felicidad, un camino que Dios siempre tiene preparado para aquellos que confían en él.
¿Es difícil? Claro que sí, ¿es cómodo?, por supuesto que no, a nadie le gusta estar en el desierto, es un lugar de soledad y de tristeza, de apatía, donde no hay nada que te pueda impulsar, sin embargo, en el desierto es donde nos fortalecemos, es ahí donde Dios obra en nuestro corazón y donde nos volvemos fuertes, donde aprendemos a valorar, a reflexionar y sobre todo a agradecer.
Te voy a dar tres motivos por los cuales el desierto nos fortalece:
1. Vivimos en un mundo cambiante. El mundo es muy cambiante y si nos sorprendemos de lo que sucede siempre acabaremos frustrados y nunca seremos totalmente felices, el desierto es parte de la vida y todas y cada una de las personas que vivimos en este mundo necesitamos comprender que las cosas cambian, la vida tiene etapas y tenemos que aprender a no sorprendernos, simplemente tenemos que aprender a tomar las cosas como experiencias y aprendizajes.
2. El carácter se forma en el desierto. Cuando realmente formamos nuestro carácter es cuando estamos en el desierto, es ahí donde nos damos cuenta qué áreas de nuestra vida necesitan crecer, es decir, cuáles necesitamos trabajar y fortalecer, recordemos que cuando estamos en situaciones adversas es cuando realmente tenemos la oportunidad de crecer como personas y madurar en nuestro carácter.
3. El desierto no es para siempre. Recuerda que el desierto solo es por un momento, nada dura para siempre, cuando tenemos esa perspectiva, sabremos que después del desierto viene la recompensa, es como después del invierno, siempre vendrá la primavera, indiscutiblemente. Un desierto es parte de la vida, pero no es la vida.
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