Un anuncio aparecido en las páginas de redes sociales, daba cuenta de la oferta en el mercado digital de un cascarón de enormes proporciones, recomendaba usarse para decoración, podía incluso ser grabado y su precio rondaba los 2 mil pesos.
Su color era tirando a marfil y aseguraba su procedencia: un avestruz.
El aventurero Zalacaín recordó su experiencia con los huevos de aves gigantes. Acostumbrado a los huevos de rancho, cuando mucho a los de guajolota, los de pato y quizá los de codorniz, la experiencia de haber visto y tocado un huevo de más de medio kilo de peso fue espectacular.
Pero más lo fueron dos cuestiones, una el color, un verde intenso, casi negro y luego, el precio, alcanzaba los 26.70 euros cada huevo, unos 600 pesos al tipo de cambio de estos días.
Ubicado en un aparador de alimentos exóticos el huevo verde estaba colocado en el centro de una canasta donde aparecían otros huevos, los de gallina y los de codorniz para forzar al cliente a comparar el tamaño, mucha gente se detenía frente a él para hacerle fotografías.
Se trataba de un local en el barrio de Chueca en Madrid, sitio donde desde hace unos años se dan cita los compradores de alimentos extravagantes. Y ahí estaba frente él el enorme huevo de la segunda ave más grande en el planeta, el Emú, originario de Tasmania donde ha desaparecido prácticamente y una subespecie se desarrolló con éxito en Australia.
El emú alcanza los dos metros de altura, es de un color castaño, su incubación llega a los 56 días y puede vivir unos 20 años.
En Australia y otros países ha sido criado por varias razones, su piel tiene demanda, se hacen botas y bolsos, la piel es suave y resistente al frío y el agua, un buen par de botas de mujer ronda los 100 euros.
También se extrae del emú un aceite con demanda entre personas con piel reseca, se usa como acondicionador facial o del cabello y su carne es apreciada por no tener nada de grasa y prácticamente ausente de colesterol.
Los huevos de emú tienen tres capas, la primera es verde intenso y la última blanca, su contenido equivale a unos 15 huevos de gallina, su sabor es muy intenso, cuando se abre desprende un olor muy fuerte, es cremoso y se puede cocinar como cualquier huevo.
Abrirlo es toda una odisea, los expertos usan una sierra circular muy fina y lo van cortando por uno de los conos, a fin de vaciarlo y después utilizar el resto del cascarón como elemento decorativo.
Aquella vez en Madrid, Zalacaín se animó a pedir un huevo al vendedor, se lo mostró, pesaría un poco más de medio kilo, el cascarón áspero, y le preguntó ¿sabe usted abrirlo y prepararlo o lo quiere como decoración?
Fue así como, por recomendación del vendedor, se animó a convocar a un par de amigos y hacer el experimento de almorzar el huevo de emú; ciertamente una experiencia, única, irrepetible, no sólo por el precio y la dificultad de conseguirlo y abrirlo, el resto de la mañana todos los comensales tuvieron una especie de indigestión, de recargo estomacal, el revuelto preparado alcanzó para darle dos vueltas al plato.
En fin, pero valió la pena, el huevo de emú ¡único!
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